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Editorial - 12 agosto, 2019

Indolencia y autoprotección

Los hechos de violencia registrados en video, tanto de cámaras de seguridad como de teléfonos móviles, avivan el constante debate que parece no tener fin y sobre el cual debemos hacer permanente reflexión.

Los hechos de violencia registrados en video, tanto de cámaras de seguridad como de teléfonos móviles, avivan el constante debate que parece no tener fin y sobre el cual debemos hacer permanente reflexión.

Nos referimos a la lluvia de videos en los que detrás de las riñas, agresiones y otros hechos que alteran el orden público, una marea de espectadores no interviene o lo hace de la peor forma: unos observan sin mediar, y otros que no solo no ayudan, sino que además le echan leña al fuego.

Un impactante video de cámaras de seguridad nos muestra el momento exacto en el que un hombre apuñala a otro en el pecho y le quita la vida, en una calle del barrio Los Fundadores, Comuna cuatro de Valledupar. Ambos se baten a duelo a puñal y detrás de ellos un grupo de personas que observa impávido la gresca que termina en tragedia.

¿Indolencia o autoprotección? Cabe resaltar que no desconocemos el instinto autoprotector de los espectadores y que hay demasiado ejemplo de cómo mueren inocentes por intervenir en peleas ajenas, pero también sabemos que esas cifras son menores comparadas con las fatalidades en las que nadie intervino y pudo hacerlo.

¿Cuál es el método entonces? En principio, una ciudad no necesariamente debería experimentar este tipo de fenómenos mientras sufre la explosión demográfica y se desarrolla. Pero a las grandes urbes llegan grandes problemas pues el ser humano, en colectividad, representa un cúmulo de pensamientos y reacciones, muchas veces fricciones que derivan en violencia, mayor o menor, según sea el nivel educativo de esa masa.

La problemática que surge de esta explosión no solo deriva en los hechos que hoy cuestionamos, hay otros que afectan la convivencia, producto exclusivo del crecimiento poblacional y de la reacción primitiva del hombre en distintas circunstancias.

Los mototaxistas, inconformes, como cualquier ciudadano, ¿atacan a los buses pues se sienten afectados por los controles de la Policía de Tránsito? En una época de escuchar ideas o ayudar a construirlas (política electoral) para el futuro de la ciudad reaparece la violencia colectiva contra los bienes privados.

Continuemos en la permanente reflexión. ¿Qué hacer ante los enfrentamientos callejeros para evitar muertes violentas? Surge entonces la necesidad de crear un código social que venza a aquel que indica: “Eso no es problema mío, que lo haga otro”.

Pero, ¿quién lo crea y lo masifica?, son nuestros líderes, autoridades civiles y Fuerza Pública y todos nosotros los encargados de caminar hacia el mismo sentido de unión y convivencia, pero, ¿quién nos lidera? Un liderazgo cívico cultural como el de Antanas Mockus sería bien recibido en Valledupar.

La consciencia ciudadana, de impacto colectivo, es individual pero puede ser impartida, orientada. Esperamos ese liderazgo, tal vez podamos evitar más muertes con un solo gesto de afecto, de invitación al diálogo. En una editorial anterior mencionamos a los ciudadanos capacitados en resolución de conflictos y justicia restaurativa.

Sería bueno que apareciera una oleada de voluntarios en este sentido por estos días, pero es posible que estén congregándose en pos de un discurso político.

Editorial
12 agosto, 2019

Indolencia y autoprotección

Los hechos de violencia registrados en video, tanto de cámaras de seguridad como de teléfonos móviles, avivan el constante debate que parece no tener fin y sobre el cual debemos hacer permanente reflexión.


Los hechos de violencia registrados en video, tanto de cámaras de seguridad como de teléfonos móviles, avivan el constante debate que parece no tener fin y sobre el cual debemos hacer permanente reflexión.

Nos referimos a la lluvia de videos en los que detrás de las riñas, agresiones y otros hechos que alteran el orden público, una marea de espectadores no interviene o lo hace de la peor forma: unos observan sin mediar, y otros que no solo no ayudan, sino que además le echan leña al fuego.

Un impactante video de cámaras de seguridad nos muestra el momento exacto en el que un hombre apuñala a otro en el pecho y le quita la vida, en una calle del barrio Los Fundadores, Comuna cuatro de Valledupar. Ambos se baten a duelo a puñal y detrás de ellos un grupo de personas que observa impávido la gresca que termina en tragedia.

¿Indolencia o autoprotección? Cabe resaltar que no desconocemos el instinto autoprotector de los espectadores y que hay demasiado ejemplo de cómo mueren inocentes por intervenir en peleas ajenas, pero también sabemos que esas cifras son menores comparadas con las fatalidades en las que nadie intervino y pudo hacerlo.

¿Cuál es el método entonces? En principio, una ciudad no necesariamente debería experimentar este tipo de fenómenos mientras sufre la explosión demográfica y se desarrolla. Pero a las grandes urbes llegan grandes problemas pues el ser humano, en colectividad, representa un cúmulo de pensamientos y reacciones, muchas veces fricciones que derivan en violencia, mayor o menor, según sea el nivel educativo de esa masa.

La problemática que surge de esta explosión no solo deriva en los hechos que hoy cuestionamos, hay otros que afectan la convivencia, producto exclusivo del crecimiento poblacional y de la reacción primitiva del hombre en distintas circunstancias.

Los mototaxistas, inconformes, como cualquier ciudadano, ¿atacan a los buses pues se sienten afectados por los controles de la Policía de Tránsito? En una época de escuchar ideas o ayudar a construirlas (política electoral) para el futuro de la ciudad reaparece la violencia colectiva contra los bienes privados.

Continuemos en la permanente reflexión. ¿Qué hacer ante los enfrentamientos callejeros para evitar muertes violentas? Surge entonces la necesidad de crear un código social que venza a aquel que indica: “Eso no es problema mío, que lo haga otro”.

Pero, ¿quién lo crea y lo masifica?, son nuestros líderes, autoridades civiles y Fuerza Pública y todos nosotros los encargados de caminar hacia el mismo sentido de unión y convivencia, pero, ¿quién nos lidera? Un liderazgo cívico cultural como el de Antanas Mockus sería bien recibido en Valledupar.

La consciencia ciudadana, de impacto colectivo, es individual pero puede ser impartida, orientada. Esperamos ese liderazgo, tal vez podamos evitar más muertes con un solo gesto de afecto, de invitación al diálogo. En una editorial anterior mencionamos a los ciudadanos capacitados en resolución de conflictos y justicia restaurativa.

Sería bueno que apareciera una oleada de voluntarios en este sentido por estos días, pero es posible que estén congregándose en pos de un discurso político.