Referenciar a Jorge Oñate es ahondar en su inmortal obra musical y admirar su temperamento controversial por lograr la excelencia en el folclor, la política o el deporte, sus grandes pasiones. El cantante de La Paz nos marcó en el mismo proceso generacional. Contemporizamos con el Jilguero de América en el fragor de la comarca y las costumbres patriarcales que nos moldearon en la infancia, la adolescencia, como adultos y en la edad madura.
Sabe el universo musical que el ruiseñor partió en dos la historia del género vallenato: antes y después de su portentosa voz, sin soslayar a los juglares. El único cantante con leyenda, que asocian unos con la fase de gestación de su progenitora, Delfina Oñate, al percibir un canto celestial, pero otros con los genes de su abuelo Juan Oñate, cantor a capela que embriaga con su cadencia y tonalidad.
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Más de medio siglo interpretando canciones, pero la vida tiene fecha de caducidad y la ciencia acabará (1 Corintios13:8-10), impotente para vencer las secuelas del covid-19 que acabaron con la existencia física de Jorge Oñate a los 71 años de edad, próximo a cumplir los 72 este 31 de marzo.
Muere el canto con autoridad y personalidad, y el precursor de la figura del cantante en las agrupaciones vallenatas, suceso registrado el 28 de febrero de 2021, cuyo colofón podría ser el duelo de un folclor en el universo vallenato, y un 1 de marzo como epílogo de un adiós en el colectivo imaginario, marcado por los funerales del Jilguero. Muere el ídolo, el héroe, pero nace la leyenda para contarla.
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Al inconmensurable apego a su tierra, donde nació, le cantó en estrofas de Emiro Zuleta: ‘La Paz es mi pueblo’. Creció, procreó, cimentó su vertiginosa carrera musical y enterró sus restos, convencido de que su casa -fuera de La Paz- no hubiera tenido el mismo valor sentimental; orgulloso de su pueblo, único en el mundo, donde se le rinde tributo a la mujer trabajadora de La Paz, cual código sentimental de una raza y sensibilidad en el arraigo familiar y de amistad.
Qué voz, por Dios, exclamó Emiro Zuleta, compositor insignia o estandarte de Jorge Oñate en la era rutilante de los Hermanos López. El poeta de La Paz predijo la voz infinita del Jilguero cuando era niño, y ya retumbaba su canto en el zaguán de su madre postiza, Julia Martínez, en las primas noches y tardecitas.
Por Miguel Aroca Yepes