Por: Rodolfo Quintero Romero Hacer realidad la sede Cesar de la Universidad Nacional no ha sido fácil. Llevamos cuatro años y medio luchando y todavía los enemigos de esta idea no cesan de torpedearla. Qué difícil es impulsar proyectos que beneficien a los sectores humildes y vulnerables. Trabajar por los más débiles es una tarea […]
Por: Rodolfo Quintero Romero
Hacer realidad la sede Cesar de la Universidad Nacional no ha sido fácil. Llevamos cuatro años y medio luchando y todavía los enemigos de esta idea no cesan de torpedearla. Qué difícil es impulsar proyectos que beneficien a los sectores humildes y vulnerables. Trabajar por los más débiles es una tarea de titanes en un país elitista, centralista y excluyente. De allí las dificultades para que se afiance la paz, con o sin cese del conflicto armado.
Primero fue la dura faena de convencer a un gobernador insensible para que comprara el lote; después, la lucha infructuosa para persuadirlo de utilizar las regalías para la construcción de la infraestructura universitaria en lugar de dilapidarlas en contratos clientelistas con sus inefables compadres.
No haber iniciado, hace tres años, la construcción del Campus impidió neutralizar la constante oposición de la ministra de educación, cuya visión centralista no le permite comprender que la ausencia inexplicable de una sede de la Universidad Nacional en la región Caribe es una injusticia histórica, a pesar de representar los costeños el 20% de la población colombiana y contribuir con sus impuestos al sostenimiento de dicho centro educativo.
Ahora dice, la Ministra, María Fernanda Campo, que lo que hay que construir es una ciudadela del conocimiento, que albergue a aquellas universidades que nos traigan una oferta educativa pertinente. Magnífico! No nos parece mala su idea, señora ministra, solo que le proponemos hacer dicha ciudadela en un predio distinto al donado a la Universidad Nacional, entre otras porque ella es la dueña exclusiva de dicho terreno.
Trabajemos, pues, por hacer realidad los dos proyectos: El Campus Cesar de la Nacional y la Ciudadela Universitaria. Así convertiremos a Valledupar en la “Ciudad del Conocimiento”, con la presencia de varias universidades de primer nivel que, en el largo plazo, alberguen una población de cincuenta mil estudiantes,con todo lo que eso significa para la cultura y la economía regional.
La Universidad Nacional podría satisfacerla demanda educativa de jóvenes de estratos uno, dos y tres, la mayoría de nuestra población; mientras que las privadas, que se instalarían en la Ciudadela,atenderían, seguramente, los estratos cuatro, cinco y seis. Nada más halagüeño que las universidades privadas emulen, en nuestro territorio, con la mejor universidad pública de Colombia.
Se requiere, entonces, que el gobernador Monsalvo, con dinero de las regalías, compre veinte hectáreas y promueva esta iniciativa condonación de lotes y ventajas fiscales a las universidades interesadas. A estas hay que atraerlas como si fueran industrias manufactureras, a sabiendas de que son verdaderos centros de producción de conocimiento, investigación científica, humanística y cultural; con los filtros necesarios para evitar que solo lleguen, por causa de la corrupción, las productoras de educación chatarra.
Pero ahora, lo prioritario es la Sede Cesar de la Universidad Nacional. Necesitamos que la Universidad entregue pronto el presupuesto detallado del proyecto arquitectónicopara que el Gobernadorlo presenteal próximo OCAD regional. La Ciudadela Universitaria la dejamos para el año entrante. Las prestigiosas universidades que queremosatraer no acudirán tan rápido a nuestro llamado; en cambio, la Nacional ya está aquí con nosotros.
Estamos en la ruta crítica. Participemos hoy, con entusiasmo, en el foro convocado por el diputado Eduardo Esquivel en la Asamblea Departamental. El sector privado y la sociedad civil deben acompañar a nuestros gobernantesen esta lucha que es de todos y para todos. La educación es prerrequisito para el desarrollo humano sostenible y esinstrumento certero para la superación de la desigualdad y la construcción de paz.
Por: Rodolfo Quintero Romero Hacer realidad la sede Cesar de la Universidad Nacional no ha sido fácil. Llevamos cuatro años y medio luchando y todavía los enemigos de esta idea no cesan de torpedearla. Qué difícil es impulsar proyectos que beneficien a los sectores humildes y vulnerables. Trabajar por los más débiles es una tarea […]
Por: Rodolfo Quintero Romero
Hacer realidad la sede Cesar de la Universidad Nacional no ha sido fácil. Llevamos cuatro años y medio luchando y todavía los enemigos de esta idea no cesan de torpedearla. Qué difícil es impulsar proyectos que beneficien a los sectores humildes y vulnerables. Trabajar por los más débiles es una tarea de titanes en un país elitista, centralista y excluyente. De allí las dificultades para que se afiance la paz, con o sin cese del conflicto armado.
Primero fue la dura faena de convencer a un gobernador insensible para que comprara el lote; después, la lucha infructuosa para persuadirlo de utilizar las regalías para la construcción de la infraestructura universitaria en lugar de dilapidarlas en contratos clientelistas con sus inefables compadres.
No haber iniciado, hace tres años, la construcción del Campus impidió neutralizar la constante oposición de la ministra de educación, cuya visión centralista no le permite comprender que la ausencia inexplicable de una sede de la Universidad Nacional en la región Caribe es una injusticia histórica, a pesar de representar los costeños el 20% de la población colombiana y contribuir con sus impuestos al sostenimiento de dicho centro educativo.
Ahora dice, la Ministra, María Fernanda Campo, que lo que hay que construir es una ciudadela del conocimiento, que albergue a aquellas universidades que nos traigan una oferta educativa pertinente. Magnífico! No nos parece mala su idea, señora ministra, solo que le proponemos hacer dicha ciudadela en un predio distinto al donado a la Universidad Nacional, entre otras porque ella es la dueña exclusiva de dicho terreno.
Trabajemos, pues, por hacer realidad los dos proyectos: El Campus Cesar de la Nacional y la Ciudadela Universitaria. Así convertiremos a Valledupar en la “Ciudad del Conocimiento”, con la presencia de varias universidades de primer nivel que, en el largo plazo, alberguen una población de cincuenta mil estudiantes,con todo lo que eso significa para la cultura y la economía regional.
La Universidad Nacional podría satisfacerla demanda educativa de jóvenes de estratos uno, dos y tres, la mayoría de nuestra población; mientras que las privadas, que se instalarían en la Ciudadela,atenderían, seguramente, los estratos cuatro, cinco y seis. Nada más halagüeño que las universidades privadas emulen, en nuestro territorio, con la mejor universidad pública de Colombia.
Se requiere, entonces, que el gobernador Monsalvo, con dinero de las regalías, compre veinte hectáreas y promueva esta iniciativa condonación de lotes y ventajas fiscales a las universidades interesadas. A estas hay que atraerlas como si fueran industrias manufactureras, a sabiendas de que son verdaderos centros de producción de conocimiento, investigación científica, humanística y cultural; con los filtros necesarios para evitar que solo lleguen, por causa de la corrupción, las productoras de educación chatarra.
Pero ahora, lo prioritario es la Sede Cesar de la Universidad Nacional. Necesitamos que la Universidad entregue pronto el presupuesto detallado del proyecto arquitectónicopara que el Gobernadorlo presenteal próximo OCAD regional. La Ciudadela Universitaria la dejamos para el año entrante. Las prestigiosas universidades que queremosatraer no acudirán tan rápido a nuestro llamado; en cambio, la Nacional ya está aquí con nosotros.
Estamos en la ruta crítica. Participemos hoy, con entusiasmo, en el foro convocado por el diputado Eduardo Esquivel en la Asamblea Departamental. El sector privado y la sociedad civil deben acompañar a nuestros gobernantesen esta lucha que es de todos y para todos. La educación es prerrequisito para el desarrollo humano sostenible y esinstrumento certero para la superación de la desigualdad y la construcción de paz.