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Columnista - 30 junio, 2019

La cercanía de Dios

Conversar con nuestros predecesores nos hace más de la poesía, pues infunde en nosotros un intenso anhelo de ser poetas, para la mayor ofrenda de nuestro Creador.

Conversar con nuestros predecesores
nos hace más de la poesía,
pues infunde en nosotros un intenso anhelo
de ser poetas,
para la mayor ofrenda de nuestro Creador.

Un corazón que se deja querer,
sabe amar sin condiciones,
porque es amor por sí mismo,
espíritu de vida, soplo de Cristo.

Vuelva el camino del verso,
a blanquear nuestras miradas,
retorne a nosotros por siempre,
el espíritu armónico del pulso.

Hagamos silencio, a la hora
de desear al Señor sobre todo
lo demás, pegándonos a Él,
como si fuésemos a perderlo.

La voz de su timbre es luz,
que resuena en el silencio
y nos resucita cada aurora,
rogándonos vivir sin vegetar.

Dejémonos cohabitar en el verbo,
sin otro verso que la Cruz,
pues la Cruz es la que nos abraza,
y también la que nos redime.

El Creador con su cercanía,
transforma nuestro modo de ser,
lo hace a la manera del sol,
que todo lo ilumina y aclara.

Cuánto más vivos, más humanos,
cuánto más mansos, más de Dios,
cuánto más justos, más hermanos;
y, al fin seremos, lo que sembramos.

Sembremos abecedarios de paz,
propaguemos la lógica del don,
la gracia de sentirnos caminantes,
a merced de la mística de los poetas.

Columnista
30 junio, 2019

La cercanía de Dios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Víctor Corcoba Herrero

Conversar con nuestros predecesores nos hace más de la poesía, pues infunde en nosotros un intenso anhelo de ser poetas, para la mayor ofrenda de nuestro Creador.


Conversar con nuestros predecesores
nos hace más de la poesía,
pues infunde en nosotros un intenso anhelo
de ser poetas,
para la mayor ofrenda de nuestro Creador.

Un corazón que se deja querer,
sabe amar sin condiciones,
porque es amor por sí mismo,
espíritu de vida, soplo de Cristo.

Vuelva el camino del verso,
a blanquear nuestras miradas,
retorne a nosotros por siempre,
el espíritu armónico del pulso.

Hagamos silencio, a la hora
de desear al Señor sobre todo
lo demás, pegándonos a Él,
como si fuésemos a perderlo.

La voz de su timbre es luz,
que resuena en el silencio
y nos resucita cada aurora,
rogándonos vivir sin vegetar.

Dejémonos cohabitar en el verbo,
sin otro verso que la Cruz,
pues la Cruz es la que nos abraza,
y también la que nos redime.

El Creador con su cercanía,
transforma nuestro modo de ser,
lo hace a la manera del sol,
que todo lo ilumina y aclara.

Cuánto más vivos, más humanos,
cuánto más mansos, más de Dios,
cuánto más justos, más hermanos;
y, al fin seremos, lo que sembramos.

Sembremos abecedarios de paz,
propaguemos la lógica del don,
la gracia de sentirnos caminantes,
a merced de la mística de los poetas.