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Columnista - 28 febrero, 2024

Jorge Oñate por siempre

Escribir algo sin repetir lo que calificados cronistas han dicho es un reto, por lo que simplemente me atrevo a contar lo que como paisano y vecino conocí de Jorge Oñate, sin pretender narrar rebuscados hechos, tal como sucede con las vivencias de otros personajes, que la galería de biógrafos iluminados relata, incluso desde antes de salir del vientre de sus madres.    

Escribir algo sin repetir lo que calificados cronistas han dicho es un reto, por lo que simplemente me atrevo a contar lo que como paisano y vecino conocí de Jorge Oñate, sin pretender narrar rebuscados hechos, tal como sucede con las vivencias de otros personajes, que la galería de biógrafos iluminados relata, incluso desde antes de salir del vientre de sus madres.    

Las calles raras de La Paz vieron al joven de cabello largo y camisa por fuera, jugar con los niños vecinos a la casa de su madre, en un pueblo llamado a ser epicentro de la actividad comercial, deportiva, política y musical de la región.  

La pasión fue la cotidianidad en la vida de Jorge Oñate. Desde niño emprendió cada actividad con arrojo, se emocionaba tanto por sus iniciativas que el éxito nunca le llegó por casualidad sino como resultado a un cúmulo de esfuerzos, en los que la disciplina constituye la determinación de esa energía envolvente que caracteriza el liderazgo.

Su color de voz, tesitura y afinación le reservó un exitoso espacio en la empresa sonográfica. Fue en el apartamento del gran Pablo Agustín López, el Pablón, y aprovechando la presencia de Migue en Bogotá, que lograron la anhelada oportunidad de llevar el talento al disco de acetato. Las caras estaban largas, los evaluadores no decían nada, pero después de escucharlos interpretar ‘El siniestro de Ovejas’ de Carlos Araque, la ansiedad se convirtió en ilusión, quedó autorizada la grabación. Emiliano Zuleta Díaz prestó los acordeones y los músicos vallenatos que colonizaban el frío bogotano con acordeones, cajas y guacharacas, dieron forma al LP ‘Lo último en vallenatos’, en el año 1970. 

Fue aquí cuando ‘El Jilguero’ visita a Emiro Zuleta Calderón, quien ya vivía en Bogotá, buscando la autorización para grabar una canción de su autoría. Emiro le preguntó cuál se sabía y Jorge lo sorprende cantándole varias que Erasmo Martínez, su sobrino, le había enseñado. Al escuchar esa portentosa voz, a Emiro no le quedó reacción diferente a decirle, “puedes grabarlas todas”, sellándose la alianza cantante-compositor que sustentaría el éxito de la naciente etapa con los hermanos López. En ese primer trabajo discográfico, cuatro canciones tienen la firma de Emiro Zuleta: ‘Recuerdos’, ‘Diciembre alegre’, ‘Vámonos compañera’ y ‘La Paz’.   

La discografía de Jorge Oñate se defiende sola. Son muchos los que afirman que las canciones más lindas fueron interpretadas por el hijo de la tierra de las almojábanas y las mujeres laboriosas. ‘La Paz’, ‘El cantor de Fonseca’, ‘Igual que aquella noche’, ‘Nido de amor’, ‘El cariño de mi pueblo’, ‘El más fuerte’, ‘Amalaya’, ‘El gavilán del paraíso’, ‘Te dedico mis triunfos’ y un largo etcétera, porque no hay espacio, ni tinta o papel que alcance para reseñar su cadena de éxitos, hoy convertidos en clásicos.  

A tres años de su partida, las lágrimas se convirtieron en aplausos. Materialmente ya no está con nosotros, pero sus versos y canciones construyeron los escalones hacia la inmortalidad, para que el hombre los subiera hasta convertirse en leyenda. Un solidario abrazo a su familia, a mi pueblo La Paz y a todos los amantes del folclor más bello y original del universo musical. Fuerte abrazo. 

ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN

[email protected]

@antoniomariaA

Columnista
28 febrero, 2024

Jorge Oñate por siempre

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Escribir algo sin repetir lo que calificados cronistas han dicho es un reto, por lo que simplemente me atrevo a contar lo que como paisano y vecino conocí de Jorge Oñate, sin pretender narrar rebuscados hechos, tal como sucede con las vivencias de otros personajes, que la galería de biógrafos iluminados relata, incluso desde antes de salir del vientre de sus madres.    


Escribir algo sin repetir lo que calificados cronistas han dicho es un reto, por lo que simplemente me atrevo a contar lo que como paisano y vecino conocí de Jorge Oñate, sin pretender narrar rebuscados hechos, tal como sucede con las vivencias de otros personajes, que la galería de biógrafos iluminados relata, incluso desde antes de salir del vientre de sus madres.    

Las calles raras de La Paz vieron al joven de cabello largo y camisa por fuera, jugar con los niños vecinos a la casa de su madre, en un pueblo llamado a ser epicentro de la actividad comercial, deportiva, política y musical de la región.  

La pasión fue la cotidianidad en la vida de Jorge Oñate. Desde niño emprendió cada actividad con arrojo, se emocionaba tanto por sus iniciativas que el éxito nunca le llegó por casualidad sino como resultado a un cúmulo de esfuerzos, en los que la disciplina constituye la determinación de esa energía envolvente que caracteriza el liderazgo.

Su color de voz, tesitura y afinación le reservó un exitoso espacio en la empresa sonográfica. Fue en el apartamento del gran Pablo Agustín López, el Pablón, y aprovechando la presencia de Migue en Bogotá, que lograron la anhelada oportunidad de llevar el talento al disco de acetato. Las caras estaban largas, los evaluadores no decían nada, pero después de escucharlos interpretar ‘El siniestro de Ovejas’ de Carlos Araque, la ansiedad se convirtió en ilusión, quedó autorizada la grabación. Emiliano Zuleta Díaz prestó los acordeones y los músicos vallenatos que colonizaban el frío bogotano con acordeones, cajas y guacharacas, dieron forma al LP ‘Lo último en vallenatos’, en el año 1970. 

Fue aquí cuando ‘El Jilguero’ visita a Emiro Zuleta Calderón, quien ya vivía en Bogotá, buscando la autorización para grabar una canción de su autoría. Emiro le preguntó cuál se sabía y Jorge lo sorprende cantándole varias que Erasmo Martínez, su sobrino, le había enseñado. Al escuchar esa portentosa voz, a Emiro no le quedó reacción diferente a decirle, “puedes grabarlas todas”, sellándose la alianza cantante-compositor que sustentaría el éxito de la naciente etapa con los hermanos López. En ese primer trabajo discográfico, cuatro canciones tienen la firma de Emiro Zuleta: ‘Recuerdos’, ‘Diciembre alegre’, ‘Vámonos compañera’ y ‘La Paz’.   

La discografía de Jorge Oñate se defiende sola. Son muchos los que afirman que las canciones más lindas fueron interpretadas por el hijo de la tierra de las almojábanas y las mujeres laboriosas. ‘La Paz’, ‘El cantor de Fonseca’, ‘Igual que aquella noche’, ‘Nido de amor’, ‘El cariño de mi pueblo’, ‘El más fuerte’, ‘Amalaya’, ‘El gavilán del paraíso’, ‘Te dedico mis triunfos’ y un largo etcétera, porque no hay espacio, ni tinta o papel que alcance para reseñar su cadena de éxitos, hoy convertidos en clásicos.  

A tres años de su partida, las lágrimas se convirtieron en aplausos. Materialmente ya no está con nosotros, pero sus versos y canciones construyeron los escalones hacia la inmortalidad, para que el hombre los subiera hasta convertirse en leyenda. Un solidario abrazo a su familia, a mi pueblo La Paz y a todos los amantes del folclor más bello y original del universo musical. Fuerte abrazo. 

ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN

[email protected]

@antoniomariaA