La primera vez que escuché de Camila Abuabara fue el año pasado cuando una amiga me contó su historia. En ese momento Camila solo era Camila, una paciente anónima internada en el área de oncología de la FOSCAL en Bucaramanga, no salía en medios, no entregaba entrevistas y sus días se pasaban leyendo ante la […]
La primera vez que escuché de Camila Abuabara fue el año pasado cuando una amiga me contó su historia. En ese momento Camila solo era Camila, una paciente anónima internada en el área de oncología de la FOSCAL en Bucaramanga, no salía en medios, no entregaba entrevistas y sus días se pasaban leyendo ante la mirada enternecedora de su madre que siempre la acompañaba. Su petición era sencilla, quería recibir a distancia las últimas clases de Derecho que le faltaban y hacer los exámenes desde su cama de hospital para poderse graduar como abogada, cumpliendo así su último deseo.
Viajé a conocerla y tras pasar los controles sanitarios pude entablar varias conversaciones con ella que terminaron en un video viral en el que le pide al rector de su universidad que le dé una oportunidad. La estrategia funcionó y con el hashtag #PorUnSíACamila logramos que las emisoras, los periódicos y las redes sociales ejercieran presión suficiente para que las directivas no tuvieran otra alternativa que atender nuestro llamado.
La última vez que me contactó fue en diciembre, entonces me relató que su EPS proponía por practicidad y costos hacerle el trasplante que necesitaba en Medellín y no en Bucaramanga, como ella quería. Que estaba psicológicamente cansada, que este era su intento final, que no iba a ningún lado y que alguien le iba a redactar una tutela para exigir la operación allí. “Hablamos después” fue lo último que escribió al ver que mi reacción no fue igual que la primera vez. En mi opinión ese vuelo de 35 minutos hasta Medellín era algo razonable contra el desgaste de acudir a un juzgado gastando el preciado tiempo que le quedaba.
Entenderán mi sorpresa cuando supe que partió a Houston para iniciar un tratamiento experimental. Me alegré de saber que había esperanzas de sanación, pero no pude dejar de preguntarme qué habría pasado si se hubiese operado en Medellín cuando tuvo la oportunidad. Nunca imaginé que la valiente niña que me presentaron esa mañana sería la protagonista del trascendental caso que sentaría el precedente de si un paciente puede exigir a su EPS que pague un procedimiento en el exterior aun cuando el mismo se puede practicar en el país.
Pero ahora algo es diferente. La escucho en radio y no reconozco su candor. La Camila que yo conocí no es la que hoy sale a pedir la renuncia del Ministro de Salud, ni sanciones contra entidades, ni deja que su causa se permee por políticos y abogados oportunistas.
Añoro su recuperación igual que el primer día cuando nadie sabía quién era ella, y seguro más que los que hoy le hablan al oído solo para utilizarla buscando protagonismo mediático, pero soy consciente de que si su tutela se falla a favor la brecha que se abriría desangraría el sistema de salud en cuestión de años, no por su cirugía, sino por las miles que vendrían.
Con el alma impregnada de dolor, Camila, te pido que vuelvas y te operes, no le des más largas a esto, no de nuevo.
[email protected]
@FuadChacon
La primera vez que escuché de Camila Abuabara fue el año pasado cuando una amiga me contó su historia. En ese momento Camila solo era Camila, una paciente anónima internada en el área de oncología de la FOSCAL en Bucaramanga, no salía en medios, no entregaba entrevistas y sus días se pasaban leyendo ante la […]
La primera vez que escuché de Camila Abuabara fue el año pasado cuando una amiga me contó su historia. En ese momento Camila solo era Camila, una paciente anónima internada en el área de oncología de la FOSCAL en Bucaramanga, no salía en medios, no entregaba entrevistas y sus días se pasaban leyendo ante la mirada enternecedora de su madre que siempre la acompañaba. Su petición era sencilla, quería recibir a distancia las últimas clases de Derecho que le faltaban y hacer los exámenes desde su cama de hospital para poderse graduar como abogada, cumpliendo así su último deseo.
Viajé a conocerla y tras pasar los controles sanitarios pude entablar varias conversaciones con ella que terminaron en un video viral en el que le pide al rector de su universidad que le dé una oportunidad. La estrategia funcionó y con el hashtag #PorUnSíACamila logramos que las emisoras, los periódicos y las redes sociales ejercieran presión suficiente para que las directivas no tuvieran otra alternativa que atender nuestro llamado.
La última vez que me contactó fue en diciembre, entonces me relató que su EPS proponía por practicidad y costos hacerle el trasplante que necesitaba en Medellín y no en Bucaramanga, como ella quería. Que estaba psicológicamente cansada, que este era su intento final, que no iba a ningún lado y que alguien le iba a redactar una tutela para exigir la operación allí. “Hablamos después” fue lo último que escribió al ver que mi reacción no fue igual que la primera vez. En mi opinión ese vuelo de 35 minutos hasta Medellín era algo razonable contra el desgaste de acudir a un juzgado gastando el preciado tiempo que le quedaba.
Entenderán mi sorpresa cuando supe que partió a Houston para iniciar un tratamiento experimental. Me alegré de saber que había esperanzas de sanación, pero no pude dejar de preguntarme qué habría pasado si se hubiese operado en Medellín cuando tuvo la oportunidad. Nunca imaginé que la valiente niña que me presentaron esa mañana sería la protagonista del trascendental caso que sentaría el precedente de si un paciente puede exigir a su EPS que pague un procedimiento en el exterior aun cuando el mismo se puede practicar en el país.
Pero ahora algo es diferente. La escucho en radio y no reconozco su candor. La Camila que yo conocí no es la que hoy sale a pedir la renuncia del Ministro de Salud, ni sanciones contra entidades, ni deja que su causa se permee por políticos y abogados oportunistas.
Añoro su recuperación igual que el primer día cuando nadie sabía quién era ella, y seguro más que los que hoy le hablan al oído solo para utilizarla buscando protagonismo mediático, pero soy consciente de que si su tutela se falla a favor la brecha que se abriría desangraría el sistema de salud en cuestión de años, no por su cirugía, sino por las miles que vendrían.
Con el alma impregnada de dolor, Camila, te pido que vuelvas y te operes, no le des más largas a esto, no de nuevo.
[email protected]
@FuadChacon