Dos años largos después de su fallecimiento, el nobel colombiano Gabriel García Márquez regresó para siempre a Cartagena de Indias, donde sus cenizas, con aura de inmortal, reposarán en un memorial construido en su honor en el Claustro de la Merced.
Dos años largos después de su fallecimiento, el nobel colombiano Gabriel García Márquez regresó para siempre a Cartagena de Indias, donde sus cenizas, con aura de inmortal, reposarán en un memorial construido en su honor en el Claustro de la Merced.
En esta ciudad en la que vivió cuando joven, se inició en el oficio del periodismo y fue fuente de inspiración de su obra, García Márquez recibió ayer un homenaje póstumo para que Cartagena de Indias sea “su morada eterna en el Caribe”, según la resolución de la Universidad de Cartagena, institución a la que pertenece el Claustro.
El rector de la Universidad, Edgar Parra Chacón, recordó que en 1948 el joven García Márquez tuvo que interrumpir sus estudios de derecho en Bogotá por la violencia de “El Bogotazo” desatada por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, y se instaló en Cartagena, donde se matriculó en esa institución.
Pese a que poco tiempo después abandonó las clases de derecho, su nombre quedó para siempre ligado a la Universidad de Cartagena, ciudad “por la que confirmó sus más caros afectos”, dijo el gobernador del departamento de Bolívar, cuya capital es Cartagena, Dumek Turbay.
“Bienvenido de nuevo a casa, Gabo, Gabriel, Gabito, acá con nosotros por siempre”, manifestó el gobernador Turbay.
Junto a las cenizas del Nobel de Literatura de 1982, fallecido a los 87 años de edad, el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México, fue desvelado un busto suyo, esculpido por la artista británica Katie Murray, que fue instalado sobre una plataforma flotante construida en el patio central del Claustro de la Merced, construcción española de los tiempos de la Colonia.
El busto de bronce, que estaba cubierto por un manto amarillo, como las rosas que adornan la base del pedestal, o como los enjambres de mariposas que rodeaban siempre a Mauricio Babilonia en “Cien años de soledad”, fue desvelado al caer de la tarde por los hijos y nietos del nobel al ritmo de la “Pequeña Suite”, composición del maestro colombiano Adolfo Mejía.
“Las cenizas de Gabo, solicitadas en muchos lugares del mundo, habrán de reposar en este espacio”, expresó el rector Parra Chacón, quien dirigiéndose a la viuda de García Márquez, Mercedes Barcha, y a sus hijos Gonzalo y Rodrigo, aseguró que es “un honor acoger las cenizas de nuestro nobel inmortal”.
Fue “por iniciativa de la familia García Márquez Barcha” que las cenizas de Gabo volvieron a Cartagena, señala la resolución expedida por la Universidad para esta ceremonia.
“Él mismo quiso que fuera así, me lo contó de su propia boca y jamás se lo he contado a nadie, nunca he escrito esa historia ocurrida hace más de 20 años”, dijo en el acto uno de sus amigos, el escritor y periodista Juan Gossaín, quien reveló que el nobel le dijo en esa ocasión: “La gente sabe que a mí me gusta Cartagena y me gustaría que me entierren en Cartagena”.
“No estamos aquí para participar en una ceremonia fúnebre, ni en un ritual de exequias, esto es una reunión de amigos, y los amigos verdaderos nunca desaparecen, y menos aún si se trata, como en este caso, de un amigo inmortal”, manifestó Gossaín.
Entre los presentes hoy en la ceremonia estuvieron, además de su esposa, hijos y nietos, algunos de sus hermanos, y otras autoridades como la ministra de Cultura, Mariana Garcés, o el alcalde de Cartagena, Manuel Vicente Duque.
Precisamente uno de sus nietos, Mateo García Márquez, leyó un fragmento del capítulo seis de “Vivir para contarla”, su obra de memorias, en el que relata su llegada a Cartagena.
Y como no podía faltar en un homenaje a Gabo, el acto se cerró con una interpretación de música vallenata, su preferida, a cargo del grupo de adolfo Pacheco y Julio Rojas, y una lluvia de papeles amarillos cayó sobre los presentes en el patio central del Claustro de la Merced, ya entrada la noche.
Ricardo Maldonado Rozo
EFE
Dos años largos después de su fallecimiento, el nobel colombiano Gabriel García Márquez regresó para siempre a Cartagena de Indias, donde sus cenizas, con aura de inmortal, reposarán en un memorial construido en su honor en el Claustro de la Merced.
Dos años largos después de su fallecimiento, el nobel colombiano Gabriel García Márquez regresó para siempre a Cartagena de Indias, donde sus cenizas, con aura de inmortal, reposarán en un memorial construido en su honor en el Claustro de la Merced.
En esta ciudad en la que vivió cuando joven, se inició en el oficio del periodismo y fue fuente de inspiración de su obra, García Márquez recibió ayer un homenaje póstumo para que Cartagena de Indias sea “su morada eterna en el Caribe”, según la resolución de la Universidad de Cartagena, institución a la que pertenece el Claustro.
El rector de la Universidad, Edgar Parra Chacón, recordó que en 1948 el joven García Márquez tuvo que interrumpir sus estudios de derecho en Bogotá por la violencia de “El Bogotazo” desatada por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, y se instaló en Cartagena, donde se matriculó en esa institución.
Pese a que poco tiempo después abandonó las clases de derecho, su nombre quedó para siempre ligado a la Universidad de Cartagena, ciudad “por la que confirmó sus más caros afectos”, dijo el gobernador del departamento de Bolívar, cuya capital es Cartagena, Dumek Turbay.
“Bienvenido de nuevo a casa, Gabo, Gabriel, Gabito, acá con nosotros por siempre”, manifestó el gobernador Turbay.
Junto a las cenizas del Nobel de Literatura de 1982, fallecido a los 87 años de edad, el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México, fue desvelado un busto suyo, esculpido por la artista británica Katie Murray, que fue instalado sobre una plataforma flotante construida en el patio central del Claustro de la Merced, construcción española de los tiempos de la Colonia.
El busto de bronce, que estaba cubierto por un manto amarillo, como las rosas que adornan la base del pedestal, o como los enjambres de mariposas que rodeaban siempre a Mauricio Babilonia en “Cien años de soledad”, fue desvelado al caer de la tarde por los hijos y nietos del nobel al ritmo de la “Pequeña Suite”, composición del maestro colombiano Adolfo Mejía.
“Las cenizas de Gabo, solicitadas en muchos lugares del mundo, habrán de reposar en este espacio”, expresó el rector Parra Chacón, quien dirigiéndose a la viuda de García Márquez, Mercedes Barcha, y a sus hijos Gonzalo y Rodrigo, aseguró que es “un honor acoger las cenizas de nuestro nobel inmortal”.
Fue “por iniciativa de la familia García Márquez Barcha” que las cenizas de Gabo volvieron a Cartagena, señala la resolución expedida por la Universidad para esta ceremonia.
“Él mismo quiso que fuera así, me lo contó de su propia boca y jamás se lo he contado a nadie, nunca he escrito esa historia ocurrida hace más de 20 años”, dijo en el acto uno de sus amigos, el escritor y periodista Juan Gossaín, quien reveló que el nobel le dijo en esa ocasión: “La gente sabe que a mí me gusta Cartagena y me gustaría que me entierren en Cartagena”.
“No estamos aquí para participar en una ceremonia fúnebre, ni en un ritual de exequias, esto es una reunión de amigos, y los amigos verdaderos nunca desaparecen, y menos aún si se trata, como en este caso, de un amigo inmortal”, manifestó Gossaín.
Entre los presentes hoy en la ceremonia estuvieron, además de su esposa, hijos y nietos, algunos de sus hermanos, y otras autoridades como la ministra de Cultura, Mariana Garcés, o el alcalde de Cartagena, Manuel Vicente Duque.
Precisamente uno de sus nietos, Mateo García Márquez, leyó un fragmento del capítulo seis de “Vivir para contarla”, su obra de memorias, en el que relata su llegada a Cartagena.
Y como no podía faltar en un homenaje a Gabo, el acto se cerró con una interpretación de música vallenata, su preferida, a cargo del grupo de adolfo Pacheco y Julio Rojas, y una lluvia de papeles amarillos cayó sobre los presentes en el patio central del Claustro de la Merced, ya entrada la noche.
Ricardo Maldonado Rozo
EFE