Aunque él está más vivo que nunca, una notaría de Barranquilla dio de baja su cédula y hoy busca que le devuelvan su identidad.
A las seis de la mañana subió a la camioneta plateada que lo llevó hasta Barranquilla, vestía pantalón negro y camisa guayabera blanca de mangas cortas, cruzado al cuerpo un maletín de cuero en donde portaba la fotocopia de la cédula que días atrás le habían robado y otros documentos para demostrar que sí es quien dice ser; también llevaba una cara de preocupación, angustia, zozobra y ansiedad por lo que encontraría en la capital del Atlántico, después de todo no es fácil saber que uno está muerto en otra ciudad, pese a estar más vivo que nunca.
Fue el 18 de septiembre cuando su vida cambió. Ese día salió del banco BBVA del edificio Portal del Valle con más de dos millones de pesos de un cheque que había cambiado y aunque los únicos que sabían de ese dinero eran el cajero que lo atendió y él, en la calle 17 entre carreras 9 y 10, dos hombres cada uno en una motocicleta le salieron al paso, lo abrazaron como si se conocieran y después y le pusieron una pistola en la espalda: “entregue la plata y no haga nada”, le dijeron. No solo se llevaron los recursos, sino también una cantidad de documentos de clientes a los que les presta sus servicios como contador, la billetera y con ella la cédula.
El 19, dispuesto a seguir con su vida después del susto y los recursos perdidos, se propuso iniciar la recuperación de sus papeles: tarjetas de crédito, cédula, tarjeta profesional, entre otros. Ahí fue donde empezó el verdadero calvario.
“Llegué a la Registraduría del Estado Civil a solicitar la contraseña de la cédula para poder hacer la solicitud de las tarjetas de crédito y los documentos perdidos, pero me encontré con la sorpresa que le dieron de baja, porque aparezco muerto en Barraquilla”, aseguró Don Ismael.
Un mar de dudas, angustia, desesperación lo invadieron de inmediato, ¿por qué aparecía muerto?, ¿cómo había muerto?, ¿lo habrían asesinado?, ¿sería algún delincuente que tenía el mismo nombre de él?, fueron entre otras las preguntas que se pasaron por su cabeza.
Su muerte tenía resolución: la 3013 de 2013 declaraba su defunción, según la señorita que lo atendió en la Registraduría, por lo que cualquier halo de esperanza se había terminado de morir para este contador con 19 años de experiencia y una vida correcta.
Llamó a un amigo y le contó la situación, “le va a tocar bañarse con cariaquito morado, para que se le quité la mala suerte”, le contestó el conocido, quien pese a la tragedia le tendió su mano y le dijo que el miércoles 25 lo podía llevar a Barranquilla para que averiguara que había pasado con él.
El día del recorrido, EL PILÓN lo acompañó. Iba un poco nervioso, en unos momentos hablaba y otros se quedaba callado. El amigo que lo llevaba le hizo unos contactos con unos amigos en la Fiscalía, pasaron el número de su cédula y encontraron que estaba limpio, sin antecedentes, eso lo tranquilizó.
En medio del aliciente, también sintió desesperanza, “su caso no es fácil, se lleva un largo tiempo que le corrijan el error”, le dijo el amigo.
Eran las 11:05 cuando llegó a Barranquilla, en la puerta de la Notaría se bajó apresurado, había llegado la hora de conocer la verdad y él quería correr para salir de ese mar de dudas que lo inundaban.
Su amigo habló por él, “señor este es mi contador y aparece muerto en esta notaría, queremos saber qué paso”; un joven oriundo de La Paz, Cesar, fue quien lo atendió en la oficina cuyo notario es un vallenato.
Le pidió el número de la cédula, lo digitó en un computador y salió la referencia, enseguida buscó el libro, allí estaba la verdad a todo, que demostraba que fue un error de la Notaría 9.
“La persona que murió es Alfonso… y le invirtieron los número de la cédula”, le dijo el funcionario de la Notaría que lo atendió.
En efecto, la Notaría radicó el número 721 cuando en realidad era el 712 y por eso dieron por muerto a Don Ismael, quien ahora es un NN para la sociedad, pues no tiene identidad.
Otro funcionario de la oficina reconoció el error y le dijo que regresara a las dos de la tarde del mismo día, para entregarle toda la documentación a fin de que en Valledupar corrigieran y él pudiera recuperar su identidad.
“Pensé que sería un homónimo, de todas maneras es muy traumático estar en esta situación de incertidumbre, sin saber si será por poco o largo tiempo y uno está limitado al vaivén de los funciones públicos que como no le sucede a ellos, no solucionan de manera rápida”, dijo con un halo de tristeza Ismael.
No es fácil
Aunque esa tarde del 25 de septiembre se sintió de nuevo siendo quien es, al llegar a Valledupar se dio cuenta que recuperar su nombre no será nada fácil o al menos rápido.
El 26 a las nueve de la mañana estaba de nuevo en la Registraduría del Estado Civil, en donde el 19 de septiembre le habían dicho que estaba muerto y para revivirlo le había tomado las huellas de los dedos de sus dos manos.
Allí el delegado de la Registraduría, Óscar Maya le dijo que los documentos que fue a buscar a Barranquilla no sirven de nada, porque para esa entidad lo que sirve es un certificado de plena identidad, es decir el que le hicieron el 19 de septiembre, donde le tomaron las huellas.
Con preocupación recibió la noticia, pues la semana antes, la funcionaria que lo atendió le dijo que eso se tardaba entre tres o cuatro meses que le corrigieran el error, porque del Cesar habían más de 150 solicitudes por errores en donde daban a las personas por muertas y es solo en Bogotá en donde lo pueden revivir, después de hacer un cotejo de huellas y verificar todos sus datos.
Su cara no podía ser peor, se dibujó la tragedia, no solo estaba sin identidad, sino que esto le afectara su trabajo, debido a que lleva procesos a grandes empresas que manejan sumas millonarias y él por ahora no podrá firmar, pues cualquier puede decir que es un fraude, porque él está muerto.
Cuando sintió que la suerte lo había abandonado del todo, en la puerta de la Registraduría apreció Tirso Cabello, el otro delegado.
“Haznos un derecho de petición, mándalo y tenemos el soporte para agilizarte, el asunto es que la cédula, el documento que te tumba la cédula es una resolución y en derecho las cosas se deshacen como se hacen, no podemos hacerlo de otra forma, entonces el Registrador Nacional tendrá que hacer una resolución levantándote y esa resolución no es de un día para otro, pero si puede ser rápido”, le dijo Cabello.
Aunque las palabras lo reconfortaron, Don Ismael sintió que el Estado le había dado una puñalada trapera, herida de la que no será fácil recuperarse, pues serán cuatro o con suerte tres los meses que estará en cuerpo ajeno, sin poder firmar, sin tener acceso a una identidad, a una tarjeta de crédito y a muchos otros beneficios que otorga el tener una cédula.
Por lo pronto, Don Ismael tendrá que acoger el consejo de su amigo: bañarse con cariaquito morado, para ver si la suerte vuelve y trae consigo la identidad y los documentos que perdió y por qué no, un buen contrato que le permita recuperar los más de dos millones de pesos que la 'percepción de inseguridad' le robó en una mañana del 18 de septiembre.
Errores humanos
El Delegado de la Registraduría, Tirso Cabello explicó que los humanos son imperfectos y lastimosamente se equivocan y aunque cada día se utiliza tecnología de punta, siempre se presentan los errores.
En el caso de Don Ismael explicó que a él se le protegerá el derecho fundamental a tener una identidad, porque sin ésta no puede acceder a salud, educación y mucho menos puede autorrepresentarse.
“En términos generales son muy escasos los casos”, dijo Cabello, quien explicó que los errores son motivados generalmente en la digitación de los funcionarios que expiden los registros civiles de defunción y las cédulas son unos cupos numéricos que tienen una única identificación, por lo que cuando en una notaría de un municipio un servidor público decreta una muerte y comete la equivocación al llegar a la Registraduría, le dan de baja, pero es un trámite que no puede durar más de cuatro meses, porque toda persona tiene derecho a una identidad.
El error estuvo en la Notaría 9 de Barranquilla, en donde invirtieron el número de cédula, colocándole la de Ismael a Alfonso, un adulto mayor que falleció por muerte natural el 8 de marzo pasado.
NOTA: EL PILON se abstiene de publicar los nombres completos de las personas aquí involucradas a petición de una de ellas.
Sandra Santiago B.
[email protected]
Aunque él está más vivo que nunca, una notaría de Barranquilla dio de baja su cédula y hoy busca que le devuelvan su identidad.
A las seis de la mañana subió a la camioneta plateada que lo llevó hasta Barranquilla, vestía pantalón negro y camisa guayabera blanca de mangas cortas, cruzado al cuerpo un maletín de cuero en donde portaba la fotocopia de la cédula que días atrás le habían robado y otros documentos para demostrar que sí es quien dice ser; también llevaba una cara de preocupación, angustia, zozobra y ansiedad por lo que encontraría en la capital del Atlántico, después de todo no es fácil saber que uno está muerto en otra ciudad, pese a estar más vivo que nunca.
Fue el 18 de septiembre cuando su vida cambió. Ese día salió del banco BBVA del edificio Portal del Valle con más de dos millones de pesos de un cheque que había cambiado y aunque los únicos que sabían de ese dinero eran el cajero que lo atendió y él, en la calle 17 entre carreras 9 y 10, dos hombres cada uno en una motocicleta le salieron al paso, lo abrazaron como si se conocieran y después y le pusieron una pistola en la espalda: “entregue la plata y no haga nada”, le dijeron. No solo se llevaron los recursos, sino también una cantidad de documentos de clientes a los que les presta sus servicios como contador, la billetera y con ella la cédula.
El 19, dispuesto a seguir con su vida después del susto y los recursos perdidos, se propuso iniciar la recuperación de sus papeles: tarjetas de crédito, cédula, tarjeta profesional, entre otros. Ahí fue donde empezó el verdadero calvario.
“Llegué a la Registraduría del Estado Civil a solicitar la contraseña de la cédula para poder hacer la solicitud de las tarjetas de crédito y los documentos perdidos, pero me encontré con la sorpresa que le dieron de baja, porque aparezco muerto en Barraquilla”, aseguró Don Ismael.
Un mar de dudas, angustia, desesperación lo invadieron de inmediato, ¿por qué aparecía muerto?, ¿cómo había muerto?, ¿lo habrían asesinado?, ¿sería algún delincuente que tenía el mismo nombre de él?, fueron entre otras las preguntas que se pasaron por su cabeza.
Su muerte tenía resolución: la 3013 de 2013 declaraba su defunción, según la señorita que lo atendió en la Registraduría, por lo que cualquier halo de esperanza se había terminado de morir para este contador con 19 años de experiencia y una vida correcta.
Llamó a un amigo y le contó la situación, “le va a tocar bañarse con cariaquito morado, para que se le quité la mala suerte”, le contestó el conocido, quien pese a la tragedia le tendió su mano y le dijo que el miércoles 25 lo podía llevar a Barranquilla para que averiguara que había pasado con él.
El día del recorrido, EL PILÓN lo acompañó. Iba un poco nervioso, en unos momentos hablaba y otros se quedaba callado. El amigo que lo llevaba le hizo unos contactos con unos amigos en la Fiscalía, pasaron el número de su cédula y encontraron que estaba limpio, sin antecedentes, eso lo tranquilizó.
En medio del aliciente, también sintió desesperanza, “su caso no es fácil, se lleva un largo tiempo que le corrijan el error”, le dijo el amigo.
Eran las 11:05 cuando llegó a Barranquilla, en la puerta de la Notaría se bajó apresurado, había llegado la hora de conocer la verdad y él quería correr para salir de ese mar de dudas que lo inundaban.
Su amigo habló por él, “señor este es mi contador y aparece muerto en esta notaría, queremos saber qué paso”; un joven oriundo de La Paz, Cesar, fue quien lo atendió en la oficina cuyo notario es un vallenato.
Le pidió el número de la cédula, lo digitó en un computador y salió la referencia, enseguida buscó el libro, allí estaba la verdad a todo, que demostraba que fue un error de la Notaría 9.
“La persona que murió es Alfonso… y le invirtieron los número de la cédula”, le dijo el funcionario de la Notaría que lo atendió.
En efecto, la Notaría radicó el número 721 cuando en realidad era el 712 y por eso dieron por muerto a Don Ismael, quien ahora es un NN para la sociedad, pues no tiene identidad.
Otro funcionario de la oficina reconoció el error y le dijo que regresara a las dos de la tarde del mismo día, para entregarle toda la documentación a fin de que en Valledupar corrigieran y él pudiera recuperar su identidad.
“Pensé que sería un homónimo, de todas maneras es muy traumático estar en esta situación de incertidumbre, sin saber si será por poco o largo tiempo y uno está limitado al vaivén de los funciones públicos que como no le sucede a ellos, no solucionan de manera rápida”, dijo con un halo de tristeza Ismael.
No es fácil
Aunque esa tarde del 25 de septiembre se sintió de nuevo siendo quien es, al llegar a Valledupar se dio cuenta que recuperar su nombre no será nada fácil o al menos rápido.
El 26 a las nueve de la mañana estaba de nuevo en la Registraduría del Estado Civil, en donde el 19 de septiembre le habían dicho que estaba muerto y para revivirlo le había tomado las huellas de los dedos de sus dos manos.
Allí el delegado de la Registraduría, Óscar Maya le dijo que los documentos que fue a buscar a Barranquilla no sirven de nada, porque para esa entidad lo que sirve es un certificado de plena identidad, es decir el que le hicieron el 19 de septiembre, donde le tomaron las huellas.
Con preocupación recibió la noticia, pues la semana antes, la funcionaria que lo atendió le dijo que eso se tardaba entre tres o cuatro meses que le corrigieran el error, porque del Cesar habían más de 150 solicitudes por errores en donde daban a las personas por muertas y es solo en Bogotá en donde lo pueden revivir, después de hacer un cotejo de huellas y verificar todos sus datos.
Su cara no podía ser peor, se dibujó la tragedia, no solo estaba sin identidad, sino que esto le afectara su trabajo, debido a que lleva procesos a grandes empresas que manejan sumas millonarias y él por ahora no podrá firmar, pues cualquier puede decir que es un fraude, porque él está muerto.
Cuando sintió que la suerte lo había abandonado del todo, en la puerta de la Registraduría apreció Tirso Cabello, el otro delegado.
“Haznos un derecho de petición, mándalo y tenemos el soporte para agilizarte, el asunto es que la cédula, el documento que te tumba la cédula es una resolución y en derecho las cosas se deshacen como se hacen, no podemos hacerlo de otra forma, entonces el Registrador Nacional tendrá que hacer una resolución levantándote y esa resolución no es de un día para otro, pero si puede ser rápido”, le dijo Cabello.
Aunque las palabras lo reconfortaron, Don Ismael sintió que el Estado le había dado una puñalada trapera, herida de la que no será fácil recuperarse, pues serán cuatro o con suerte tres los meses que estará en cuerpo ajeno, sin poder firmar, sin tener acceso a una identidad, a una tarjeta de crédito y a muchos otros beneficios que otorga el tener una cédula.
Por lo pronto, Don Ismael tendrá que acoger el consejo de su amigo: bañarse con cariaquito morado, para ver si la suerte vuelve y trae consigo la identidad y los documentos que perdió y por qué no, un buen contrato que le permita recuperar los más de dos millones de pesos que la 'percepción de inseguridad' le robó en una mañana del 18 de septiembre.
Errores humanos
El Delegado de la Registraduría, Tirso Cabello explicó que los humanos son imperfectos y lastimosamente se equivocan y aunque cada día se utiliza tecnología de punta, siempre se presentan los errores.
En el caso de Don Ismael explicó que a él se le protegerá el derecho fundamental a tener una identidad, porque sin ésta no puede acceder a salud, educación y mucho menos puede autorrepresentarse.
“En términos generales son muy escasos los casos”, dijo Cabello, quien explicó que los errores son motivados generalmente en la digitación de los funcionarios que expiden los registros civiles de defunción y las cédulas son unos cupos numéricos que tienen una única identificación, por lo que cuando en una notaría de un municipio un servidor público decreta una muerte y comete la equivocación al llegar a la Registraduría, le dan de baja, pero es un trámite que no puede durar más de cuatro meses, porque toda persona tiene derecho a una identidad.
El error estuvo en la Notaría 9 de Barranquilla, en donde invirtieron el número de cédula, colocándole la de Ismael a Alfonso, un adulto mayor que falleció por muerte natural el 8 de marzo pasado.
NOTA: EL PILON se abstiene de publicar los nombres completos de las personas aquí involucradas a petición de una de ellas.
Sandra Santiago B.
[email protected]