“Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”. 1Corintios 1,27 La inadecuación es ese sentimiento hostil de angustia interior, que nos hace sentir desadaptados e incómodos en los ambientes donde nos encontramos o con las personas con las […]
“Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”.
1Corintios 1,27
La inadecuación es ese sentimiento hostil de angustia interior, que nos hace sentir desadaptados e incómodos en los ambientes donde nos encontramos o con las personas con las que estamos. Sentirse inadecuados, aunque produce sensaciones de temor y duda, a veces es el acicate que nos impulsa a avanzar en los proyectos de vida.
Siempre nos resulta difícil percibir la verdadera dimensión de las luchas y pruebas por las que atraviesan las otras personas, debido a que no nos interesa mucho el sufrimiento de las personas alrededor, quienes sufren con sentimientos de inadecuación, debilidad y frustración interior ante los fracasos e imposibilidades.
Creo firmemente que todos somos capaces, somos potencialmente exitosos, poseemos dosis de grandeza dentro de nosotros, teniendo la información e instrumentos adecuados, podemos lograr las metas propuestas. Y que, por supuesto, Dios está interesado en impulsarnos y ayudarnos a avanzar.
Pareciera que Dios se deleitara en escoger personas que no encuentran en sí mismos nada que los inspire a creer que son las personas adecuadas e idóneas para la tarea. En ocasiones, hasta se piensa que, Dios se equivocó. ¿Qué les parece que, para realizar la tarea más diplomática y ante la figura más importante de la época como la del faraón, Dios escogiera un tartamudo como Moisés?
Amados amigos, no existe ningún error en la vocación y el llamado a los altos desafíos. Lo que sí existe es el propósito de Dios para estirarnos y hacernos crecer, haciéndonos creer y activando nuestra confianza en sus recursos ilimitados. Es por causa de las debilidades y limitaciones que podemos servir a Dios de mejor manera; así, estamos obligados a depender enteramente de la gracia de Dios y a desconfiar de nuestra suficiencia personal, porque toda suficiencia proviene de Dios.
Un modelo maravilloso de esta realidad la tenemos en el Padre Abraham: Cuando recibió la promesa de que iba a engendrar un hijo, no pudo evitar mirar su condición de limitación. Al paso de los años y la pérdida de su vigor, se sumaba los frustrados intentos para que Sara, su esposa, quedara embarazada.
Por un lado, estaba la promesa de ser padre de muchas naciones; por el otro lado, su realidad limitante. Las evidencias externas, todas estaban en su contra; sin embargo, creyó contra viento y marea conforme a lo que Dios le había dicho acerca de su descendencia y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto, siendo de casi cien años, o la esterilidad de la matriz de sara; sino que, ¡creyó en esperanza contra esperanza!
Debemos, pues, convertir nuestras debilidades en escalones para el progreso, imitando la fe de Abraham, que no tomó en cuenta su propia condición para aceptar la propuesta de Dios… ¡Y le fue contado por justicia!
Bendiciones abundantes. Un abrazo navideño.
“Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”. 1Corintios 1,27 La inadecuación es ese sentimiento hostil de angustia interior, que nos hace sentir desadaptados e incómodos en los ambientes donde nos encontramos o con las personas con las […]
“Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”.
1Corintios 1,27
La inadecuación es ese sentimiento hostil de angustia interior, que nos hace sentir desadaptados e incómodos en los ambientes donde nos encontramos o con las personas con las que estamos. Sentirse inadecuados, aunque produce sensaciones de temor y duda, a veces es el acicate que nos impulsa a avanzar en los proyectos de vida.
Siempre nos resulta difícil percibir la verdadera dimensión de las luchas y pruebas por las que atraviesan las otras personas, debido a que no nos interesa mucho el sufrimiento de las personas alrededor, quienes sufren con sentimientos de inadecuación, debilidad y frustración interior ante los fracasos e imposibilidades.
Creo firmemente que todos somos capaces, somos potencialmente exitosos, poseemos dosis de grandeza dentro de nosotros, teniendo la información e instrumentos adecuados, podemos lograr las metas propuestas. Y que, por supuesto, Dios está interesado en impulsarnos y ayudarnos a avanzar.
Pareciera que Dios se deleitara en escoger personas que no encuentran en sí mismos nada que los inspire a creer que son las personas adecuadas e idóneas para la tarea. En ocasiones, hasta se piensa que, Dios se equivocó. ¿Qué les parece que, para realizar la tarea más diplomática y ante la figura más importante de la época como la del faraón, Dios escogiera un tartamudo como Moisés?
Amados amigos, no existe ningún error en la vocación y el llamado a los altos desafíos. Lo que sí existe es el propósito de Dios para estirarnos y hacernos crecer, haciéndonos creer y activando nuestra confianza en sus recursos ilimitados. Es por causa de las debilidades y limitaciones que podemos servir a Dios de mejor manera; así, estamos obligados a depender enteramente de la gracia de Dios y a desconfiar de nuestra suficiencia personal, porque toda suficiencia proviene de Dios.
Un modelo maravilloso de esta realidad la tenemos en el Padre Abraham: Cuando recibió la promesa de que iba a engendrar un hijo, no pudo evitar mirar su condición de limitación. Al paso de los años y la pérdida de su vigor, se sumaba los frustrados intentos para que Sara, su esposa, quedara embarazada.
Por un lado, estaba la promesa de ser padre de muchas naciones; por el otro lado, su realidad limitante. Las evidencias externas, todas estaban en su contra; sin embargo, creyó contra viento y marea conforme a lo que Dios le había dicho acerca de su descendencia y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto, siendo de casi cien años, o la esterilidad de la matriz de sara; sino que, ¡creyó en esperanza contra esperanza!
Debemos, pues, convertir nuestras debilidades en escalones para el progreso, imitando la fe de Abraham, que no tomó en cuenta su propia condición para aceptar la propuesta de Dios… ¡Y le fue contado por justicia!
Bendiciones abundantes. Un abrazo navideño.