Sobre la vieja Calle de La Estrella en los Santos Reyes de Valle de Upar, está en pie una casona vetusta de adobones con balconada de madera que se conoce como “el balcón de los Ustariz”, familia vallenata de raigambre, sus dueños de muy atrás. Pregona una placa ahí que en ella vivió José Felix […]
Sobre la vieja Calle de La Estrella en los Santos Reyes de Valle de Upar, está en pie una casona vetusta de adobones con balconada de madera que se conoce como “el balcón de los Ustariz”, familia vallenata de raigambre, sus dueños de muy atrás. Pregona una placa ahí que en ella vivió José Felix Blanco, General y Capellán de los ejércitos patriotas, y que tal militar y cura fue edecán del Libertador.
Como sus hechos son poco conocidos, haremos una síntesis:
En el séptimo decenio del siglo XVIII, nueve damas linajudas y hermanas entre sí vivían en Caracas con fama de bellas; conocidas eran como “las nueve musas”. De ellas, una, María Belén Jerez de Aristiguieta, en devaneos con un galán, tuvo un hijo que por nacer de parto no querido, lo abandonó a su suerte. Bartola Madrid, una negra libre tomó para sí al crio en cuidado materno. José Domingo Blanco, un “mantuano” caraqueño (así apodaban a los adinerados) lo asistió como padrino de pila bautismal y de él tomó el apellido Blanco.
Luego, como pasaba con muchos desheredados del mundo cristiano, tocó las puertas de un seminario, pero terminado sus estudios de teología y filosofía escolástica, no recibió la consagración de sacerdote por no ser hijo de unión bendecida. Apeló los favores del Rey en esa dificultad y Carlos IV por cédula real le dio la razón. Entonces se ordenó como cura.
Ingresó a una logia de masones y ya lo vemos como capellán de los soldados de la revolución. Araure, Las Trincheras, Las Coloradas, Barquisimeto fueron campos de muerte donde estuvo. Caída la Primera República de Venezuela, buscó refugio en Nueva Granada y al servicio de Bolívar estuvo en la Campaña Admirable por los pueblos de la Costa nuestra.
Cuando la reconquista española de Murillo, hizo parte del ejército de resistencia por Los Llanos y en Guayanas organizó las misiones de Caroní. Consolidada la independencia, firmó la Constitución de Cúcuta que creaba La Gran Colombia. En Venezuela estuvo de candidato a la Vicepresidencia en 1844 y a la Presidencia en 1863. Como estaba desvinculado del sacerdocio por sus actos militares y civiles, consiguió su rehabilitación de cura con la ayuda del Arzobispo de Caracas, Silvestre Guevara y Lira, ante el papa Pio XI. Escribió catorce volúmenes sobre la historia pública de Bolívar.
Antes, en su vida por los Santos Reyes de Upar, el gobierno republicano le dio en tenencia las propiedades de los marqueses de Torrehoyos de Mompós, quienes abandonaron todo para huir a Las Antillas por haber sido decididos partidarios de su Rey. De la hacienda Calenturas y Las Cabezas del Paso del Adelantado, con inventario de 2.740 reses, 1.273 caballos y 125 esclavos, no quedó nada porque éste cura y militar regaló negros, malvendió y donó ganado a los jefes patriotas de la Costa, y hasta las yeguas viejas las acabó en acarreos de palo de Brasil con destino a las casas tintoreras de Londres.
En marzo de 1872 murió en Caracas. Sus restos descansan en el Panteón Nacional.
Por: Rodolfo Ortega Montero
Sobre la vieja Calle de La Estrella en los Santos Reyes de Valle de Upar, está en pie una casona vetusta de adobones con balconada de madera que se conoce como “el balcón de los Ustariz”, familia vallenata de raigambre, sus dueños de muy atrás. Pregona una placa ahí que en ella vivió José Felix […]
Sobre la vieja Calle de La Estrella en los Santos Reyes de Valle de Upar, está en pie una casona vetusta de adobones con balconada de madera que se conoce como “el balcón de los Ustariz”, familia vallenata de raigambre, sus dueños de muy atrás. Pregona una placa ahí que en ella vivió José Felix Blanco, General y Capellán de los ejércitos patriotas, y que tal militar y cura fue edecán del Libertador.
Como sus hechos son poco conocidos, haremos una síntesis:
En el séptimo decenio del siglo XVIII, nueve damas linajudas y hermanas entre sí vivían en Caracas con fama de bellas; conocidas eran como “las nueve musas”. De ellas, una, María Belén Jerez de Aristiguieta, en devaneos con un galán, tuvo un hijo que por nacer de parto no querido, lo abandonó a su suerte. Bartola Madrid, una negra libre tomó para sí al crio en cuidado materno. José Domingo Blanco, un “mantuano” caraqueño (así apodaban a los adinerados) lo asistió como padrino de pila bautismal y de él tomó el apellido Blanco.
Luego, como pasaba con muchos desheredados del mundo cristiano, tocó las puertas de un seminario, pero terminado sus estudios de teología y filosofía escolástica, no recibió la consagración de sacerdote por no ser hijo de unión bendecida. Apeló los favores del Rey en esa dificultad y Carlos IV por cédula real le dio la razón. Entonces se ordenó como cura.
Ingresó a una logia de masones y ya lo vemos como capellán de los soldados de la revolución. Araure, Las Trincheras, Las Coloradas, Barquisimeto fueron campos de muerte donde estuvo. Caída la Primera República de Venezuela, buscó refugio en Nueva Granada y al servicio de Bolívar estuvo en la Campaña Admirable por los pueblos de la Costa nuestra.
Cuando la reconquista española de Murillo, hizo parte del ejército de resistencia por Los Llanos y en Guayanas organizó las misiones de Caroní. Consolidada la independencia, firmó la Constitución de Cúcuta que creaba La Gran Colombia. En Venezuela estuvo de candidato a la Vicepresidencia en 1844 y a la Presidencia en 1863. Como estaba desvinculado del sacerdocio por sus actos militares y civiles, consiguió su rehabilitación de cura con la ayuda del Arzobispo de Caracas, Silvestre Guevara y Lira, ante el papa Pio XI. Escribió catorce volúmenes sobre la historia pública de Bolívar.
Antes, en su vida por los Santos Reyes de Upar, el gobierno republicano le dio en tenencia las propiedades de los marqueses de Torrehoyos de Mompós, quienes abandonaron todo para huir a Las Antillas por haber sido decididos partidarios de su Rey. De la hacienda Calenturas y Las Cabezas del Paso del Adelantado, con inventario de 2.740 reses, 1.273 caballos y 125 esclavos, no quedó nada porque éste cura y militar regaló negros, malvendió y donó ganado a los jefes patriotas de la Costa, y hasta las yeguas viejas las acabó en acarreos de palo de Brasil con destino a las casas tintoreras de Londres.
En marzo de 1872 murió en Caracas. Sus restos descansan en el Panteón Nacional.
Por: Rodolfo Ortega Montero