Por ser un tema que no pasa de moda, con una grave incidencia social que carcome lo más profundo de nuestro ser, nos vimos precisados escribir sobre este tema diferente al que escribimos permanentemente, el ambiente, el cual no dejaré de tratarlo por las incidencias que tiene en la crisis ambiental. Con este artículo no […]
Por ser un tema que no pasa de moda, con una grave incidencia social que carcome lo más profundo de nuestro ser, nos vimos precisados escribir sobre este tema diferente al que escribimos permanentemente, el ambiente, el cual no dejaré de tratarlo por las incidencias que tiene en la crisis ambiental.
Con este artículo no buscamos entrar a redactar un “código de ética” particular, que dé la impresión de estar escogiendo cuales leyes se cumplan y cuáles no. Vamos a mencionar algunos puntos fundamentales sobre esto que tanto nos preocupa.
El ejemplo moral es el principal instrumento en la lucha contra la corrupción y sino preguntémosle al que hizo grande a Singapur, Lee Kuan Yew, quien impuso allí la ética pública con base en que la honradez es sagrada.
De inmediato digamos que para nuestro país requerimos una tabla de ética rígida en contra de la deplorable tolerancia moral en que nos desenvolvemos nosotros, y claro, hay que empezar con un elemento de credibilidad y es el de la rigidez moral, comenzando por todos los poderes de la administración pública, es decir, hay que cambiar la tolerancia moral de la administración pública y obviamente introducir en todo el estamento educativo la cátedra de la ética o la honradez, buscando lograr lo que se llama el tono moral de la nación, en el entendido que el punto débil de las democracias es el tema moral, precisando de inmediato que los politiqueros no pueden ni deben ser los agentes de la destrucción de la riqueza pública, minando la fe del pueblo en el sistema político.
Hay que pensar que para salvar la democracia que la opinión identifica con el método de corrupción, es preciso adelantar una campaña tan drástica de moralización que sus resultados sean verdaderamente revolucionarios, ¿será que las campañas políticas a conciencia se le miden a ello?
En este aspecto es bueno aplicar todas las propuestas de moralización que están surgiendo para el evento político electoral que se avecina, para seleccionar los más eficaces y ponerlos en práctica al reconocer que la justicia ha hecho colapso en el sistema colombiano porque ha perdido su capacidad probatoria y su capacidad de sentencia.
La capacidad probatoria la ha perdido porque los códigos, especialmente el penal, han sido redactados por muchos años bajo la influencia de los abogados defensores y en muchos casos hasta ellos ha llegado la influencia política del narcotráfico y otros delitos. No es arriesgado expresar que los mecanismos de investigación criminal han sido insuficientes para buscar técnica y científicamente las pruebas del delito.
Muchos creemos que la justicia es un organismo, o un cuerpo de magistrados, o un edificio lleno de tribunales, o un libro gordo lleno de leyes y de incisos, pero la justicia no es nada de lo anterior, no es, ni siquiera una institución política. La justicia es el efecto resultante de la aplicación de la ley. Por esto la paz, a su turno es la expresión de la justicia. No puede haber paz basada en la impunidad, porque el no castigo del delito es una forma de violencia moral.
Decir aquí que es preciso evitar la prescripción de los delitos contra el erario, para establecer que no habrá prescripción para este tipo de delitos. Así las cosas, el tiempo correrá en contra del funcionario venal, en lugar de correr en favor y esta medida disuade el delito administrativo. Finalmente decir que hay que establecer un sistema de justicia que asuste a los delincuentes. Debemos pensar en una legislación rígida que condene con mayor severidad la reincidencia en el delito y valore especialmente los elementos agravantes del crimen en lugar de considerar solamente los atenuantes.
Por ser un tema que no pasa de moda, con una grave incidencia social que carcome lo más profundo de nuestro ser, nos vimos precisados escribir sobre este tema diferente al que escribimos permanentemente, el ambiente, el cual no dejaré de tratarlo por las incidencias que tiene en la crisis ambiental. Con este artículo no […]
Por ser un tema que no pasa de moda, con una grave incidencia social que carcome lo más profundo de nuestro ser, nos vimos precisados escribir sobre este tema diferente al que escribimos permanentemente, el ambiente, el cual no dejaré de tratarlo por las incidencias que tiene en la crisis ambiental.
Con este artículo no buscamos entrar a redactar un “código de ética” particular, que dé la impresión de estar escogiendo cuales leyes se cumplan y cuáles no. Vamos a mencionar algunos puntos fundamentales sobre esto que tanto nos preocupa.
El ejemplo moral es el principal instrumento en la lucha contra la corrupción y sino preguntémosle al que hizo grande a Singapur, Lee Kuan Yew, quien impuso allí la ética pública con base en que la honradez es sagrada.
De inmediato digamos que para nuestro país requerimos una tabla de ética rígida en contra de la deplorable tolerancia moral en que nos desenvolvemos nosotros, y claro, hay que empezar con un elemento de credibilidad y es el de la rigidez moral, comenzando por todos los poderes de la administración pública, es decir, hay que cambiar la tolerancia moral de la administración pública y obviamente introducir en todo el estamento educativo la cátedra de la ética o la honradez, buscando lograr lo que se llama el tono moral de la nación, en el entendido que el punto débil de las democracias es el tema moral, precisando de inmediato que los politiqueros no pueden ni deben ser los agentes de la destrucción de la riqueza pública, minando la fe del pueblo en el sistema político.
Hay que pensar que para salvar la democracia que la opinión identifica con el método de corrupción, es preciso adelantar una campaña tan drástica de moralización que sus resultados sean verdaderamente revolucionarios, ¿será que las campañas políticas a conciencia se le miden a ello?
En este aspecto es bueno aplicar todas las propuestas de moralización que están surgiendo para el evento político electoral que se avecina, para seleccionar los más eficaces y ponerlos en práctica al reconocer que la justicia ha hecho colapso en el sistema colombiano porque ha perdido su capacidad probatoria y su capacidad de sentencia.
La capacidad probatoria la ha perdido porque los códigos, especialmente el penal, han sido redactados por muchos años bajo la influencia de los abogados defensores y en muchos casos hasta ellos ha llegado la influencia política del narcotráfico y otros delitos. No es arriesgado expresar que los mecanismos de investigación criminal han sido insuficientes para buscar técnica y científicamente las pruebas del delito.
Muchos creemos que la justicia es un organismo, o un cuerpo de magistrados, o un edificio lleno de tribunales, o un libro gordo lleno de leyes y de incisos, pero la justicia no es nada de lo anterior, no es, ni siquiera una institución política. La justicia es el efecto resultante de la aplicación de la ley. Por esto la paz, a su turno es la expresión de la justicia. No puede haber paz basada en la impunidad, porque el no castigo del delito es una forma de violencia moral.
Decir aquí que es preciso evitar la prescripción de los delitos contra el erario, para establecer que no habrá prescripción para este tipo de delitos. Así las cosas, el tiempo correrá en contra del funcionario venal, en lugar de correr en favor y esta medida disuade el delito administrativo. Finalmente decir que hay que establecer un sistema de justicia que asuste a los delincuentes. Debemos pensar en una legislación rígida que condene con mayor severidad la reincidencia en el delito y valore especialmente los elementos agravantes del crimen en lugar de considerar solamente los atenuantes.