Así como en el año 1820 empezó la Revolución Industrial en Inglaterra que transformó la economía del mundo, hoy existe una revolución de la tecnología y la innovación que impacta las democracias. Se requieren mentes abiertas para adoptar políticas y decisiones que faciliten la transferencia de tecnología y conocimiento hacia los países menos avanzados. En […]
Así como en el año 1820 empezó la Revolución Industrial en Inglaterra que transformó la economía del mundo, hoy existe una revolución de la tecnología y la innovación que impacta las democracias.
Se requieren mentes abiertas para adoptar políticas y decisiones que faciliten la transferencia de tecnología y conocimiento hacia los países menos avanzados.
En Colombia y en otras naciones está sucediendo lo contrario. Se restringe la inmigración de extranjeros con altos niveles de conocimiento, lo que impide mezclar sus habilidades con las nuestras. El conocimiento foráneo debe llegar al país para trabajar juntos, para lo cual, hay que implementar políticas que nos permitan crecer de una manera mucho más rentable.
Se requiere una novedosa política de inmigración que impacte al sistema empresarial y volvernos una economía más inclusiva para atraer y atrapar los altos niveles de conocimientos que ya han sido desarrollados.
Las actividades, cada vez más atractivas y rentables, son las complejas que se ubican en las grandes ciudades. Allí se da un mayor intercambio científico en escenarios como las instituciones académicas de alto nivel que se consolidan con doctorados que fomentan que ese proceso de creatividad colectiva se potencialice y tenga una mayor producción. Esa interacción de conocimientos son los que impactan el mercado.
En Silicon Valley se produjo, de una manera planeada y ordenada desde los años 50, la mayor revolución tecnológica en el mundo de la computación y lograron la transformación de la economía. Exportaron conocimiento a países como Suecia que tuvo la habilidad de atraer a quienes desarrollaron las nuevas tecnologías y catapultaron su economía. La industria espacial también impulsa grandes investigaciones y desarrollo tecnológico en materia de software, de manejo electrónico y fibras ópticas.
Panamá se ha convertido en un centro financiero y de desarrollo logístico avanzado con unas políticas claras de atracción de expertos en altas tecnologías. Esta especialización ha impulsado su economía a un crecimiento del 8 %. Han atraído ‘cerebros’ que además los ha llevado a construir la “Ciudad del saber”, parques industriales y zonas económicas especiales. La base de todo ha sido un paquete de regulaciones para atracción de inmigrantes con habilidades y conocimientos excepcionales y también el gran potencial que brinda del nuevo Canal.
Otros países, como Colombia, ponen topes y limitantes a lo permitido en cada empresa para tener mano de obra extranjera especializada. No hay políticas audaces de atracción de ‘cerebros’ y las que existen son equivocadas porque están basadas en premisas erradas del impacto negativo que tienen en la mano de obra nacional.
Es cierto que la mano de obra extranjera desplaza a la mano de obra local, pero por su alto nivel de aporte en materia de conocimiento, al final tiene un resultado supremamente positivo por la enseñanza que deja y los clústeres económicos que permite construir.
En Chiapas (México), como ejemplo contrario, el 24 % de la gente pertenece a grupos indígenas que ocupan más del 60 % del territorio y no permiten mano de obra extranjera y es la zona más atrasada del país porque les ponen barrera a los inmigrantes.
Colombia debe clarificar en qué sectores económicos y académicos requieren conocimientos técnicos avanzados y tener una política de atracción de los ‘cerebros’ más perfeccionados.
Así como en el año 1820 empezó la Revolución Industrial en Inglaterra que transformó la economía del mundo, hoy existe una revolución de la tecnología y la innovación que impacta las democracias. Se requieren mentes abiertas para adoptar políticas y decisiones que faciliten la transferencia de tecnología y conocimiento hacia los países menos avanzados. En […]
Así como en el año 1820 empezó la Revolución Industrial en Inglaterra que transformó la economía del mundo, hoy existe una revolución de la tecnología y la innovación que impacta las democracias.
Se requieren mentes abiertas para adoptar políticas y decisiones que faciliten la transferencia de tecnología y conocimiento hacia los países menos avanzados.
En Colombia y en otras naciones está sucediendo lo contrario. Se restringe la inmigración de extranjeros con altos niveles de conocimiento, lo que impide mezclar sus habilidades con las nuestras. El conocimiento foráneo debe llegar al país para trabajar juntos, para lo cual, hay que implementar políticas que nos permitan crecer de una manera mucho más rentable.
Se requiere una novedosa política de inmigración que impacte al sistema empresarial y volvernos una economía más inclusiva para atraer y atrapar los altos niveles de conocimientos que ya han sido desarrollados.
Las actividades, cada vez más atractivas y rentables, son las complejas que se ubican en las grandes ciudades. Allí se da un mayor intercambio científico en escenarios como las instituciones académicas de alto nivel que se consolidan con doctorados que fomentan que ese proceso de creatividad colectiva se potencialice y tenga una mayor producción. Esa interacción de conocimientos son los que impactan el mercado.
En Silicon Valley se produjo, de una manera planeada y ordenada desde los años 50, la mayor revolución tecnológica en el mundo de la computación y lograron la transformación de la economía. Exportaron conocimiento a países como Suecia que tuvo la habilidad de atraer a quienes desarrollaron las nuevas tecnologías y catapultaron su economía. La industria espacial también impulsa grandes investigaciones y desarrollo tecnológico en materia de software, de manejo electrónico y fibras ópticas.
Panamá se ha convertido en un centro financiero y de desarrollo logístico avanzado con unas políticas claras de atracción de expertos en altas tecnologías. Esta especialización ha impulsado su economía a un crecimiento del 8 %. Han atraído ‘cerebros’ que además los ha llevado a construir la “Ciudad del saber”, parques industriales y zonas económicas especiales. La base de todo ha sido un paquete de regulaciones para atracción de inmigrantes con habilidades y conocimientos excepcionales y también el gran potencial que brinda del nuevo Canal.
Otros países, como Colombia, ponen topes y limitantes a lo permitido en cada empresa para tener mano de obra extranjera especializada. No hay políticas audaces de atracción de ‘cerebros’ y las que existen son equivocadas porque están basadas en premisas erradas del impacto negativo que tienen en la mano de obra nacional.
Es cierto que la mano de obra extranjera desplaza a la mano de obra local, pero por su alto nivel de aporte en materia de conocimiento, al final tiene un resultado supremamente positivo por la enseñanza que deja y los clústeres económicos que permite construir.
En Chiapas (México), como ejemplo contrario, el 24 % de la gente pertenece a grupos indígenas que ocupan más del 60 % del territorio y no permiten mano de obra extranjera y es la zona más atrasada del país porque les ponen barrera a los inmigrantes.
Colombia debe clarificar en qué sectores económicos y académicos requieren conocimientos técnicos avanzados y tener una política de atracción de los ‘cerebros’ más perfeccionados.