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Columnista - 31 enero, 2011

Juan Valdez y el Parque de los Varados

Visión Universal Por Luis Mendoza Sierra Son lugares antagónicos por su estatus y confort, aunque semejantes por la holganza que trasmiten sus consuetudinarios huéspedes. La tienda del mítico personaje que representa a los caficultores, llegó a Valledupar y se ha ido constituyendo en un novedoso y atractivo escenario para compartir, alrededor de una tasa de […]

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Visión Universal

Por Luis Mendoza Sierra
Son lugares antagónicos por su estatus y confort, aunque semejantes por la holganza que trasmiten sus consuetudinarios huéspedes. La tienda del mítico personaje que representa a los caficultores, llegó a Valledupar y se ha ido constituyendo en un novedoso y atractivo escenario para compartir, alrededor de una tasa de café: amistad, negocios y amores.
El parque, entre tanto, pequeño y añejo escenario triangular, de gigantes materas y frondosos árboles de caucho, situado en zona de influencia del popular ‘Boliche’, es lugar de concurrencia de  personas desempleadas o de conductores o propietarios de destartalados vehículos de carga urbana  —ciertamente también hay unos buenos—, de los que devengan el sustento.
2011, año electoral, ha convertido a Juan Valdez Valledupar en la vitrina preferida de los candidatos a cargos de elección popular, especialmente de los eclipsados. Quienes van al Parque de los Varados, desfilan exhibiendo callos y músculos, cuando no un camioncito Ford modelo 60 o Dodge cuarenta y pico, listo para trastear hasta los malos pensamientos.
Los unos van a mostrarse y a fungir de interesantes como opción electoral; los otros a buscar trabajo y ganarse una mudanza, pero todos, en ambos lugares, finalmente se parquean como barco encallado y platican en animadas reuniones aunque, a veces, especialmente, los de Juan Valdez, no consuman ni un tinto.
Estos calientan sillas, y aquellos bordillos. En el parque se consume café callejero, barato, despachado en diminutos vasos plásticos. 100 pesos son suficientes para saborear un buen café… y con ‘ñapa’ y todo. Aquellos, si optan por un expresso, pequeño, deben sacar por lo menos $2.000, y si se les da por Capuchino o Nevado, la suma se triplica.
Los varados, generalmente encuentran ‘chamba’; los candidatos, exhibición, pero nada más. Atender a un elector en Juan Valdez no es cosa de juego; dicen que algunos aspirantes a cargos públicos, cuando los ven llegar en grupos, anticipan la partida o, cuando menos, amenazan con largarse, para librarse de una servida, así sea de tinto.
Con razón anteayer, que no hubo ni agua ni aire en el Centro Comercial Guatapurí, en donde precisamente está instalada la tienda de los cafeteros ‘llovieron’ candidatos eclipsados. Si alguien llegaba a saludarlos ofrecían café o nevado. El aparente gesto de afabilidad y generosidad estaba bien calculado. Cuando acudían al cajero del negocio para ordenar el pedido, la respuesta era contundente: —“Señor, no hay agua”.
—“Entonces, nevado”, —“Igual, señor. Para hacer el nevado también necesitamos agua, y ya le he dicho que no hay. Le ofrecemos granizado”, agregaba el vendedor. —“Con estas temperaturas es un peligro consumir cosas tan heladas, mejor no”, ripostó uno de los que vi en el lugar presidiendo mesa.
Los provincianos, especialmente quienes nacimos en poblaciones situadas en el eje Valledupar – San Juan del Cesar, por la vía a Patillal, es decir, en las  poblaciones de Carrizal, La Junta y La Peña, ilustran su imaginación fantástica, generalmente, con hipérboles.
Masa y El Mono Cataño, por ejemplo, oriundos de La Peña, exponentes de este género, me preguntaban recientemente que quién era en Valledupar “Juan el del balde”. Sorprendido, manifesté no conocer ni haber escuchado jamás hablar de alguien o algo con ese nombre.
Dijo Masa: “Lucho Sierra —como me llaman mis coterráneos— es una tiendecita en donde el poco de gente se sienta como en el Parque de los Varaos y venden un café con una espuma que parece que le ordeñaran la vaca al vaso”.
Largué una carcajada al concluir que se trata de la reconocida tienda Juan Valdez. “Reíte”, dijo el Mono, y agregó: “…y eso que no te han dicho que aquí comentan que hay candidatos a la Alcaldía y a la Gobernación del Valle –así le decimos los provincianos a Valledupar— que llevan el termo escondío pa’ no tené que comprálo allá, porque un parecido –así le decimos al pocillo— de café allá, vale más que una mancorna de pescao’ donde Isabel Martínez, yo por allá ni me asomo”.
Quedé con el compromiso de hacerles una invitación, aunque, sobre todo El Mono, insiste en que el Parque de Los Varaos “es más sabroso y más barato”, aunque de Juan Valdez no conozca ni siquiera el nombre. Les contaré.
SABLAZO
El maquiavélico pensamiento de que los medios justifican el fin, será proscrito de la mente humana cuando muera la ambición por el poder y el dinero. Lamentablemente, como dice Poncho Zuleta refiriéndose a Don Toba, primero me muero yo.
[email protected]

Columnista
31 enero, 2011

Juan Valdez y el Parque de los Varados

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Mendoza S.

Visión Universal Por Luis Mendoza Sierra Son lugares antagónicos por su estatus y confort, aunque semejantes por la holganza que trasmiten sus consuetudinarios huéspedes. La tienda del mítico personaje que representa a los caficultores, llegó a Valledupar y se ha ido constituyendo en un novedoso y atractivo escenario para compartir, alrededor de una tasa de […]


Visión Universal

Por Luis Mendoza Sierra
Son lugares antagónicos por su estatus y confort, aunque semejantes por la holganza que trasmiten sus consuetudinarios huéspedes. La tienda del mítico personaje que representa a los caficultores, llegó a Valledupar y se ha ido constituyendo en un novedoso y atractivo escenario para compartir, alrededor de una tasa de café: amistad, negocios y amores.
El parque, entre tanto, pequeño y añejo escenario triangular, de gigantes materas y frondosos árboles de caucho, situado en zona de influencia del popular ‘Boliche’, es lugar de concurrencia de  personas desempleadas o de conductores o propietarios de destartalados vehículos de carga urbana  —ciertamente también hay unos buenos—, de los que devengan el sustento.
2011, año electoral, ha convertido a Juan Valdez Valledupar en la vitrina preferida de los candidatos a cargos de elección popular, especialmente de los eclipsados. Quienes van al Parque de los Varados, desfilan exhibiendo callos y músculos, cuando no un camioncito Ford modelo 60 o Dodge cuarenta y pico, listo para trastear hasta los malos pensamientos.
Los unos van a mostrarse y a fungir de interesantes como opción electoral; los otros a buscar trabajo y ganarse una mudanza, pero todos, en ambos lugares, finalmente se parquean como barco encallado y platican en animadas reuniones aunque, a veces, especialmente, los de Juan Valdez, no consuman ni un tinto.
Estos calientan sillas, y aquellos bordillos. En el parque se consume café callejero, barato, despachado en diminutos vasos plásticos. 100 pesos son suficientes para saborear un buen café… y con ‘ñapa’ y todo. Aquellos, si optan por un expresso, pequeño, deben sacar por lo menos $2.000, y si se les da por Capuchino o Nevado, la suma se triplica.
Los varados, generalmente encuentran ‘chamba’; los candidatos, exhibición, pero nada más. Atender a un elector en Juan Valdez no es cosa de juego; dicen que algunos aspirantes a cargos públicos, cuando los ven llegar en grupos, anticipan la partida o, cuando menos, amenazan con largarse, para librarse de una servida, así sea de tinto.
Con razón anteayer, que no hubo ni agua ni aire en el Centro Comercial Guatapurí, en donde precisamente está instalada la tienda de los cafeteros ‘llovieron’ candidatos eclipsados. Si alguien llegaba a saludarlos ofrecían café o nevado. El aparente gesto de afabilidad y generosidad estaba bien calculado. Cuando acudían al cajero del negocio para ordenar el pedido, la respuesta era contundente: —“Señor, no hay agua”.
—“Entonces, nevado”, —“Igual, señor. Para hacer el nevado también necesitamos agua, y ya le he dicho que no hay. Le ofrecemos granizado”, agregaba el vendedor. —“Con estas temperaturas es un peligro consumir cosas tan heladas, mejor no”, ripostó uno de los que vi en el lugar presidiendo mesa.
Los provincianos, especialmente quienes nacimos en poblaciones situadas en el eje Valledupar – San Juan del Cesar, por la vía a Patillal, es decir, en las  poblaciones de Carrizal, La Junta y La Peña, ilustran su imaginación fantástica, generalmente, con hipérboles.
Masa y El Mono Cataño, por ejemplo, oriundos de La Peña, exponentes de este género, me preguntaban recientemente que quién era en Valledupar “Juan el del balde”. Sorprendido, manifesté no conocer ni haber escuchado jamás hablar de alguien o algo con ese nombre.
Dijo Masa: “Lucho Sierra —como me llaman mis coterráneos— es una tiendecita en donde el poco de gente se sienta como en el Parque de los Varaos y venden un café con una espuma que parece que le ordeñaran la vaca al vaso”.
Largué una carcajada al concluir que se trata de la reconocida tienda Juan Valdez. “Reíte”, dijo el Mono, y agregó: “…y eso que no te han dicho que aquí comentan que hay candidatos a la Alcaldía y a la Gobernación del Valle –así le decimos los provincianos a Valledupar— que llevan el termo escondío pa’ no tené que comprálo allá, porque un parecido –así le decimos al pocillo— de café allá, vale más que una mancorna de pescao’ donde Isabel Martínez, yo por allá ni me asomo”.
Quedé con el compromiso de hacerles una invitación, aunque, sobre todo El Mono, insiste en que el Parque de Los Varaos “es más sabroso y más barato”, aunque de Juan Valdez no conozca ni siquiera el nombre. Les contaré.
SABLAZO
El maquiavélico pensamiento de que los medios justifican el fin, será proscrito de la mente humana cuando muera la ambición por el poder y el dinero. Lamentablemente, como dice Poncho Zuleta refiriéndose a Don Toba, primero me muero yo.
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