Para muchos el oficio de taxista es algo de menos valía, y por eso los insultan, ofenden y a veces les pagan lo que se les viene en gana. Para nosotros los artistas no, ellos son nuestros buenos aliados, nos prestan el servicio con gusto, y saben de vallenato. El oficio del taxista lo comparo […]
Para muchos el oficio de taxista es algo de menos valía, y por eso los insultan, ofenden y a veces les pagan lo que se les viene en gana. Para nosotros los artistas no, ellos son nuestros buenos aliados, nos prestan el servicio con gusto, y saben de vallenato.
El oficio del taxista lo comparo con el de los bomberos que apagan fuego y son considerados héroes; los taxistas ayudan todos los días a personas a cumplir horarios y compromisos, a veces salvan vidas de gente infartadas llevándolos a las clínicas a tiempo, etc.
Hace un tiempo atrás conocí a un taxista de nombre Leonardo Montalvo, él me contó: “Yo fui el taxista de confianza de Diomedes Díaz por espacio de dos años; un día de tantos me mandó a entrar a su habitación y me sorprendió con una camisa, era una Versace, original italiana, la cual conservé por mucho tiempo como una reliquia, pero por crisis económica la puse en subasta, a través del periódico El Tiempo, me salieron decenas de ofertantes, me incliné por un comerciante, fue el que más me ofreció; siete mil quinientos dólares que en ese tiempo al cambio sumaban tal vez trece millones de pesos, eso fue en el 2016”.
Siguió: “El hombre me dijo: ‘Yo tengo una cadena de restaurantes y viajo al exterior, guárdame la camisa, voy cierro un negocio y me dices dónde te consigno la mitad del dinero y nos encontramos en Cartagena, me das mi camisa, yo te entrego el resto’. Pero en la semana siguiente, salió la noticia en el periódico: asesinado comerciante en México. Tomé el periódico y comparé la foto del periódico con la que yo tenía en mi celular y era el mismo; realmente sentí mucho dolor por el señor y desencanto con el negocio”.
“Mis apuros siguieron y tuve que aceptar al que insistía llamándome, me ofrecía un millón de pesos, pero no podía viajar a Bogotá, él no podía venir y me dijo: ‘No le puedo girar la plata, porque: ¿quién me garantiza que usted me manda la camisa?’. Y yo le dije: ‘No le puedo enviar la camisa porque, ¿quién me garantiza que usted me va girar la plata?’. Entonces pensé en mi prima, y claro, ella con gusto dijo que sí”.
Y finalizó: “Le mandé la camisa y el hombre al recibirla, no solo le dio el millón de pesos sino que le dio cincuenta mil pesos de más porque se enamoró de mi prima; ella tomó el millón de pesos para celebrarle los quince años a su hija y para mi consuelo me mandó un álbum de fotos de la fiesta de su hija y fue tan fuerte el asunto, que sufrí una enorme depresión porque esa fue la ganancia que tuve de la camisa del cacique”.
Para muchos el oficio de taxista es algo de menos valía, y por eso los insultan, ofenden y a veces les pagan lo que se les viene en gana. Para nosotros los artistas no, ellos son nuestros buenos aliados, nos prestan el servicio con gusto, y saben de vallenato. El oficio del taxista lo comparo […]
Para muchos el oficio de taxista es algo de menos valía, y por eso los insultan, ofenden y a veces les pagan lo que se les viene en gana. Para nosotros los artistas no, ellos son nuestros buenos aliados, nos prestan el servicio con gusto, y saben de vallenato.
El oficio del taxista lo comparo con el de los bomberos que apagan fuego y son considerados héroes; los taxistas ayudan todos los días a personas a cumplir horarios y compromisos, a veces salvan vidas de gente infartadas llevándolos a las clínicas a tiempo, etc.
Hace un tiempo atrás conocí a un taxista de nombre Leonardo Montalvo, él me contó: “Yo fui el taxista de confianza de Diomedes Díaz por espacio de dos años; un día de tantos me mandó a entrar a su habitación y me sorprendió con una camisa, era una Versace, original italiana, la cual conservé por mucho tiempo como una reliquia, pero por crisis económica la puse en subasta, a través del periódico El Tiempo, me salieron decenas de ofertantes, me incliné por un comerciante, fue el que más me ofreció; siete mil quinientos dólares que en ese tiempo al cambio sumaban tal vez trece millones de pesos, eso fue en el 2016”.
Siguió: “El hombre me dijo: ‘Yo tengo una cadena de restaurantes y viajo al exterior, guárdame la camisa, voy cierro un negocio y me dices dónde te consigno la mitad del dinero y nos encontramos en Cartagena, me das mi camisa, yo te entrego el resto’. Pero en la semana siguiente, salió la noticia en el periódico: asesinado comerciante en México. Tomé el periódico y comparé la foto del periódico con la que yo tenía en mi celular y era el mismo; realmente sentí mucho dolor por el señor y desencanto con el negocio”.
“Mis apuros siguieron y tuve que aceptar al que insistía llamándome, me ofrecía un millón de pesos, pero no podía viajar a Bogotá, él no podía venir y me dijo: ‘No le puedo girar la plata, porque: ¿quién me garantiza que usted me manda la camisa?’. Y yo le dije: ‘No le puedo enviar la camisa porque, ¿quién me garantiza que usted me va girar la plata?’. Entonces pensé en mi prima, y claro, ella con gusto dijo que sí”.
Y finalizó: “Le mandé la camisa y el hombre al recibirla, no solo le dio el millón de pesos sino que le dio cincuenta mil pesos de más porque se enamoró de mi prima; ella tomó el millón de pesos para celebrarle los quince años a su hija y para mi consuelo me mandó un álbum de fotos de la fiesta de su hija y fue tan fuerte el asunto, que sufrí una enorme depresión porque esa fue la ganancia que tuve de la camisa del cacique”.