Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 4 mayo, 2014

La cátedra de Gabo

“Un Cataquero, con gran imaginación, excelente relato, puso al servicio su talento, para exhibir la realidad de los pueblos y la cultura de lo populacho”, con esta trova, quiero de describir, lo que fue García Márquez, el hombre de las narraciones, que encantaban, y producían magnetismo, sus obras eran testimonios patrios, con el cual nos […]

“Un Cataquero, con gran imaginación, excelente relato, puso al servicio su talento, para exhibir la realidad de los pueblos y la cultura de lo populacho”, con esta trova, quiero de describir, lo que fue García Márquez, el hombre de las narraciones, que encantaban, y producían magnetismo, sus obras eran testimonios patrios, con el cual nos identificamos, pues en cada una de ellas, se exponía, situaciones cotidianas que le podían ocurrir a cualquier paisano.

Le dio valor a lo autóctono, haciéndolo parte de su épica, como la ranchería de los Buendía en “Cien años de Soledad”, termino aborigen, que hace referencia a la morada, original de la Alta Guajira, al igual que en “La Hojarasca” con el indudable pronostico del almanaque Bristol, que se consultaba para la siembra, detalles que rescatan tradición, y que nos recuerda nuestra génesis.

Este hombre inspirado en lo nativo, le puso un toque de fascinación, para convertir en atractivo, lo que otros no vieron, siendo consecuente con el realismo mágico, peculiaridad que impulso sus escritos, lo irreal y ficticio pasaba a lo existente, por ello, el estilo de Gabriel José de la Concordia, conquisto a sus lectores.

Se puede señalar, que lejos de la fabula, fue contestatario, al plasmar la actualidad del país, como “El Coronel no tiene quien le escriba” esperando su pensión, circunstancias que todavía suceden, por ejemplo, al rememorar en “Noticias de un Secuestro” el rapto de Maruja Pachón. Lo rescatable de este literato, fue que siempre tuvo presente a su tierra, y no sospecho de lo contrario, el hecho de honrarlos con un Premio Nobel, muestra su fervor por su cuna, a la que le debe todo, bautizándola como Macondo, en la novela que lo catapulto, aunque se le critica por no ser quien tomo la voz, para hablar de las necesidades de su pueblo, sin embargo, lo inserto en la memoria de muchos, para que no continuara en el olvido.

Su deceso a todos no entristeció, debido a que ilustres, como él, quisiéramos que gozaran de inmortalidad y lucidez para que siguiesen haciendo maravillas, dejándonos un legado de apreciar, por esta razón, no es correcto que se utilice su buen nombre, para polemizar, como algunos necios han hecho, sino homenajearlo, pese a las dificultades con la que se topo, este hijo de lo posible, que dejo huella en todo el mundo, con sus miles de ejemplares traducidos a otros idiomas, sin necesidad de ningún truco, hechizó con su ingenio, enseñándonos que la simpleza enamora, al igual que las mariposas amarillas que siguen a Mauricio Babilonia, a esto se resume la importancia de su misión al escribir, la fantasía e ilusión, gobernaron su pensamiento y cristalizaron sus alegorías, de tal manera que Dios nos dio la oportunidad de deleitarnos de su creación, y la originalidad de Gabo, no fue la excepción.

 

Columnista
4 mayo, 2014

La cátedra de Gabo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Sergio Barranco

“Un Cataquero, con gran imaginación, excelente relato, puso al servicio su talento, para exhibir la realidad de los pueblos y la cultura de lo populacho”, con esta trova, quiero de describir, lo que fue García Márquez, el hombre de las narraciones, que encantaban, y producían magnetismo, sus obras eran testimonios patrios, con el cual nos […]


“Un Cataquero, con gran imaginación, excelente relato, puso al servicio su talento, para exhibir la realidad de los pueblos y la cultura de lo populacho”, con esta trova, quiero de describir, lo que fue García Márquez, el hombre de las narraciones, que encantaban, y producían magnetismo, sus obras eran testimonios patrios, con el cual nos identificamos, pues en cada una de ellas, se exponía, situaciones cotidianas que le podían ocurrir a cualquier paisano.

Le dio valor a lo autóctono, haciéndolo parte de su épica, como la ranchería de los Buendía en “Cien años de Soledad”, termino aborigen, que hace referencia a la morada, original de la Alta Guajira, al igual que en “La Hojarasca” con el indudable pronostico del almanaque Bristol, que se consultaba para la siembra, detalles que rescatan tradición, y que nos recuerda nuestra génesis.

Este hombre inspirado en lo nativo, le puso un toque de fascinación, para convertir en atractivo, lo que otros no vieron, siendo consecuente con el realismo mágico, peculiaridad que impulso sus escritos, lo irreal y ficticio pasaba a lo existente, por ello, el estilo de Gabriel José de la Concordia, conquisto a sus lectores.

Se puede señalar, que lejos de la fabula, fue contestatario, al plasmar la actualidad del país, como “El Coronel no tiene quien le escriba” esperando su pensión, circunstancias que todavía suceden, por ejemplo, al rememorar en “Noticias de un Secuestro” el rapto de Maruja Pachón. Lo rescatable de este literato, fue que siempre tuvo presente a su tierra, y no sospecho de lo contrario, el hecho de honrarlos con un Premio Nobel, muestra su fervor por su cuna, a la que le debe todo, bautizándola como Macondo, en la novela que lo catapulto, aunque se le critica por no ser quien tomo la voz, para hablar de las necesidades de su pueblo, sin embargo, lo inserto en la memoria de muchos, para que no continuara en el olvido.

Su deceso a todos no entristeció, debido a que ilustres, como él, quisiéramos que gozaran de inmortalidad y lucidez para que siguiesen haciendo maravillas, dejándonos un legado de apreciar, por esta razón, no es correcto que se utilice su buen nombre, para polemizar, como algunos necios han hecho, sino homenajearlo, pese a las dificultades con la que se topo, este hijo de lo posible, que dejo huella en todo el mundo, con sus miles de ejemplares traducidos a otros idiomas, sin necesidad de ningún truco, hechizó con su ingenio, enseñándonos que la simpleza enamora, al igual que las mariposas amarillas que siguen a Mauricio Babilonia, a esto se resume la importancia de su misión al escribir, la fantasía e ilusión, gobernaron su pensamiento y cristalizaron sus alegorías, de tal manera que Dios nos dio la oportunidad de deleitarnos de su creación, y la originalidad de Gabo, no fue la excepción.