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Columnista - 1 septiembre, 2012

José Obdulio y Montenegro

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo No hay cosa que intimide más que la presencia de un abogado, especialmente los que estudian para embriagarse en cualquiera de las miles formas de ostentación que da el poder. Definitivamente, los raciocinios morales y éticos de Aristóteles, Platón y Sócrates, distan kilómetros luz de nuestros abogados, a quienes – […]

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo

No hay cosa que intimide más que la presencia de un abogado, especialmente los que estudian para embriagarse en cualquiera de las miles formas de ostentación que da el poder. Definitivamente, los raciocinios morales y éticos de Aristóteles, Platón y Sócrates, distan kilómetros luz de nuestros abogados, a quienes – sin especular-, les tienen miedo hasta los policías.
Aunque existe una lista de lacras que hacen las veces de defensores, también hay que decir que hay buenos profesionales del derecho que se cuidan de estar haciendo torcidos y defendiendo traquetos, mafiosos y asesinos. Con el cuento de que a nadie se le puede violar sus derechos fundamentales, muchos son los que toman este riesgo llegando al extremo de convertirse en simples estafetas de sus defendidos.
Por razones de espacio, de respeto por los lectores, por salubridad y misericordia humana, solo puedo dedicarle esta columna a dos malos ejemplos de la abogacía en Colombia, José Obdulio Gaviria y Alfredo Montenegro. El primero, un asesor presidencial que trasladó su personalidad, como si se tratara de una transfusión sanguínea, a una mansa paloma que desayuna con alacranes, y el segundo, un ex Fiscal que ahora defiende a una gata a la que correteó hasta conjugar en su máxima expresión el síndrome de Estocolmo. “Hasta que la muerte los separe”, parece ser la consigna de este binomio indisoluble que en el pasado se odiaba
Curiosamente la mansa paloma no se ha dejado comer de la gata y viceversa, y sus apoderados mientras tanto dictan catedra de lo que debe ser un abogado. Es más, José Obdulio es el único ultraderechista que en su juventud fue izquierdista, y que – de paso-, como nadie lo certificaba como académico, terminó auto denominándose como tal.
Y Montenegro, que no se queda atrás, que en el pasado fungió como Fiscal de la Unidad de Lavados de Activos de la Fiscalía, quien llevó a cabo un proceso en tal sentido contra Enilse López, ahora es el abogado de una gata golosa que financia todo tipo de campañas, incluyendo la de convertir al gatismo a sus antiguos detractores.
Gaviria, que nunca se leyó un manual de convivencia, que negó y sigue negando la existencia de una guerra armada en Colombia, dizque ahora dicta clases sobre Resolución de Conflictos. ¡Qué exabrupto!
Montenegro, que no tiene nada que envidiarle al primo del patrón del mal, hace poco nos dio una gran lección de lo que es ser juez y parte, craneando, la bien montada pantomima de Sigifredo López. Desde el comienzo, en la propia Fiscalía se sabía que una acusación de esa magnitud terminaría en detrimento del Estado. Pues Montenegro como abogado, y con información confidencial a la que tenía acceso, sigue enseñando los comportamientos ruines de un mal abogado.
Después de ver libre a Diego Fernando Tabares, el cerebro del atentado al ex ministro Londoño, que estaba condenado a pena de 34 años, y que fue puesto en libertad por una supuesta enfermedad coronaria por parte del juez primero de ejecución de penas de Cali en 2009, nos queda la sensación que muy pronto más colombianos harán parte de la lista de millonarios de la revista Forbes.
Moraleja: Pobre de aquel que pruebe los huevitos de la mansa paloma.

[email protected]

Columnista
1 septiembre, 2012

José Obdulio y Montenegro

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Ángel Castilla Camargo

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo No hay cosa que intimide más que la presencia de un abogado, especialmente los que estudian para embriagarse en cualquiera de las miles formas de ostentación que da el poder. Definitivamente, los raciocinios morales y éticos de Aristóteles, Platón y Sócrates, distan kilómetros luz de nuestros abogados, a quienes – […]


Por: Miguel Ángel Castilla Camargo

No hay cosa que intimide más que la presencia de un abogado, especialmente los que estudian para embriagarse en cualquiera de las miles formas de ostentación que da el poder. Definitivamente, los raciocinios morales y éticos de Aristóteles, Platón y Sócrates, distan kilómetros luz de nuestros abogados, a quienes – sin especular-, les tienen miedo hasta los policías.
Aunque existe una lista de lacras que hacen las veces de defensores, también hay que decir que hay buenos profesionales del derecho que se cuidan de estar haciendo torcidos y defendiendo traquetos, mafiosos y asesinos. Con el cuento de que a nadie se le puede violar sus derechos fundamentales, muchos son los que toman este riesgo llegando al extremo de convertirse en simples estafetas de sus defendidos.
Por razones de espacio, de respeto por los lectores, por salubridad y misericordia humana, solo puedo dedicarle esta columna a dos malos ejemplos de la abogacía en Colombia, José Obdulio Gaviria y Alfredo Montenegro. El primero, un asesor presidencial que trasladó su personalidad, como si se tratara de una transfusión sanguínea, a una mansa paloma que desayuna con alacranes, y el segundo, un ex Fiscal que ahora defiende a una gata a la que correteó hasta conjugar en su máxima expresión el síndrome de Estocolmo. “Hasta que la muerte los separe”, parece ser la consigna de este binomio indisoluble que en el pasado se odiaba
Curiosamente la mansa paloma no se ha dejado comer de la gata y viceversa, y sus apoderados mientras tanto dictan catedra de lo que debe ser un abogado. Es más, José Obdulio es el único ultraderechista que en su juventud fue izquierdista, y que – de paso-, como nadie lo certificaba como académico, terminó auto denominándose como tal.
Y Montenegro, que no se queda atrás, que en el pasado fungió como Fiscal de la Unidad de Lavados de Activos de la Fiscalía, quien llevó a cabo un proceso en tal sentido contra Enilse López, ahora es el abogado de una gata golosa que financia todo tipo de campañas, incluyendo la de convertir al gatismo a sus antiguos detractores.
Gaviria, que nunca se leyó un manual de convivencia, que negó y sigue negando la existencia de una guerra armada en Colombia, dizque ahora dicta clases sobre Resolución de Conflictos. ¡Qué exabrupto!
Montenegro, que no tiene nada que envidiarle al primo del patrón del mal, hace poco nos dio una gran lección de lo que es ser juez y parte, craneando, la bien montada pantomima de Sigifredo López. Desde el comienzo, en la propia Fiscalía se sabía que una acusación de esa magnitud terminaría en detrimento del Estado. Pues Montenegro como abogado, y con información confidencial a la que tenía acceso, sigue enseñando los comportamientos ruines de un mal abogado.
Después de ver libre a Diego Fernando Tabares, el cerebro del atentado al ex ministro Londoño, que estaba condenado a pena de 34 años, y que fue puesto en libertad por una supuesta enfermedad coronaria por parte del juez primero de ejecución de penas de Cali en 2009, nos queda la sensación que muy pronto más colombianos harán parte de la lista de millonarios de la revista Forbes.
Moraleja: Pobre de aquel que pruebe los huevitos de la mansa paloma.

[email protected]