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Columnista - 12 agosto, 2020

La ceguera de Leandro Díaz

Por estos días de tanto azare por la pandemia, he pausado varios momentos sobre la vida de Leandro Díaz Duarte (1928 – 2013).  Me puse a escrudiñar informaciones relacionadas con su gestación, su nacimiento, su crecimiento y la maravilla de su dote como hombre cultor de canciones. Leandro estuvo inmerso en indescifrables habilidades artísticas, con […]

Por estos días de tanto azare por la pandemia, he pausado varios momentos sobre la vida de Leandro Díaz Duarte (1928 – 2013).  Me puse a escrudiñar informaciones relacionadas con su gestación, su nacimiento, su crecimiento y la maravilla de su dote como hombre cultor de canciones.

Leandro estuvo inmerso en indescifrables habilidades artísticas, con un talento literario y una genialidad que nos asombra cada vez que buscamos conocer su riqueza cultural, su gracia y grandeza musical. 

Hace unos días en un grupo de chat con amigos de Codazzi, el queridísimo médico Luis Suárez Ariza, plantó una discusión sobre la posibilidad que Leandro Díaz hubiese nacido con su vista normal y con los años la perdiera.

Me llamó la atención la propuesta del paisano codacense. Siendo muy pelao conocí a Leandro en San Diego, y mi papá (mayor 15 años que Leandro, muy buen amigo de él) me contó muchas historias y anécdotas sobre el compositor y nunca le escuché decir que Leandro había nacido normal de su vista. Fue mi papá quien le regaló a Leandro la madera para el techo de su primera casa en San Diego.

Tomé la inquietud del ilustre galeno Suárez Ariza y empecé a buscar datos. Llamé a Ivo Luis Díaz, su hijo, y corroboró la ceguera de su padre, desde su nacimiento.

Dijo que su papá había nacido ciego y aseguró que era cierto que en la familia han tenido problemas de ceguera, no solamente su tío Urbano, también su otro tío Jaime y varios de los hermanos de su papá.  Incluso, una de las nietas. 

Ivo Luis añadió que hubo una época en que se habló mucho de la ceguera de Leandro y muchos de sus amigos planteaban la idea que lo viera un oftalmólogo, pero él decía: “déjenme quieto, si ya no vi a estas alturas qué voy a ponerme a ver ahora”. 

Sin embargo, los amigos lo hicieron ir a una clínica especializada en Bogotá.  El dictamen fue que, a Leandro al nacer, al parecer le cayó líquido amniótico en los ojos y eso le quemó la retina.

Con la anterior versión se corrobora que desde entonces su papá Abel Duarte lo rechazó y no quiso saber más nada de su hijo recién nacido.

Es decir, se supo de la ceguera a los 8 días de nacido porque sacaron al niño al sol, como era costumbre para el tema de la vitamina D y el pelao ni siquiera pestañeó.  

“Mi papá me contó que él vivía golpeándose cuando caminaba, a golpes aprendió a valerse por sí mismo y en verdad él tenía las piernas muy marcadas por los golpes que se daba”, dijo.

 Ivo también especula que pudo ser posible que su papá en algún momento viera algo, un bulto, pero él no se lo contó.

“Esa compenetración que tuvo mi papá con la naturaleza fue impresionante.  Eso fue una cosa fuera de serie; entonces, la gente especula cuando dicen que Leandro sí veía”, dice.

 “Mi papá era pura melodía, su imaginación era maravillosa, siempre acertaba en sus opiniones”, comentó Ivo Luis Díaz, quien heredó de su papá la musa del canto improvisado y de la composición vallenata.

Finalmente, Ivo Luis reveló que el abuelo de su papá, por parte de madre, era Luis Villa un músico de la región. Luis Villa era hermano del abuelo de Romualdo Brito. Por lo tanto, Romualdo debería ser apellido Villa, pero le pasó como a Leandro que debería llamarse Leandro Duarte Díaz.

Hasta la próxima semana.

Columnista
12 agosto, 2020

La ceguera de Leandro Díaz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Por estos días de tanto azare por la pandemia, he pausado varios momentos sobre la vida de Leandro Díaz Duarte (1928 – 2013).  Me puse a escrudiñar informaciones relacionadas con su gestación, su nacimiento, su crecimiento y la maravilla de su dote como hombre cultor de canciones. Leandro estuvo inmerso en indescifrables habilidades artísticas, con […]


Por estos días de tanto azare por la pandemia, he pausado varios momentos sobre la vida de Leandro Díaz Duarte (1928 – 2013).  Me puse a escrudiñar informaciones relacionadas con su gestación, su nacimiento, su crecimiento y la maravilla de su dote como hombre cultor de canciones.

Leandro estuvo inmerso en indescifrables habilidades artísticas, con un talento literario y una genialidad que nos asombra cada vez que buscamos conocer su riqueza cultural, su gracia y grandeza musical. 

Hace unos días en un grupo de chat con amigos de Codazzi, el queridísimo médico Luis Suárez Ariza, plantó una discusión sobre la posibilidad que Leandro Díaz hubiese nacido con su vista normal y con los años la perdiera.

Me llamó la atención la propuesta del paisano codacense. Siendo muy pelao conocí a Leandro en San Diego, y mi papá (mayor 15 años que Leandro, muy buen amigo de él) me contó muchas historias y anécdotas sobre el compositor y nunca le escuché decir que Leandro había nacido normal de su vista. Fue mi papá quien le regaló a Leandro la madera para el techo de su primera casa en San Diego.

Tomé la inquietud del ilustre galeno Suárez Ariza y empecé a buscar datos. Llamé a Ivo Luis Díaz, su hijo, y corroboró la ceguera de su padre, desde su nacimiento.

Dijo que su papá había nacido ciego y aseguró que era cierto que en la familia han tenido problemas de ceguera, no solamente su tío Urbano, también su otro tío Jaime y varios de los hermanos de su papá.  Incluso, una de las nietas. 

Ivo Luis añadió que hubo una época en que se habló mucho de la ceguera de Leandro y muchos de sus amigos planteaban la idea que lo viera un oftalmólogo, pero él decía: “déjenme quieto, si ya no vi a estas alturas qué voy a ponerme a ver ahora”. 

Sin embargo, los amigos lo hicieron ir a una clínica especializada en Bogotá.  El dictamen fue que, a Leandro al nacer, al parecer le cayó líquido amniótico en los ojos y eso le quemó la retina.

Con la anterior versión se corrobora que desde entonces su papá Abel Duarte lo rechazó y no quiso saber más nada de su hijo recién nacido.

Es decir, se supo de la ceguera a los 8 días de nacido porque sacaron al niño al sol, como era costumbre para el tema de la vitamina D y el pelao ni siquiera pestañeó.  

“Mi papá me contó que él vivía golpeándose cuando caminaba, a golpes aprendió a valerse por sí mismo y en verdad él tenía las piernas muy marcadas por los golpes que se daba”, dijo.

 Ivo también especula que pudo ser posible que su papá en algún momento viera algo, un bulto, pero él no se lo contó.

“Esa compenetración que tuvo mi papá con la naturaleza fue impresionante.  Eso fue una cosa fuera de serie; entonces, la gente especula cuando dicen que Leandro sí veía”, dice.

 “Mi papá era pura melodía, su imaginación era maravillosa, siempre acertaba en sus opiniones”, comentó Ivo Luis Díaz, quien heredó de su papá la musa del canto improvisado y de la composición vallenata.

Finalmente, Ivo Luis reveló que el abuelo de su papá, por parte de madre, era Luis Villa un músico de la región. Luis Villa era hermano del abuelo de Romualdo Brito. Por lo tanto, Romualdo debería ser apellido Villa, pero le pasó como a Leandro que debería llamarse Leandro Duarte Díaz.

Hasta la próxima semana.