Desde siempre he sufrido un despiste peculiar. Cuando manejo y me indican girar a la derecha o izquierda, me desoriento por completo. Mi solución: mirarme la muñeca - si tiene el reloj, es la izquierda; si no, la derecha.
Desde siempre he sufrido un despiste peculiar. Cuando manejo y me indican girar a la derecha o izquierda, me desoriento por completo. Mi solución: mirarme la muñeca – si tiene el reloj, es la izquierda; si no, la derecha. Esta misma desorientación la experimento a nivel político, especialmente cuando observo que las ideologías se han diluido tanto que ya no distinguimos el propósito fundamental de un partido, que es servir a su pueblo.
En el Cesar, donde el desempleo alcanza el 12.3%, por encima del promedio nacional, esta confusión ideológica cobra un precio especialmente alto. La corrupción, la ineficacia y los escándalos no son patrimonio exclusivo de ninguna tendencia, todas comparten esta pesada herencia. Aunque evito generalizar, los ejemplos de liderazgo político íntegro son tan escasos como el agua en La Guajira.
Sin embargo, hay una diferencia crucial que merece atención. La izquierda latinoamericana actual ve al empresariado como enemigo, olvidando que son el motor generador de riqueza. En nuestro departamento, donde el 92% de las empresas son pequeñas y medianas, estas necesitan protección y fomento para mejorar la productividad y competitividad.
Se culpa a los empresarios por los bajos salarios, pero ignoramos la realidad de la productividad. Mientras en Estados Unidos el salario mínimo promedio alcanza los 15 dólares por hora, con una productividad de $117,000 USD por trabajador al año, en Colombia apenas pagamos 2 dólares por hora y producimos $33,000 USD por trabajador. La brecha es abismal: ellos producen 3.5 veces más que nosotros.
Venezuela es el espejo que debemos mirar con atención. En 1998, antes del chavismo, su PIB superaba los 240 mil millones de dólares. Hoy, tras expropiar empresas y destruir su aparato productivo, apenas alcanza los 60 mil millones. Una caída del 75% que ha llevado a un país rico a la miseria. Lograron la “igualdad” -todos igual de pobres, excepto los líderes del régimen, esos sí “viven sabroso”.
Si Venezuela, con mayores recursos naturales que Colombia, cayó en este abismo, ¿qué nos espera si seguimos el mismo camino? La izquierda busca una “igualdad para todos” que significa pobreza generalizada y dependencia estatal. Los gobiernos de derecha, aunque plagados de corrupción, al menos no atacan directamente al aparato productivo.
Colombia necesita trascender esta falsa dicotomía. No más izquierda contra derecha, sino eficiencia contra mediocridad, honestidad contra corrupción, progreso contra estancamiento. Como mi truco del reloj para orientarme al manejar, necesitamos puntos de referencia claros: productividad, protección empresarial y bienestar ciudadano.
Quizás sea hora de dejar de preocuparnos tanto por si giramos a la izquierda o a la derecha, y enfocarnos más en avanzar hacia adelante.
Por: Hernán Restrepo.
Desde siempre he sufrido un despiste peculiar. Cuando manejo y me indican girar a la derecha o izquierda, me desoriento por completo. Mi solución: mirarme la muñeca - si tiene el reloj, es la izquierda; si no, la derecha.
Desde siempre he sufrido un despiste peculiar. Cuando manejo y me indican girar a la derecha o izquierda, me desoriento por completo. Mi solución: mirarme la muñeca – si tiene el reloj, es la izquierda; si no, la derecha. Esta misma desorientación la experimento a nivel político, especialmente cuando observo que las ideologías se han diluido tanto que ya no distinguimos el propósito fundamental de un partido, que es servir a su pueblo.
En el Cesar, donde el desempleo alcanza el 12.3%, por encima del promedio nacional, esta confusión ideológica cobra un precio especialmente alto. La corrupción, la ineficacia y los escándalos no son patrimonio exclusivo de ninguna tendencia, todas comparten esta pesada herencia. Aunque evito generalizar, los ejemplos de liderazgo político íntegro son tan escasos como el agua en La Guajira.
Sin embargo, hay una diferencia crucial que merece atención. La izquierda latinoamericana actual ve al empresariado como enemigo, olvidando que son el motor generador de riqueza. En nuestro departamento, donde el 92% de las empresas son pequeñas y medianas, estas necesitan protección y fomento para mejorar la productividad y competitividad.
Se culpa a los empresarios por los bajos salarios, pero ignoramos la realidad de la productividad. Mientras en Estados Unidos el salario mínimo promedio alcanza los 15 dólares por hora, con una productividad de $117,000 USD por trabajador al año, en Colombia apenas pagamos 2 dólares por hora y producimos $33,000 USD por trabajador. La brecha es abismal: ellos producen 3.5 veces más que nosotros.
Venezuela es el espejo que debemos mirar con atención. En 1998, antes del chavismo, su PIB superaba los 240 mil millones de dólares. Hoy, tras expropiar empresas y destruir su aparato productivo, apenas alcanza los 60 mil millones. Una caída del 75% que ha llevado a un país rico a la miseria. Lograron la “igualdad” -todos igual de pobres, excepto los líderes del régimen, esos sí “viven sabroso”.
Si Venezuela, con mayores recursos naturales que Colombia, cayó en este abismo, ¿qué nos espera si seguimos el mismo camino? La izquierda busca una “igualdad para todos” que significa pobreza generalizada y dependencia estatal. Los gobiernos de derecha, aunque plagados de corrupción, al menos no atacan directamente al aparato productivo.
Colombia necesita trascender esta falsa dicotomía. No más izquierda contra derecha, sino eficiencia contra mediocridad, honestidad contra corrupción, progreso contra estancamiento. Como mi truco del reloj para orientarme al manejar, necesitamos puntos de referencia claros: productividad, protección empresarial y bienestar ciudadano.
Quizás sea hora de dejar de preocuparnos tanto por si giramos a la izquierda o a la derecha, y enfocarnos más en avanzar hacia adelante.
Por: Hernán Restrepo.