Del 6 al 9 de junio, Valledupar fue testigo y participó en la segunda Feria del Libro. Uno de los invitados especiales fue el escritor Mario Mendoza.
El escritor Mario Mendoza estuvo presente en la II Feria del Libro de Valledupar para hablar de su última novela: ‘Los vagabundos de Dios’. En una charla que duró poco más de una hora, el autor habló de los caminos que lo inspiraron para su nueva obra. A continuación presentamos un resumen de su discurso.
Uno de los textos más impresionantes de este país son los textos de la JEP. Los testimonios que uno lee de los excombatientes son tremendos. Las historias son alucinantes: cómo esa gente tan joven, niños y niñas, aguantaron eso. Cómo soportaron la guerra, cómo mataron y tienen que seguir viviendo después de matar. ¿Cuáles son las pesadillas que los visitan? Son testimonios desgarradores.
De alguna manera, pertenecemos a un país que una y otra vez está en descenso, tiene que estar sanando y curando. Es ahí cuando entra la palabra clave: catarsis. Significa la purificación mediante un ejercicio casi siempre ligado al arte.
El arte, la medicina y la religión eran una misma cosa al comienzo de la historia de la humanidad. Eso estaba pegado. No eran tres cosas distintas, eran una sola cosa. Por eso un chamán es un médico del cuerpo, es un sacerdote y es un poeta. Todas esas fuerzas están unidas en un solo individuo. Poco a poco se va separando la religión; los médicos se especializan en la salud del cuerpo y los artistas se van por el lado creativo.
Pero de esa unión primigenia hay algo del arte que le pertenecía a la medicina: la catarsis. ¿A qué van los griegos al teatro en el siglo V? A sanar. ¿Qué hace uno cuando está viendo Edipo rey? Edipo en la última cena se arranca los ojos y da un discurso tremendo y pregunta cómo es posible que los dioses lo castiguen de ese modo. Uno va al teatro a dejar que la fuerza oscura de nuestra alma se la lleve Edipo consigo. Yo voy al teatro y en el momento de los gritos de Edipo, al final de la obra, yo siento que mi dolor se va con Edipo. Y salgo purificado, como libre, como que algo sucedió durante la obra. Y puede pasar con una sonata, en la música, en el cine, en medio de una lectura.
Cuando lloramos leyendo, son lágrimas catárticas. El personaje se lleva mi dolor y yo quedo libre y siento que puedo respirar y que alguien me ha sanado. Vargas Llosa decía que fantaseó con suicidarse mientras estaba en París. Sentía que nunca lograría ser un gran escritor. Y de repente lee ‘Madame Bovary’ y dice: “Ema se suicida para que yo pueda vivir”.
De alguna manera, la obsesión del suicidio se la lleva Ema y queda sanado. La literatura sana, la poesía sana. ¿De dónde viene esa fuerza? De la medicina, porque eran una sola cosa. Uno no va al médico a sanarse, uno abre una gran novela y dice: “Eso era lo que mi espíritu necesitaba”.
La catarsis no es que, si estoy en el descenso, por contraposición lo que necesito es alegría, fiesta, juerga. No funciona así. Funciona por homeopatía: lo similar cura lo similar. Entonces si yo estoy dolido no necesito que me digan que estoy solo. Yo necesito más dolor porque es el sufrimiento lo que sana el dolor. Rarísimo, pero así funciona la mente, el espíritu.
Cuando llega Fernan aparece, Picasso empieza el ascenso de los infiernos, y empieza a subir hasta que queda libre y puede estar de nuevo con los suyos.
Hermes era el dios de los astutos, del viaje. Los griegos diferenciaban la inteligencia de la astucia. El inteligente es el erudito, el que lee mucho. Pero la astucia es otra cosa, es algo más callejero, de la picaresca. Ese era Hermes.
El norte de África colindaba con la península ibérica. Ahora se llama el Estrecho de Gibraltar, pero antiguamente se llamaba ‘Las columnas de Hércules’. Uno está parado en el estrecho y uno alcanza a ver las columnas de Hércules, que era el fin del mundo. Las naves de los griegos llegaban hasta las columnas de Hércules y daban la vuelta.
Eso se llamaba del Mare Nostrum, de lo conocido, al Mare Tenebrarum, lo desconocido, el misterio. Hay unos investigadores que afirman que Ulises es el primer viajero que cruza las columnas de Hércules. La astucia de Hermes lo ayuda para que cruce y no tenga miedo.
Muchas veces, en la mente, no en el espacio del planeta, somos viajeros que estamos enfrentados entre lo conocido y lo desconocido. A veces tenemos que salir de la zona de confort y enfrentamos ese dilema: ¿qué hago? El Mare Tenebrarum puede ser momentos de locura total. Durante la pandemia yo sentí eso, que estaba delirando. En la novela lo encontrarán. Sentí que perdí el principio de la realidad.
Del Mare Nostrum a Mare Tenebrarum puede significar al viaje de la locura. Pero hay que aguantar. Y tranquilo, hay que seguir viajando, hasta un destino posible. El viaje del héroe es salir de lo conocido y cruzar el umbral, donde nadie lo conoce y no saber qué le espera. Sin embargo, aparece un mensajero que nos indica algo, hasta que finalmente toca enfrentar al enemigo, que soy yo mismo. Si nosotros logramos aguantar, el héroe regresa con un mensaje que debe modificar el entorno. Ya no es el mismo.
En la novela, Adán Santana aunque acomete el viaje con cierto coraje, se da cuenta que nada de lo que está pasando tiene sentido si no lo escribe, sino escribe un libro.
Wakefield es un pequeño relato, una crónica. Es la historia de un tipo que vive en una ciudad y tiene ganas de viajar. Y dice: “Yo quisiera ir a África, a Asia”. Pero resulta que no tiene plata. Entonces un día va regresando a su casa y dice: “Hoy podría no regresar. ¿Qué pasaría si no regreso a mi casa?”. La idea lo sobrecoge y es atrapado, y se convierte en una obsesión. Y no llega a su casa, llega a un hotel y arrienda una habitación en la calle de al lado. Y mira a su casa y empieza a ver si lo extrañan o no. Se pregunta qué pasará y se queda vigilando.
Al día siguiente tampoco regresó. Ahí se va quedando poco a poco y se deja de afeitar y se da cuenta que llegó la policía. Hasta que un día dice: conseguiré otro trabajo y nunca regresa. 20 años después va caminando y dice: “Hoy podría regresar a mi casa”, y toca la puerta y sale su mujer ya canosa.
Yo creo que todos han tenido familiares que dicen: “Ya vengo, voy a comprar cigarrillos”, y no vuelven nunca más. A eso se le llama vector de extraterritoriedad. No necesariamente tenemos que irnos a Asia. No se trata de grandes viajes, sino de cosas sutiles, pequeñas. Un desplazamiento a la calle de al lado puede generar un cambio radical.
Aroldo Conti escribe una novela llamada ‘Mascaró, el cazador americano’. Es la historia de Oreste y el príncipe Patagón, quienes tienen un circo. Y en la medida que van avanzando y viajando se van cambiando los nombres y se llaman diferente según el pueblo. Y ambos van confabulando, pero en realidad mutan y se transforman en otros.
Cuando llega la dictadura a Argentina en 1976, el Ejército y la Policía y lo que se llamó la Alianza Anticomunista (AAA), consideraron peligrosa la novela de Conti. En internet está un informe sobre la novela de Conti, en el que el Ejército señala que las mutaciones de la novela de Conti son peligrosas porque llaman a la comunidad a la transformación de sí mismos. Increíble. Cómo una novela puede ser peligrosa solo por el desplazamiento del personaje.
¿Qué es eso? Claro, El Quijote. En Don Quijote de La Mancha sale Alfonso Quijano por la puerta de atrás, se ordena caballero andante en una noche de juerga. Cuando regresa le dan una paliza. Un vecino lo recoge y lo mete dentro de una carreta, y lo lleva a la granja y le dice: ‘Yo sé quién es usted, Alonso Quijano, el que tiene cerdos en la granja’.
Y él le responde: “No, está equivocado. Yo no soy ese tipo. Yo soy un caballero andante. Yo soy Don Quijote de La Mancha”. Y el tipo piensa que está medio trastornado y le responde: “Usted vive con Teresa Panza y con Sancho Panza”.
Alfonso Quijano le dice: “No me diga quién soy, que yo sé muy bien quién soy y quién puedo llegar a ser”. Esa frase de Cervantes es el centro de todo El Quijote. Uno no es quien necesariamente cree la gente que uno es, uno es quien decide ser.
(Volviendo a Conti) La novela es sojuzgada y condenada en el informe, y Conti es perseguido y capturado, y lo mandan al Vesubio, una de las cárceles más duras durante la dictadura. Es increíble porque en la novela a Oreste le pasa lo mismo. Alguien considera que es peligroso y lo detienen y lo someten a torturas. Lo mataron por algo que está en el centro de su literatura: el llamado a la emancipación.
Porque al sistema le conviene es todo lo contrario: quédense quietos, hagan mercados, no piensen mucho, sigan haciendo lo suyo y creyendo que todo está bien. Eso es lo que el sistema fomenta y patrocina.
Pero de pronto llega alguien y dice: “No, rebelense, ustedes son más que ustedes mismos. Ustedes pueden ser superiores a ustedes mismos”. Eso es tremendo. Y es un llamado pacífico, sin embargo, es peligrosísimo.
Los Tarahumaras no solamente son los corredores más sorprendentes del planeta. Es una tribu mexicana entrenada desde niños para cruzar grandes cordilleras y montañas. Son los grandes chamanes de la carrera, porque son sacerdotes.
Corren ultramaratones. Los maratones son de 42 kilómetros, los Tarahumaras corren más allá de los 100 kilómetros. Pero hay un momento en el cual el movimiento del cuerpo en el espacio suspende la conciencia y el sujeto entra en estado de éxtasis, del griego ‘ek stasis’, que significa “estar fuera de uno mismo”, el que no está, el que se fue.
Y durante la carrera, en la medida que van corriendo, se conectan con la otredad, al Mare Tenebrarum, al delirio, la locura, se suspenden esos corredores.
Los corredores de ultramaratones llegan con tenis Adidas, Nike, llevan médicos, especialistas, sicólogos, toda la preparación para correr más de 100 kilómetros. Pero de repente una indígena tarahumara con falda y alpargatas. Arranca la carrera y sale ella soplada y no la logran alcanzar. Es una mujer que vive en permanente estado de fuga.
Por Redacción EL PILÓN
Del 6 al 9 de junio, Valledupar fue testigo y participó en la segunda Feria del Libro. Uno de los invitados especiales fue el escritor Mario Mendoza.
El escritor Mario Mendoza estuvo presente en la II Feria del Libro de Valledupar para hablar de su última novela: ‘Los vagabundos de Dios’. En una charla que duró poco más de una hora, el autor habló de los caminos que lo inspiraron para su nueva obra. A continuación presentamos un resumen de su discurso.
Uno de los textos más impresionantes de este país son los textos de la JEP. Los testimonios que uno lee de los excombatientes son tremendos. Las historias son alucinantes: cómo esa gente tan joven, niños y niñas, aguantaron eso. Cómo soportaron la guerra, cómo mataron y tienen que seguir viviendo después de matar. ¿Cuáles son las pesadillas que los visitan? Son testimonios desgarradores.
De alguna manera, pertenecemos a un país que una y otra vez está en descenso, tiene que estar sanando y curando. Es ahí cuando entra la palabra clave: catarsis. Significa la purificación mediante un ejercicio casi siempre ligado al arte.
El arte, la medicina y la religión eran una misma cosa al comienzo de la historia de la humanidad. Eso estaba pegado. No eran tres cosas distintas, eran una sola cosa. Por eso un chamán es un médico del cuerpo, es un sacerdote y es un poeta. Todas esas fuerzas están unidas en un solo individuo. Poco a poco se va separando la religión; los médicos se especializan en la salud del cuerpo y los artistas se van por el lado creativo.
Pero de esa unión primigenia hay algo del arte que le pertenecía a la medicina: la catarsis. ¿A qué van los griegos al teatro en el siglo V? A sanar. ¿Qué hace uno cuando está viendo Edipo rey? Edipo en la última cena se arranca los ojos y da un discurso tremendo y pregunta cómo es posible que los dioses lo castiguen de ese modo. Uno va al teatro a dejar que la fuerza oscura de nuestra alma se la lleve Edipo consigo. Yo voy al teatro y en el momento de los gritos de Edipo, al final de la obra, yo siento que mi dolor se va con Edipo. Y salgo purificado, como libre, como que algo sucedió durante la obra. Y puede pasar con una sonata, en la música, en el cine, en medio de una lectura.
Cuando lloramos leyendo, son lágrimas catárticas. El personaje se lleva mi dolor y yo quedo libre y siento que puedo respirar y que alguien me ha sanado. Vargas Llosa decía que fantaseó con suicidarse mientras estaba en París. Sentía que nunca lograría ser un gran escritor. Y de repente lee ‘Madame Bovary’ y dice: “Ema se suicida para que yo pueda vivir”.
De alguna manera, la obsesión del suicidio se la lleva Ema y queda sanado. La literatura sana, la poesía sana. ¿De dónde viene esa fuerza? De la medicina, porque eran una sola cosa. Uno no va al médico a sanarse, uno abre una gran novela y dice: “Eso era lo que mi espíritu necesitaba”.
La catarsis no es que, si estoy en el descenso, por contraposición lo que necesito es alegría, fiesta, juerga. No funciona así. Funciona por homeopatía: lo similar cura lo similar. Entonces si yo estoy dolido no necesito que me digan que estoy solo. Yo necesito más dolor porque es el sufrimiento lo que sana el dolor. Rarísimo, pero así funciona la mente, el espíritu.
Cuando llega Fernan aparece, Picasso empieza el ascenso de los infiernos, y empieza a subir hasta que queda libre y puede estar de nuevo con los suyos.
Hermes era el dios de los astutos, del viaje. Los griegos diferenciaban la inteligencia de la astucia. El inteligente es el erudito, el que lee mucho. Pero la astucia es otra cosa, es algo más callejero, de la picaresca. Ese era Hermes.
El norte de África colindaba con la península ibérica. Ahora se llama el Estrecho de Gibraltar, pero antiguamente se llamaba ‘Las columnas de Hércules’. Uno está parado en el estrecho y uno alcanza a ver las columnas de Hércules, que era el fin del mundo. Las naves de los griegos llegaban hasta las columnas de Hércules y daban la vuelta.
Eso se llamaba del Mare Nostrum, de lo conocido, al Mare Tenebrarum, lo desconocido, el misterio. Hay unos investigadores que afirman que Ulises es el primer viajero que cruza las columnas de Hércules. La astucia de Hermes lo ayuda para que cruce y no tenga miedo.
Muchas veces, en la mente, no en el espacio del planeta, somos viajeros que estamos enfrentados entre lo conocido y lo desconocido. A veces tenemos que salir de la zona de confort y enfrentamos ese dilema: ¿qué hago? El Mare Tenebrarum puede ser momentos de locura total. Durante la pandemia yo sentí eso, que estaba delirando. En la novela lo encontrarán. Sentí que perdí el principio de la realidad.
Del Mare Nostrum a Mare Tenebrarum puede significar al viaje de la locura. Pero hay que aguantar. Y tranquilo, hay que seguir viajando, hasta un destino posible. El viaje del héroe es salir de lo conocido y cruzar el umbral, donde nadie lo conoce y no saber qué le espera. Sin embargo, aparece un mensajero que nos indica algo, hasta que finalmente toca enfrentar al enemigo, que soy yo mismo. Si nosotros logramos aguantar, el héroe regresa con un mensaje que debe modificar el entorno. Ya no es el mismo.
En la novela, Adán Santana aunque acomete el viaje con cierto coraje, se da cuenta que nada de lo que está pasando tiene sentido si no lo escribe, sino escribe un libro.
Wakefield es un pequeño relato, una crónica. Es la historia de un tipo que vive en una ciudad y tiene ganas de viajar. Y dice: “Yo quisiera ir a África, a Asia”. Pero resulta que no tiene plata. Entonces un día va regresando a su casa y dice: “Hoy podría no regresar. ¿Qué pasaría si no regreso a mi casa?”. La idea lo sobrecoge y es atrapado, y se convierte en una obsesión. Y no llega a su casa, llega a un hotel y arrienda una habitación en la calle de al lado. Y mira a su casa y empieza a ver si lo extrañan o no. Se pregunta qué pasará y se queda vigilando.
Al día siguiente tampoco regresó. Ahí se va quedando poco a poco y se deja de afeitar y se da cuenta que llegó la policía. Hasta que un día dice: conseguiré otro trabajo y nunca regresa. 20 años después va caminando y dice: “Hoy podría regresar a mi casa”, y toca la puerta y sale su mujer ya canosa.
Yo creo que todos han tenido familiares que dicen: “Ya vengo, voy a comprar cigarrillos”, y no vuelven nunca más. A eso se le llama vector de extraterritoriedad. No necesariamente tenemos que irnos a Asia. No se trata de grandes viajes, sino de cosas sutiles, pequeñas. Un desplazamiento a la calle de al lado puede generar un cambio radical.
Aroldo Conti escribe una novela llamada ‘Mascaró, el cazador americano’. Es la historia de Oreste y el príncipe Patagón, quienes tienen un circo. Y en la medida que van avanzando y viajando se van cambiando los nombres y se llaman diferente según el pueblo. Y ambos van confabulando, pero en realidad mutan y se transforman en otros.
Cuando llega la dictadura a Argentina en 1976, el Ejército y la Policía y lo que se llamó la Alianza Anticomunista (AAA), consideraron peligrosa la novela de Conti. En internet está un informe sobre la novela de Conti, en el que el Ejército señala que las mutaciones de la novela de Conti son peligrosas porque llaman a la comunidad a la transformación de sí mismos. Increíble. Cómo una novela puede ser peligrosa solo por el desplazamiento del personaje.
¿Qué es eso? Claro, El Quijote. En Don Quijote de La Mancha sale Alfonso Quijano por la puerta de atrás, se ordena caballero andante en una noche de juerga. Cuando regresa le dan una paliza. Un vecino lo recoge y lo mete dentro de una carreta, y lo lleva a la granja y le dice: ‘Yo sé quién es usted, Alonso Quijano, el que tiene cerdos en la granja’.
Y él le responde: “No, está equivocado. Yo no soy ese tipo. Yo soy un caballero andante. Yo soy Don Quijote de La Mancha”. Y el tipo piensa que está medio trastornado y le responde: “Usted vive con Teresa Panza y con Sancho Panza”.
Alfonso Quijano le dice: “No me diga quién soy, que yo sé muy bien quién soy y quién puedo llegar a ser”. Esa frase de Cervantes es el centro de todo El Quijote. Uno no es quien necesariamente cree la gente que uno es, uno es quien decide ser.
(Volviendo a Conti) La novela es sojuzgada y condenada en el informe, y Conti es perseguido y capturado, y lo mandan al Vesubio, una de las cárceles más duras durante la dictadura. Es increíble porque en la novela a Oreste le pasa lo mismo. Alguien considera que es peligroso y lo detienen y lo someten a torturas. Lo mataron por algo que está en el centro de su literatura: el llamado a la emancipación.
Porque al sistema le conviene es todo lo contrario: quédense quietos, hagan mercados, no piensen mucho, sigan haciendo lo suyo y creyendo que todo está bien. Eso es lo que el sistema fomenta y patrocina.
Pero de pronto llega alguien y dice: “No, rebelense, ustedes son más que ustedes mismos. Ustedes pueden ser superiores a ustedes mismos”. Eso es tremendo. Y es un llamado pacífico, sin embargo, es peligrosísimo.
Los Tarahumaras no solamente son los corredores más sorprendentes del planeta. Es una tribu mexicana entrenada desde niños para cruzar grandes cordilleras y montañas. Son los grandes chamanes de la carrera, porque son sacerdotes.
Corren ultramaratones. Los maratones son de 42 kilómetros, los Tarahumaras corren más allá de los 100 kilómetros. Pero hay un momento en el cual el movimiento del cuerpo en el espacio suspende la conciencia y el sujeto entra en estado de éxtasis, del griego ‘ek stasis’, que significa “estar fuera de uno mismo”, el que no está, el que se fue.
Y durante la carrera, en la medida que van corriendo, se conectan con la otredad, al Mare Tenebrarum, al delirio, la locura, se suspenden esos corredores.
Los corredores de ultramaratones llegan con tenis Adidas, Nike, llevan médicos, especialistas, sicólogos, toda la preparación para correr más de 100 kilómetros. Pero de repente una indígena tarahumara con falda y alpargatas. Arranca la carrera y sale ella soplada y no la logran alcanzar. Es una mujer que vive en permanente estado de fuga.
Por Redacción EL PILÓN