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Columnista - 21 marzo, 2013

In memoriam de Yin Daza, ante su féretro.

Gratitud obliga. Y me inspira a recordar hitos sencillos y familiares, ahora que despedimos hacia el cielo al verdaderamente y como así será, inolvidable amigo, José Manuel Daza Noguera, emblemáticamente “Yin Daza”.

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Por: Rodrigo López Barros

Gratitud obliga. Y me inspira a recordar hitos sencillos y familiares, ahora que despedimos hacia el cielo al verdaderamente y como así será, inolvidable amigo, José Manuel Daza Noguera, emblemáticamente “Yin Daza”.

Puedo hacerlo aquí con la venia de su distinguida familia, y seguramente contando con la in-objeción de todos ustedes amigos muy queridos aquí presentes, quienes de él siempre nos hemos enorgullecido de serlo, y seguiremos enorgulleciéndonos con la amistad de su familia.

Nuestra condición familiar se remonta, por lo menos, desde las vidas generosas de los padres de Yin, Médico José Manuel Daza Parodi y Doña Virginia Noguera Angulo, visitantes de antaño de la población de Urumita, donde solían ir y desarrollar obras cariñosas en beneficio de la salud de sus pobladores, y otro tanto hacían en varios otros pueblos de nuestra comarca.

De estas vidas fecundas proviene la de Yin, no menos volcada afablemente a sus semejantes; comienzo por recordar y agradecer profundamente, a él, a Pau esposa y madre, a su hijo Armando, y a sus hijas, María Cristina, Pau, Rosi, Martha y Ceci, que entonces eran todos muy pequeños, la acogida a mí y a Josefina en su casa desde aquella aurora matrimonial y todo el tiempo posterior, hasta este ocaso, refulgente, al cabo de 49 años después.

Ahora lo recuerdo darse a todos las personas. Seguramente será difícil que alguien me impugne esta afirmación, conforme a la cual, él ha sido, en nuestra región Cesar-Guajira, no obstante no habiendo sido un hombre mayormente político, el signo humano más reconocido como amigo de todos quienes se acercaban a él, acogiéndolos y dándose a ellos, sin ninguna clase de diferencias sociales o de cualesquiera otras naturalezas.

Se entregaba a los demás sin ningún interés egoísta, ni político ni económico; era un conquistador maravilloso del corazón de todas las personas con quienes compartía, porque justamente entregaba el suyo, absolutamente desprendido de prejuicios algunos.

Era muy notoriamente amable, por citar un ejemplo, no solamente con el amigo propietario del vehículo utilizado para ir a visitarlo, sino también con el propio conductor de éste, quien no era excluido de ser sentado a la mesa, si ocurría la ocasión.

Periodista excelso, hizo manojos de hermosas estampas regionales y de personas, exaltando las cualidades de éstas, de manera siempre atinada, recopiladas en libros.

Por todo lo dicho y por mucho más, desde aquí y ahora, propongo a todos los amantes de una buena amistad personalista, su nombre, como el más señero, entre nosotros, de esa virtud, que más bien es escasa en los tiempos que corren pero que es urgente revalorizar cuanto antes, en beneficio de nuestra sociedad humana tal vez atolondrada.

 

Columnista
21 marzo, 2013

In memoriam de Yin Daza, ante su féretro.

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Gratitud obliga. Y me inspira a recordar hitos sencillos y familiares, ahora que despedimos hacia el cielo al verdaderamente y como así será, inolvidable amigo, José Manuel Daza Noguera, emblemáticamente “Yin Daza”.


Por: Rodrigo López Barros

Gratitud obliga. Y me inspira a recordar hitos sencillos y familiares, ahora que despedimos hacia el cielo al verdaderamente y como así será, inolvidable amigo, José Manuel Daza Noguera, emblemáticamente “Yin Daza”.

Puedo hacerlo aquí con la venia de su distinguida familia, y seguramente contando con la in-objeción de todos ustedes amigos muy queridos aquí presentes, quienes de él siempre nos hemos enorgullecido de serlo, y seguiremos enorgulleciéndonos con la amistad de su familia.

Nuestra condición familiar se remonta, por lo menos, desde las vidas generosas de los padres de Yin, Médico José Manuel Daza Parodi y Doña Virginia Noguera Angulo, visitantes de antaño de la población de Urumita, donde solían ir y desarrollar obras cariñosas en beneficio de la salud de sus pobladores, y otro tanto hacían en varios otros pueblos de nuestra comarca.

De estas vidas fecundas proviene la de Yin, no menos volcada afablemente a sus semejantes; comienzo por recordar y agradecer profundamente, a él, a Pau esposa y madre, a su hijo Armando, y a sus hijas, María Cristina, Pau, Rosi, Martha y Ceci, que entonces eran todos muy pequeños, la acogida a mí y a Josefina en su casa desde aquella aurora matrimonial y todo el tiempo posterior, hasta este ocaso, refulgente, al cabo de 49 años después.

Ahora lo recuerdo darse a todos las personas. Seguramente será difícil que alguien me impugne esta afirmación, conforme a la cual, él ha sido, en nuestra región Cesar-Guajira, no obstante no habiendo sido un hombre mayormente político, el signo humano más reconocido como amigo de todos quienes se acercaban a él, acogiéndolos y dándose a ellos, sin ninguna clase de diferencias sociales o de cualesquiera otras naturalezas.

Se entregaba a los demás sin ningún interés egoísta, ni político ni económico; era un conquistador maravilloso del corazón de todas las personas con quienes compartía, porque justamente entregaba el suyo, absolutamente desprendido de prejuicios algunos.

Era muy notoriamente amable, por citar un ejemplo, no solamente con el amigo propietario del vehículo utilizado para ir a visitarlo, sino también con el propio conductor de éste, quien no era excluido de ser sentado a la mesa, si ocurría la ocasión.

Periodista excelso, hizo manojos de hermosas estampas regionales y de personas, exaltando las cualidades de éstas, de manera siempre atinada, recopiladas en libros.

Por todo lo dicho y por mucho más, desde aquí y ahora, propongo a todos los amantes de una buena amistad personalista, su nombre, como el más señero, entre nosotros, de esa virtud, que más bien es escasa en los tiempos que corren pero que es urgente revalorizar cuanto antes, en beneficio de nuestra sociedad humana tal vez atolondrada.