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Columnista - 2 febrero, 2017

El imperio de la costumbre

¿Qué pasa cuando todo sale mal, cuando parece que nos cubrieran catedrales de sal y nada sale bien? la respuesta: nos quejamos, nada más que eso, simple y llanamente, nos quejamos. He venido analizando lo que sería la fuente de los males que aquejan al hombre y realmente he pensado tanto en eso, que creo […]

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¿Qué pasa cuando todo sale mal, cuando parece que nos cubrieran catedrales de sal y nada sale bien? la respuesta: nos quejamos, nada más que eso, simple y llanamente, nos quejamos.

He venido analizando lo que sería la fuente de los males que aquejan al hombre y realmente he pensado tanto en eso, que creo que el cansancio ocultó torpemente la fácil respuesta. Se reirían si les digo que la respuesta la hemos tenido siempre en las narices, pero es en serio.

Su mal es tan poderoso que a pesar de ser tan fácil descubrirla, ella se hace invisible convenientemente a nuestros propios ojos. Se escabulle curiosa y misteriosamente para que pensemos que no tiene sentido seguir pensando en ella. Se preguntarán de qué habla esta cristiana, pues bien, nada más y nada menos que de la poderosa costumbre.

“El hombres es un animal de costumbres”, nos hemos creído tanto esta frase, que el mal pasa por nuestros ojos y no lo vemos, vemos matar, robar o maltratarse unos a otros y hacemos un cómplice silencio que se recubre con el vil pensamiento que dice “eso es normal” o “eso siempre es así”, y seguimos como si nada. Pues señores y señoras les presento nuestro mal, el mal de todos los siglos y que ha construido un poderoso imperio al que nadie ha sido capaz de destruir por simple y pura pereza: La costumbre.

Nos acostumbramos a que robar era normal para algunos, porque esa era la única manera de obtener dinero en un estado desordenado y poco favorable para todos. De hecho cuando los que roban tienen cuello almidonado, la acción ni siquiera se llama robo. Nos acostumbramos a ver que a quien alza su voz con poca tolerancia hacia lo incorrecto, le hacen daño por imprudente o por inoportuno, por no decir con fuerza que por valiente. Nos acostumbramos a que se idolatra al que tiene objetos para mostrar y no al que tiene virtudes por compartir. Nos acostumbramos a que el dinero compra las conciencias y calla la ética porque el mundo es de los vivos o el vivo vive del bobo o algo parecido, por cierto, ¿quién se inventó esas frases? ¿No sabemos cierto?

Hemos repetido como loros constante y uniformemente frases sin sentido que no han hecho otra cosa más que maltratar nuestro mundo y nuestras conciencias. Pues esos vivos del que hablan esas frases, son los que se aprovechan de la fuerza que tiene esa manera habitual de vivir, y crean y repiten acciones con tal de que la sociedad las vea como correctas. En derecho se dice “La costumbre hace la ley” pues claro, pero también es cierto que hay leyes que pudieron tener sentido en un momento determinado de la vida, pero con el tiempo se convierten en inapropiadas para el momento. La costumbre no es más que comportamientos usuales y ordinarios, y sí que se vuelven ordinarios cuando de ellos se adueñan los que no tienen otro trabajo que hacer el mal.

Contra este imperio no es necesario levantarse en armas o declarar una guerra civil, la solución no es otra que dejar de costearnos la fatiga y no aceptar lo que sabemos que puede que no nos afecte en el momento, pero en el largo camino por recorrer termina afectándonos a todos. Sin duda somos lo que hacemos con frecuencia, por tal razón si solo uno de nosotros empieza por contradecir lo que habitualmente está mal, así otros lo harán y terminará convirtiéndose en costumbre aplaudir lo bien hecho.

Por suerte, me queda el consuelo que la rutina aburre al hombre, estoy esperanzada en que nos aburriremos pronto de tantos males permitidos y los haremos a un lado. Si así es, todo estará bien.

Por Daniela Pumarejo

 

Columnista
2 febrero, 2017

El imperio de la costumbre

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El Pilón

¿Qué pasa cuando todo sale mal, cuando parece que nos cubrieran catedrales de sal y nada sale bien? la respuesta: nos quejamos, nada más que eso, simple y llanamente, nos quejamos. He venido analizando lo que sería la fuente de los males que aquejan al hombre y realmente he pensado tanto en eso, que creo […]


¿Qué pasa cuando todo sale mal, cuando parece que nos cubrieran catedrales de sal y nada sale bien? la respuesta: nos quejamos, nada más que eso, simple y llanamente, nos quejamos.

He venido analizando lo que sería la fuente de los males que aquejan al hombre y realmente he pensado tanto en eso, que creo que el cansancio ocultó torpemente la fácil respuesta. Se reirían si les digo que la respuesta la hemos tenido siempre en las narices, pero es en serio.

Su mal es tan poderoso que a pesar de ser tan fácil descubrirla, ella se hace invisible convenientemente a nuestros propios ojos. Se escabulle curiosa y misteriosamente para que pensemos que no tiene sentido seguir pensando en ella. Se preguntarán de qué habla esta cristiana, pues bien, nada más y nada menos que de la poderosa costumbre.

“El hombres es un animal de costumbres”, nos hemos creído tanto esta frase, que el mal pasa por nuestros ojos y no lo vemos, vemos matar, robar o maltratarse unos a otros y hacemos un cómplice silencio que se recubre con el vil pensamiento que dice “eso es normal” o “eso siempre es así”, y seguimos como si nada. Pues señores y señoras les presento nuestro mal, el mal de todos los siglos y que ha construido un poderoso imperio al que nadie ha sido capaz de destruir por simple y pura pereza: La costumbre.

Nos acostumbramos a que robar era normal para algunos, porque esa era la única manera de obtener dinero en un estado desordenado y poco favorable para todos. De hecho cuando los que roban tienen cuello almidonado, la acción ni siquiera se llama robo. Nos acostumbramos a ver que a quien alza su voz con poca tolerancia hacia lo incorrecto, le hacen daño por imprudente o por inoportuno, por no decir con fuerza que por valiente. Nos acostumbramos a que se idolatra al que tiene objetos para mostrar y no al que tiene virtudes por compartir. Nos acostumbramos a que el dinero compra las conciencias y calla la ética porque el mundo es de los vivos o el vivo vive del bobo o algo parecido, por cierto, ¿quién se inventó esas frases? ¿No sabemos cierto?

Hemos repetido como loros constante y uniformemente frases sin sentido que no han hecho otra cosa más que maltratar nuestro mundo y nuestras conciencias. Pues esos vivos del que hablan esas frases, son los que se aprovechan de la fuerza que tiene esa manera habitual de vivir, y crean y repiten acciones con tal de que la sociedad las vea como correctas. En derecho se dice “La costumbre hace la ley” pues claro, pero también es cierto que hay leyes que pudieron tener sentido en un momento determinado de la vida, pero con el tiempo se convierten en inapropiadas para el momento. La costumbre no es más que comportamientos usuales y ordinarios, y sí que se vuelven ordinarios cuando de ellos se adueñan los que no tienen otro trabajo que hacer el mal.

Contra este imperio no es necesario levantarse en armas o declarar una guerra civil, la solución no es otra que dejar de costearnos la fatiga y no aceptar lo que sabemos que puede que no nos afecte en el momento, pero en el largo camino por recorrer termina afectándonos a todos. Sin duda somos lo que hacemos con frecuencia, por tal razón si solo uno de nosotros empieza por contradecir lo que habitualmente está mal, así otros lo harán y terminará convirtiéndose en costumbre aplaudir lo bien hecho.

Por suerte, me queda el consuelo que la rutina aburre al hombre, estoy esperanzada en que nos aburriremos pronto de tantos males permitidos y los haremos a un lado. Si así es, todo estará bien.

Por Daniela Pumarejo