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Columnista - 12 enero, 2019

Innovación en la práctica

No es un secreto para nadie que la innovación se ha convertido en un lugar común, sin embargo, la realidad de la innovación al interior de las empresas ha creado un “mercado negro” de opiniones, en las que se multiplican situaciones donde en un primer momento se sonríe y se alaban las bondades de la […]

No es un secreto para nadie que la innovación se ha convertido en un lugar común, sin embargo, la realidad de la innovación al interior de las empresas ha creado un “mercado negro” de opiniones, en las que se multiplican situaciones donde en un primer momento se sonríe y se alaban las bondades de la innovación y luego, al entrar en confianza, se confiesa que en la realidad no sirve para nada.Se habla mucho de la necesidad de invertir en innovación en Colombia (apenas el 0,7 % del PIB y el 65 % es del Estado) ya que ocupamos el puesto 65 entre 127 economías a nivel mundial de acuerdo a los resultados del Índice Global de Innovación (GII) 2017, como si simplemente con inyectarle más dinero a algo que no da resultados fuera a mejorar el panorama, ignorando que actualmente, incluso en las economías mejor rankeadas en el GII, la innovación no es para todos.

Pero ¿Qué es lo que pasa? La innovación para muchos es un concepto etéreo, más lleno de sueños y expectativas que de acciones y realidades. Las empresas cuando se montan en el bus de la innovación lo hacen a ojo cerrado, sin tener una ruta clara y confiando en la moda: en lo que se escucha en los congresos, se lee en las revistas o se ve en los videos de casos de éxito. Entonces se crea un área dentro de las empresas se generan condiciones y se construyen capacidades (puntaje promedio por empresa de 52/100 en el ranking de innovación, pero al  momento de cosechar los resultados se llevan una decepción.

El problema está en cómo se materializa esa innovación. 

En estos años de experiencia, he observado que la innovación se desarrolla en 4 fases principales: ideación, modelado, validación e implementación, y se aborda de tres maneras diferentes que no son excluyentes: “como cualidad”, en donde lo importante son las personas y se promueve y democratiza la creatividad y luego se prueban y procesan las ideas que salen, buscando casos de éxito; “como proceso”, en donde lo importante son las actividades, muy de la mano del método científico. La innovación como proceso busca convertir el conocimiento en dinero definiendo una serie de pasos consecutivos e iterativos que se amoldan a la forma de trabajar de la empresa y si se siguen, se está innovando; y “como resultado”, donde lo importante son los logros, definir prospectivamente una meta e ir alcanzando una serie de hitos consecutivos, hasta al final obtener lo que se estaba buscando independientemente de las actividades, estrategias, tiempos y personas. No hay una mejor que otra y las tres dan buenos resultados si son bien ejecutadas, aunque he encontrado que la más eficiente de las tres es la “innovación como resultado”.

En sondeos que realizados de manera independiente con una compañía experta en temas de innovación y construcción de negocios en Colombia llamada Grimorum, se ha encontrado  que la gran mayoría de las empresas invierte el 45 % de los recursos en la fase de ideación utilizando principalmente la “innovación como cualidad”, en las fases de modelado y validación (prototipo incluido) se invierte el 52 % de los recursos utilizando principalmente la “innovación como proceso”, mientras que en la fase de implementación, cuando se llevan las innovaciones al mercado y se obtienen los resultados, se invierten solo el 3 % de los recursos utilizando principalmente voluntarios y avemarías. 

Y luego nos preguntamos por qué la innovación no da retornos. 

Columnista
12 enero, 2019

Innovación en la práctica

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernando Varon

No es un secreto para nadie que la innovación se ha convertido en un lugar común, sin embargo, la realidad de la innovación al interior de las empresas ha creado un “mercado negro” de opiniones, en las que se multiplican situaciones donde en un primer momento se sonríe y se alaban las bondades de la […]


No es un secreto para nadie que la innovación se ha convertido en un lugar común, sin embargo, la realidad de la innovación al interior de las empresas ha creado un “mercado negro” de opiniones, en las que se multiplican situaciones donde en un primer momento se sonríe y se alaban las bondades de la innovación y luego, al entrar en confianza, se confiesa que en la realidad no sirve para nada.Se habla mucho de la necesidad de invertir en innovación en Colombia (apenas el 0,7 % del PIB y el 65 % es del Estado) ya que ocupamos el puesto 65 entre 127 economías a nivel mundial de acuerdo a los resultados del Índice Global de Innovación (GII) 2017, como si simplemente con inyectarle más dinero a algo que no da resultados fuera a mejorar el panorama, ignorando que actualmente, incluso en las economías mejor rankeadas en el GII, la innovación no es para todos.

Pero ¿Qué es lo que pasa? La innovación para muchos es un concepto etéreo, más lleno de sueños y expectativas que de acciones y realidades. Las empresas cuando se montan en el bus de la innovación lo hacen a ojo cerrado, sin tener una ruta clara y confiando en la moda: en lo que se escucha en los congresos, se lee en las revistas o se ve en los videos de casos de éxito. Entonces se crea un área dentro de las empresas se generan condiciones y se construyen capacidades (puntaje promedio por empresa de 52/100 en el ranking de innovación, pero al  momento de cosechar los resultados se llevan una decepción.

El problema está en cómo se materializa esa innovación. 

En estos años de experiencia, he observado que la innovación se desarrolla en 4 fases principales: ideación, modelado, validación e implementación, y se aborda de tres maneras diferentes que no son excluyentes: “como cualidad”, en donde lo importante son las personas y se promueve y democratiza la creatividad y luego se prueban y procesan las ideas que salen, buscando casos de éxito; “como proceso”, en donde lo importante son las actividades, muy de la mano del método científico. La innovación como proceso busca convertir el conocimiento en dinero definiendo una serie de pasos consecutivos e iterativos que se amoldan a la forma de trabajar de la empresa y si se siguen, se está innovando; y “como resultado”, donde lo importante son los logros, definir prospectivamente una meta e ir alcanzando una serie de hitos consecutivos, hasta al final obtener lo que se estaba buscando independientemente de las actividades, estrategias, tiempos y personas. No hay una mejor que otra y las tres dan buenos resultados si son bien ejecutadas, aunque he encontrado que la más eficiente de las tres es la “innovación como resultado”.

En sondeos que realizados de manera independiente con una compañía experta en temas de innovación y construcción de negocios en Colombia llamada Grimorum, se ha encontrado  que la gran mayoría de las empresas invierte el 45 % de los recursos en la fase de ideación utilizando principalmente la “innovación como cualidad”, en las fases de modelado y validación (prototipo incluido) se invierte el 52 % de los recursos utilizando principalmente la “innovación como proceso”, mientras que en la fase de implementación, cuando se llevan las innovaciones al mercado y se obtienen los resultados, se invierten solo el 3 % de los recursos utilizando principalmente voluntarios y avemarías. 

Y luego nos preguntamos por qué la innovación no da retornos.