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Editorial - 12 octubre, 2021

Jóvenes con futuro

Puede ser la historia  de Crehana, Coursera, o esas marcas de capacitación exprés de jóvenes en Latinoamérica. Aquí hemos insistido en editoriales y hemos llamado a la Gobernación del Cesar y a alcaldías, que no parecieran oír. Hay en ello una oportunidad masiva de involucrar pronto a jóvenes al círculo virtuoso de la educación y […]

Puede ser la historia  de Crehana, Coursera, o esas marcas de capacitación exprés de jóvenes en Latinoamérica. Aquí hemos insistido en editoriales y hemos llamado a la Gobernación del Cesar y a alcaldías, que no parecieran oír. Hay en ello una oportunidad masiva de involucrar pronto a jóvenes al círculo virtuoso de la educación y el trabajo. 

Por supuesto, nuestro deseo es que el designio sea la mejor educación superior, pero una etapa intermedia, si es de impacto rápido, no es despreciable: capacitados en alguna formación técnica  por el SENA o por escuelas virtuales como las señaladas, a través de algún apoyo parcial o total de becas.

Está la historia de un colombiano de 35 años llamado Fredy Vega, que registra la actual edición del diario español El País. “La  historia comienza en un rincón de Bogotá. Un niño de cinco años, criado en Suba —un distrito popular de la capital colombiana— por una madre sola y batalladora, descubre un ordenador: escribe su nombre, letra a letra, y da a imprimir. Se fascina y se revuelve todo. A los 13 a ese chaval le prestan una calculadora graficadora y se lanza a programar, compra con sus ahorros libros ilegibles que hablan de computación, empieza a ir todas sus tardes, después de la secundaria, a una escuela nocturna para adultos donde enseñan software básico, y negocia con el dueño del centro dar clases de Windows y Office a cambio de poder usar uno de sus ordenadores: finalmente, aprende html y desarrollo web. Era el año 2000 y la fiebre de los ordenadores personales apenas comenzaba, quedaban todavía siete años para que Steve Jobs presentara su iPhone como algo, entonces, inconcebible.

Vega, para quien el colegio siempre fue un infierno, encuentra a su tribu chismeando en la red: una comunidad llamada Maestros del Web, fundada por Christian Van der Henst, un guatemalteco que vivía en España. Otra historia improbable. 24 años más tarde esos dos amigos de internet fundaron Platzi y se convirtieron en los primeros latinos en entrar en Y Combinator, la cotizadísima incubadora de startups de Silicon Valley -una empresa dedicada a hacer crecer a otras empresas-, de donde salieron Airbnb, Rappi o Dropbox. Hoy, esos raros, esos dos chicos extraños y aislados, dirigen una compañía con 250 trabajadores y oficinas en Bogotá, Ciudad de México y San Francisco (…) En pocas palabras, una academia virtual enfocada en enseñar programación, desarrollo y diseño web, marketing digital y finanzas. La mitad de sus estudiantes ya trabajaban en alguna de estas ramas, la otra mitad quiere dejar McDonald’s y buscar un empleo en tecnología. Un año de cursos vale alrededor de 200 dólares, por lo que Vega es consciente de que estos últimos alumnos tienen que invertir prácticamente un mes de su salario en esta formación. Según su creador, la diferencia es que funciona: “Sé que esto genera un gran escepticismo, pero 12 a 18 meses después de estar en Platzi, el 84 % de los alumnos incrementan su salario de tres a 10 veces, y eso es de por vida. Personas, que cobraban entre 200 y 500 dólares al mes, y estaban al borde o por debajo de la línea de pobreza, un año después pasan a 1.000, o a 3.000, y están en la clase media”.

Editorial
12 octubre, 2021

Jóvenes con futuro

Puede ser la historia  de Crehana, Coursera, o esas marcas de capacitación exprés de jóvenes en Latinoamérica. Aquí hemos insistido en editoriales y hemos llamado a la Gobernación del Cesar y a alcaldías, que no parecieran oír. Hay en ello una oportunidad masiva de involucrar pronto a jóvenes al círculo virtuoso de la educación y […]


Puede ser la historia  de Crehana, Coursera, o esas marcas de capacitación exprés de jóvenes en Latinoamérica. Aquí hemos insistido en editoriales y hemos llamado a la Gobernación del Cesar y a alcaldías, que no parecieran oír. Hay en ello una oportunidad masiva de involucrar pronto a jóvenes al círculo virtuoso de la educación y el trabajo. 

Por supuesto, nuestro deseo es que el designio sea la mejor educación superior, pero una etapa intermedia, si es de impacto rápido, no es despreciable: capacitados en alguna formación técnica  por el SENA o por escuelas virtuales como las señaladas, a través de algún apoyo parcial o total de becas.

Está la historia de un colombiano de 35 años llamado Fredy Vega, que registra la actual edición del diario español El País. “La  historia comienza en un rincón de Bogotá. Un niño de cinco años, criado en Suba —un distrito popular de la capital colombiana— por una madre sola y batalladora, descubre un ordenador: escribe su nombre, letra a letra, y da a imprimir. Se fascina y se revuelve todo. A los 13 a ese chaval le prestan una calculadora graficadora y se lanza a programar, compra con sus ahorros libros ilegibles que hablan de computación, empieza a ir todas sus tardes, después de la secundaria, a una escuela nocturna para adultos donde enseñan software básico, y negocia con el dueño del centro dar clases de Windows y Office a cambio de poder usar uno de sus ordenadores: finalmente, aprende html y desarrollo web. Era el año 2000 y la fiebre de los ordenadores personales apenas comenzaba, quedaban todavía siete años para que Steve Jobs presentara su iPhone como algo, entonces, inconcebible.

Vega, para quien el colegio siempre fue un infierno, encuentra a su tribu chismeando en la red: una comunidad llamada Maestros del Web, fundada por Christian Van der Henst, un guatemalteco que vivía en España. Otra historia improbable. 24 años más tarde esos dos amigos de internet fundaron Platzi y se convirtieron en los primeros latinos en entrar en Y Combinator, la cotizadísima incubadora de startups de Silicon Valley -una empresa dedicada a hacer crecer a otras empresas-, de donde salieron Airbnb, Rappi o Dropbox. Hoy, esos raros, esos dos chicos extraños y aislados, dirigen una compañía con 250 trabajadores y oficinas en Bogotá, Ciudad de México y San Francisco (…) En pocas palabras, una academia virtual enfocada en enseñar programación, desarrollo y diseño web, marketing digital y finanzas. La mitad de sus estudiantes ya trabajaban en alguna de estas ramas, la otra mitad quiere dejar McDonald’s y buscar un empleo en tecnología. Un año de cursos vale alrededor de 200 dólares, por lo que Vega es consciente de que estos últimos alumnos tienen que invertir prácticamente un mes de su salario en esta formación. Según su creador, la diferencia es que funciona: “Sé que esto genera un gran escepticismo, pero 12 a 18 meses después de estar en Platzi, el 84 % de los alumnos incrementan su salario de tres a 10 veces, y eso es de por vida. Personas, que cobraban entre 200 y 500 dólares al mes, y estaban al borde o por debajo de la línea de pobreza, un año después pasan a 1.000, o a 3.000, y están en la clase media”.