Por: José Félix Lafaurie Rivera* @jflafaurie Apenas cuatro años atrás, en 2008, el mundo vivió una gravosa crisis en materia de oferta alimentaria. Factores de demanda como el incremento del consumo en India y China o de oferta, por el uso de maíz para producir biocombustibles, se mostraban como causas desencadenantes. Tanta fue la repercusión, […]
Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
Apenas cuatro años atrás, en 2008, el mundo vivió una gravosa crisis en materia de oferta alimentaria. Factores de demanda como el incremento del consumo en India y China o de oferta, por el uso de maíz para producir biocombustibles, se mostraban como causas desencadenantes. Tanta fue la repercusión, que los precios de alimentos y sus materias primas alcanzaron máximos en junio de 2008 y sólo la desaceleración económica mundial hizo que las cotizaciones volvieran a ceder por la caída en el consumo.
Colombia no fue ajena. A pesar de sus fortalezas como potencial abastecedor mundial de alimentos, terminó en 2008 con una inflación total de 7,7% y de alimentos por encima de 13,1%, pues no todo lo que se consumía en el mercado local se producía en el país y porque la subida en el precio de los alimentos estuvo acompañada por incrementos en los costos de producción.
Hoy el mundo enfrenta una posible crisis alimentaria, fundada más en razones de oferta que de demanda. El Índice de Precios de Alimentos de la FAO prendió otra vez sus alarmas, influenciado por los pronósticos de caída en la producción de maíz en Estados Unidos del 13% y de soya del 12%, lo que ha llevado a que sólo en julio el precio de la tonelada de maíz en EE.UU. se haya incrementado en 10% y acumule una subida de 22% en lo corrido de 2012. Los casos de la soya o el trigo son aún más graves: muestran incrementos del 49% y 29%, respectivamente.
La disminución en la producción de maíz y trigo se origina en las sequías que enfrentan Estados Unidos y Rusia, como consecuencia del cambio climático. Un fenómeno que también ha impactado a Colombia, con especial fuerza desde 2009 y que ahora vuelve a enfrentarnos a otro Niño, cuyas fases críticas están previstas para noviembre y febrero próximos.
Con los precios internacionales de los cereales subiendo y un fenómeno del Niño en ciernes, es de esperar subidas en los alimentos para consumo animal y humano. No es casualidad que el precio promedio de la leche en polvo (Europa-Oceanía) se incrementara 7% en las últimas semanas, alcanzando US$3.400 la tonelada. A pesar del alza, los precios internacionales siguen siendo más competitivos que los locales. Según la Bolsa Mercantil una tonelada de leche en polvo entera se cotizó en julio a US$5.940.
Con estos precios internos, resultará difícil aprovechar los TLC vigentes, a menos que la nueva crisis alimentaria iguale las cotizaciones internacionales con las nacionales. Ello, suponiendo, además, que no se incrementarán nuestros costos de producción. Utópico, pues los concentrados empiezan a registrar alzas.
El escenario entonces seguirá siendo de desaceleración de las exportaciones, como evidencia nuestra balanza comercial, que en junio fue deficitaria en US$191 millones. Para no ir lejos, las importaciones de bienes agropecuarios, alimentos y bebidas en el primer semestre del año se incrementaron 7% -las de leche en polvo superaron las 16 mil toneladas- mientras que las exportaciones cayeron 13%.
El ajuste ministerial, es una buena oportunidad para repensar al sector y hacerle frente a la coyuntura. De lo contrario, con unos TLC que nos inundan de importaciones, con precios de materias primas al alza y con un fenómeno de El Niño a la vista, en el segundo semestre de 2012 y primero de 2013 se podrían ver disparadas la inflación de alimentos y el IPC total. En respuesta el Banco de la República, dentro de su ortodoxia, no tendrá en cuenta si la inflación es de oferta o de demanda, sino que subirá las tasas, agravando la crisis por restricción adicional de la demanda. Aún estamos a tiempo. La palabra la tiene el Ministerio de Agricultura.
*Presidente Ejecutivo de Fedegán.
Por: José Félix Lafaurie Rivera* @jflafaurie Apenas cuatro años atrás, en 2008, el mundo vivió una gravosa crisis en materia de oferta alimentaria. Factores de demanda como el incremento del consumo en India y China o de oferta, por el uso de maíz para producir biocombustibles, se mostraban como causas desencadenantes. Tanta fue la repercusión, […]
Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
Apenas cuatro años atrás, en 2008, el mundo vivió una gravosa crisis en materia de oferta alimentaria. Factores de demanda como el incremento del consumo en India y China o de oferta, por el uso de maíz para producir biocombustibles, se mostraban como causas desencadenantes. Tanta fue la repercusión, que los precios de alimentos y sus materias primas alcanzaron máximos en junio de 2008 y sólo la desaceleración económica mundial hizo que las cotizaciones volvieran a ceder por la caída en el consumo.
Colombia no fue ajena. A pesar de sus fortalezas como potencial abastecedor mundial de alimentos, terminó en 2008 con una inflación total de 7,7% y de alimentos por encima de 13,1%, pues no todo lo que se consumía en el mercado local se producía en el país y porque la subida en el precio de los alimentos estuvo acompañada por incrementos en los costos de producción.
Hoy el mundo enfrenta una posible crisis alimentaria, fundada más en razones de oferta que de demanda. El Índice de Precios de Alimentos de la FAO prendió otra vez sus alarmas, influenciado por los pronósticos de caída en la producción de maíz en Estados Unidos del 13% y de soya del 12%, lo que ha llevado a que sólo en julio el precio de la tonelada de maíz en EE.UU. se haya incrementado en 10% y acumule una subida de 22% en lo corrido de 2012. Los casos de la soya o el trigo son aún más graves: muestran incrementos del 49% y 29%, respectivamente.
La disminución en la producción de maíz y trigo se origina en las sequías que enfrentan Estados Unidos y Rusia, como consecuencia del cambio climático. Un fenómeno que también ha impactado a Colombia, con especial fuerza desde 2009 y que ahora vuelve a enfrentarnos a otro Niño, cuyas fases críticas están previstas para noviembre y febrero próximos.
Con los precios internacionales de los cereales subiendo y un fenómeno del Niño en ciernes, es de esperar subidas en los alimentos para consumo animal y humano. No es casualidad que el precio promedio de la leche en polvo (Europa-Oceanía) se incrementara 7% en las últimas semanas, alcanzando US$3.400 la tonelada. A pesar del alza, los precios internacionales siguen siendo más competitivos que los locales. Según la Bolsa Mercantil una tonelada de leche en polvo entera se cotizó en julio a US$5.940.
Con estos precios internos, resultará difícil aprovechar los TLC vigentes, a menos que la nueva crisis alimentaria iguale las cotizaciones internacionales con las nacionales. Ello, suponiendo, además, que no se incrementarán nuestros costos de producción. Utópico, pues los concentrados empiezan a registrar alzas.
El escenario entonces seguirá siendo de desaceleración de las exportaciones, como evidencia nuestra balanza comercial, que en junio fue deficitaria en US$191 millones. Para no ir lejos, las importaciones de bienes agropecuarios, alimentos y bebidas en el primer semestre del año se incrementaron 7% -las de leche en polvo superaron las 16 mil toneladas- mientras que las exportaciones cayeron 13%.
El ajuste ministerial, es una buena oportunidad para repensar al sector y hacerle frente a la coyuntura. De lo contrario, con unos TLC que nos inundan de importaciones, con precios de materias primas al alza y con un fenómeno de El Niño a la vista, en el segundo semestre de 2012 y primero de 2013 se podrían ver disparadas la inflación de alimentos y el IPC total. En respuesta el Banco de la República, dentro de su ortodoxia, no tendrá en cuenta si la inflación es de oferta o de demanda, sino que subirá las tasas, agravando la crisis por restricción adicional de la demanda. Aún estamos a tiempo. La palabra la tiene el Ministerio de Agricultura.
*Presidente Ejecutivo de Fedegán.