El dominó es un juego delicioso y de mucho juicio para meter la ficha y retener las que meten los otros tres jugadores; cuando los cuatro participantes son buenos deleita verlos, pero cuando falla uno, el dominó como todos los juegos se reciente y lo cobra. Eso me pasó en estos días cruzado con el […]
El dominó es un juego delicioso y de mucho juicio para meter la ficha y retener las que meten los otros tres jugadores; cuando los cuatro participantes son buenos deleita verlos, pero cuando falla uno, el dominó como todos los juegos se reciente y lo cobra. Eso me pasó en estos días cruzado con el primo Leo Maya, él era mi cruz, mi compañero y le dimos una sinfonía de sabiduría dominosística a los “AVENTAJADOS” el Turco Yalil y Bernelis López, a quienes le gusta siempre estar como San Martín, o constituir un trapiche Molino Rojo, triturador del bagazo que no le dejan una gota de guarapo. Ese día, ellos montados, entraron a matar, como siempre pero no contaron con algo que en el juego es definitivo: la suerte, ese día teníamos tanto Leo como yo, la leche espesa, cada vez que metíamos la mano sin hacer paquetes al mejor estilo de Beto Barros cogíamos cinco y hasta seis fichas de la misma pinta y en forma inmisericorde les empujamos cinco partidos seguidos, cincuenta mil barritas que para Yayil era la ruina y para Bernelis una hecatombe y para la sexta cuando ya todo estaba finiquitado a nuestro favor, vino el desastre y cerré un juego ganado infringiendo la norma de “juego ganao no se cierra” y por irreflexivo lo cerré y perdí. No parecen cosas tuyas me dijo el negrito Rois, que eres tan juicioso para cerrar, ¡qué cagaón! Gritó Hilario Añez, no seas animal en forma descortés e irrespetuosa vociferó Tono Maya, huy exclamó asombrado Fausto Cotés, José Aponte usted que es tan analítico ha hecho semejante animalada reflexionó el filósofo y matemático profesor Socarrás, esa es la mama de las jugadas, me vas a dar una pollita de ella para sacarle cría me habló el empaquetador profesional de la escuela de Belisa en Villanueva, Beto Barros, Juancho Pinto, solo agregó: lo vivo diciendo, hay que tener juicio y concentrarse, pero no entienden, mejor no digo nada añadió Miro Guerra y el pobre Leo solo alcanzó a gritar: ¡nojoda!, yo si soy salao, tú estabas pensando en los nietos o en Mercy que no te dejan tranquilo un momento o qué. Me tienes que devolver mi plata.
Cuando yo cerré y dije en voz alta convencido que había ganado ¡seis pintas!, y le vi la cara de yo no fui al Aventajado o Acomodao Bernelis, supe que había perdido y miré para atrás y me provocó pegarle un puño a Marcelito, el famoso médico internista, el doctor Marcelo Calderón, quien casi me rompe la camisa obligándome a hacer lo que hice y no quería hacer: cerrar el juego porque juego ganao no se cierra.
De ahí en adelante viene el cobro o el recule del ovejo y nos retiramos dándole aplicación a una famosa frase del Turco Yayil cuando gana y orondo se va diciendo “de esta mazorca ni un grano”.
Que sabroso es jugar el dominó entre amigos, aunque hagamos pillas, nos saquen la piedra y hasta ofrezcamos hasta trompadas que nunca pasan a hechos reales, eso ayuda a vivir.
José Aponte Martínez
El dominó es un juego delicioso y de mucho juicio para meter la ficha y retener las que meten los otros tres jugadores; cuando los cuatro participantes son buenos deleita verlos, pero cuando falla uno, el dominó como todos los juegos se reciente y lo cobra. Eso me pasó en estos días cruzado con el […]
El dominó es un juego delicioso y de mucho juicio para meter la ficha y retener las que meten los otros tres jugadores; cuando los cuatro participantes son buenos deleita verlos, pero cuando falla uno, el dominó como todos los juegos se reciente y lo cobra. Eso me pasó en estos días cruzado con el primo Leo Maya, él era mi cruz, mi compañero y le dimos una sinfonía de sabiduría dominosística a los “AVENTAJADOS” el Turco Yalil y Bernelis López, a quienes le gusta siempre estar como San Martín, o constituir un trapiche Molino Rojo, triturador del bagazo que no le dejan una gota de guarapo. Ese día, ellos montados, entraron a matar, como siempre pero no contaron con algo que en el juego es definitivo: la suerte, ese día teníamos tanto Leo como yo, la leche espesa, cada vez que metíamos la mano sin hacer paquetes al mejor estilo de Beto Barros cogíamos cinco y hasta seis fichas de la misma pinta y en forma inmisericorde les empujamos cinco partidos seguidos, cincuenta mil barritas que para Yayil era la ruina y para Bernelis una hecatombe y para la sexta cuando ya todo estaba finiquitado a nuestro favor, vino el desastre y cerré un juego ganado infringiendo la norma de “juego ganao no se cierra” y por irreflexivo lo cerré y perdí. No parecen cosas tuyas me dijo el negrito Rois, que eres tan juicioso para cerrar, ¡qué cagaón! Gritó Hilario Añez, no seas animal en forma descortés e irrespetuosa vociferó Tono Maya, huy exclamó asombrado Fausto Cotés, José Aponte usted que es tan analítico ha hecho semejante animalada reflexionó el filósofo y matemático profesor Socarrás, esa es la mama de las jugadas, me vas a dar una pollita de ella para sacarle cría me habló el empaquetador profesional de la escuela de Belisa en Villanueva, Beto Barros, Juancho Pinto, solo agregó: lo vivo diciendo, hay que tener juicio y concentrarse, pero no entienden, mejor no digo nada añadió Miro Guerra y el pobre Leo solo alcanzó a gritar: ¡nojoda!, yo si soy salao, tú estabas pensando en los nietos o en Mercy que no te dejan tranquilo un momento o qué. Me tienes que devolver mi plata.
Cuando yo cerré y dije en voz alta convencido que había ganado ¡seis pintas!, y le vi la cara de yo no fui al Aventajado o Acomodao Bernelis, supe que había perdido y miré para atrás y me provocó pegarle un puño a Marcelito, el famoso médico internista, el doctor Marcelo Calderón, quien casi me rompe la camisa obligándome a hacer lo que hice y no quería hacer: cerrar el juego porque juego ganao no se cierra.
De ahí en adelante viene el cobro o el recule del ovejo y nos retiramos dándole aplicación a una famosa frase del Turco Yayil cuando gana y orondo se va diciendo “de esta mazorca ni un grano”.
Que sabroso es jugar el dominó entre amigos, aunque hagamos pillas, nos saquen la piedra y hasta ofrezcamos hasta trompadas que nunca pasan a hechos reales, eso ayuda a vivir.
José Aponte Martínez