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Columnista - 16 noviembre, 2014

La alegría de vivir

Definitivamente, legalicen o no la marihuana la vida seguirá siendo la misma. La lucha contra el negocio de las drogas ha tenido la guerra perdida desde el inicio porque es producido por una inmensa demanda que aumenta cada día gracias a la cultura, aunque desde siempre hombres y drogas han sido inseparables: amor a primera […]

Boton Wpp

Definitivamente, legalicen o no la marihuana la vida seguirá siendo la misma. La lucha contra el negocio de las drogas ha tenido la guerra perdida desde el inicio porque es producido por una inmensa demanda que aumenta cada día gracias a la cultura, aunque desde siempre hombres y drogas han sido inseparables: amor a primera vista.
Ahora, no sé cómo será en otros países pero en todos los lugares de Colombia que he visitado la presencia del cannabis ha sido tan recurrente que incluso una vez, caminando cerca al Atanasio Girardot, me tropecé con un barillo tipo Bob Marley al terminar una sesión de barras paralelas con las que solía ejercitarme en un parque deportivo al que recurría para entretener el tiempo a la espera de un amor que trabajaba de ocho a doce y de dos a seis en la rama judicial de esa ciudad, que he visitado un par de veces. Sin embargo en otras partes, según el grado de pudor de sus habitantes, todo está plagado de un sentimiento de culpabilidad por pecado o delito, tan fuerte que mantienen templos y cárceles repletas. ¿Cuánta gente inofensiva para la sociedad no habrá caído en las garras de los obreros de la religión o de la justicia por culpa de una dosis mínima?
Deberían, quienes tienen por trabajo legislar para el rebaño imaginario, ahorrarse peldaños de la escalera que lleva a la legalización total de la comercialización y consumo de todo tipo de sustancias prohibidas- valiéndose del derecho que cada quién tiene a hacer lo que le dé la gana con su vida mientras en el proceso no interfiera negativamente en la vida de los demás -pasar directamente a definir en qué lugares públicos podrán o no llevarse a cabo estas actividades, según el modelo de planeación del pueblo o ciudad. Obvio que si algún ciudadano desarrolla una adicción enfermiza hacia una droga o actividad, el Estado debe proveerle herramientas para salir de su padecimiento. El ejemplo del alcohol y el tabaco son suficientes, ya mucho muerto por andar intentando tapar el sol con un dedo, siguiéndole la corriente a los gringos que, como siempre, primero dicen una cosa y cuando ya ven que la tienen perdida entonces hacen lo contrario, cambian de bando y todos los que le seguían el juego quedan como unos maricas. Primero a acabar con el negocio de la marihuana por perjudicial para la salud y ahora grandes productores- futuros exportadores- con la patraña del uso medicinal.
La legalicen o no, aquí seguirá siendo relativamente barato y fácil conseguirla, y su uso dependerá de lo que cada quién escoja. El resto son arandelas de la realidad… ya veo venir la noticia como una más de las interpretadas como señal apocalíptica de fin de mundo, de acabose.

Columnista
16 noviembre, 2014

La alegría de vivir

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Definitivamente, legalicen o no la marihuana la vida seguirá siendo la misma. La lucha contra el negocio de las drogas ha tenido la guerra perdida desde el inicio porque es producido por una inmensa demanda que aumenta cada día gracias a la cultura, aunque desde siempre hombres y drogas han sido inseparables: amor a primera […]


Definitivamente, legalicen o no la marihuana la vida seguirá siendo la misma. La lucha contra el negocio de las drogas ha tenido la guerra perdida desde el inicio porque es producido por una inmensa demanda que aumenta cada día gracias a la cultura, aunque desde siempre hombres y drogas han sido inseparables: amor a primera vista.
Ahora, no sé cómo será en otros países pero en todos los lugares de Colombia que he visitado la presencia del cannabis ha sido tan recurrente que incluso una vez, caminando cerca al Atanasio Girardot, me tropecé con un barillo tipo Bob Marley al terminar una sesión de barras paralelas con las que solía ejercitarme en un parque deportivo al que recurría para entretener el tiempo a la espera de un amor que trabajaba de ocho a doce y de dos a seis en la rama judicial de esa ciudad, que he visitado un par de veces. Sin embargo en otras partes, según el grado de pudor de sus habitantes, todo está plagado de un sentimiento de culpabilidad por pecado o delito, tan fuerte que mantienen templos y cárceles repletas. ¿Cuánta gente inofensiva para la sociedad no habrá caído en las garras de los obreros de la religión o de la justicia por culpa de una dosis mínima?
Deberían, quienes tienen por trabajo legislar para el rebaño imaginario, ahorrarse peldaños de la escalera que lleva a la legalización total de la comercialización y consumo de todo tipo de sustancias prohibidas- valiéndose del derecho que cada quién tiene a hacer lo que le dé la gana con su vida mientras en el proceso no interfiera negativamente en la vida de los demás -pasar directamente a definir en qué lugares públicos podrán o no llevarse a cabo estas actividades, según el modelo de planeación del pueblo o ciudad. Obvio que si algún ciudadano desarrolla una adicción enfermiza hacia una droga o actividad, el Estado debe proveerle herramientas para salir de su padecimiento. El ejemplo del alcohol y el tabaco son suficientes, ya mucho muerto por andar intentando tapar el sol con un dedo, siguiéndole la corriente a los gringos que, como siempre, primero dicen una cosa y cuando ya ven que la tienen perdida entonces hacen lo contrario, cambian de bando y todos los que le seguían el juego quedan como unos maricas. Primero a acabar con el negocio de la marihuana por perjudicial para la salud y ahora grandes productores- futuros exportadores- con la patraña del uso medicinal.
La legalicen o no, aquí seguirá siendo relativamente barato y fácil conseguirla, y su uso dependerá de lo que cada quién escoja. El resto son arandelas de la realidad… ya veo venir la noticia como una más de las interpretadas como señal apocalíptica de fin de mundo, de acabose.