La capacidad imaginativa del hombre visiona mundos posibles. La imaginación permite que los fines puedan ser obtenidos, posibilita el conocimiento y la ciencia. Sin imaginación no es posible realizar algo. Es de suma importancia abrirle paso a la imaginación política para que podamos alcanzar el sagrado objetivo de la paz. Se requiere construir consensos, pero […]
La capacidad imaginativa del hombre visiona mundos posibles. La imaginación permite que los fines puedan ser obtenidos, posibilita el conocimiento y la ciencia. Sin imaginación no es posible realizar algo.
Es de suma importancia abrirle paso a la imaginación política para que podamos alcanzar el sagrado objetivo de la paz. Se requiere construir consensos, pero para estos se tiene que partir de la imaginación política para que haga posible la construcción de un escenario para la paz. No se trata de un consenso íntegro y total sino de acuerdos posibles que la faciliten. La paz lo merece todo.
“Soy lo suficientemente artista como para dibujar libremente sobre mi imaginación, que creo que es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginación rodea al mundo.”, dijo Albert Einstein el 26 de octubre de 1929 en una entrevista concedida al poeta y periodista George Sylvester Viereck. Esta máxima de sabiduría no enfrenta el conocimiento a la imaginación sino que afirma que no es posible conocimiento por fuera la imaginación humana. Imaginar la paz es el camino.
Los hechos son tozudos. El plebiscito mostró no ser el mejor camino para la paz. Una fortísima abstención y manipulación al electorado por sectores enemigos de un acuerdo de paz confirma que el camino del plebiscito no es el mejor para legitimarlo.
No se puede olvidar que el Presidente en su elección obtuvo un mandato para la paz y tampoco se puede olvidar que la democracia otorga representación política al Jefe de Estado para suscribir acuerdos de paz, lo dice la Carta Política.
La democracia no puede ser plebiscitaria porque le abre el camino a la dictadura de la mayoría. Advirtió Tocqueville, en “La democracia en América” en la que asegura que hay que evitar la dictadura de la mayoría y que esta constituye uno de los serios peligros de la democracia moderna. Y es que una mayoría no puede pasar por alto un derecho humano, y la paz lo es. Un acuerdo de paz por más imperfecto que sea es un escenario para la paz. Y, en la democracia existen órganos representativos para legitimarlo.
En su célebre discurso de 1819 que ofreció en el Ateneo de Paris acerca de “La libertad de los modernos comprada por la de los antiguos”, el sabio Benjamín Constant, identificó como la libertad de los modernos encuentra en la democracia representativa el freno a la arbitrariedad y la garantía para la libertad y la paz. En consecuencia, son los órganos de representación política del Estado moderno -que formando parte integral del sistema de frenos y de contrapesos- los que legitiman la democracia y la paz.
No es la voluntad plebiscitaria la que legitima la paz o un acuerdo de paz, son las instituciones legítimas del Estado Social y Democrático de Derecho las facultadas para ello. Y, el proceso de un acuerdo de paz no puede deslegitimar las instituciones y el sistema de frenos y de contrapesos. Es ante todo el parlamento la institución encargada de deliberar acerca de la paz a iniciativa del presidente de la República y entre estas instituciones decidir acerca de la legitimidad de la paz.
Al lado del parlamento están otros órganos representativos del Estado Social y Democrático de Derecho, como las asambleas departamentales, los concejos distritales y municipales y las comunas, los centros de deliberación para constituir una amplia base popular que legitime los acuerdos de paz y fortalezcan las instituciones. Es una oportunidad para legitimar los acuerdos de paz y nuestras instituciones democráticas, es una oportunidad para la imaginación política al servicio de la paz.
La capacidad imaginativa del hombre visiona mundos posibles. La imaginación permite que los fines puedan ser obtenidos, posibilita el conocimiento y la ciencia. Sin imaginación no es posible realizar algo. Es de suma importancia abrirle paso a la imaginación política para que podamos alcanzar el sagrado objetivo de la paz. Se requiere construir consensos, pero […]
La capacidad imaginativa del hombre visiona mundos posibles. La imaginación permite que los fines puedan ser obtenidos, posibilita el conocimiento y la ciencia. Sin imaginación no es posible realizar algo.
Es de suma importancia abrirle paso a la imaginación política para que podamos alcanzar el sagrado objetivo de la paz. Se requiere construir consensos, pero para estos se tiene que partir de la imaginación política para que haga posible la construcción de un escenario para la paz. No se trata de un consenso íntegro y total sino de acuerdos posibles que la faciliten. La paz lo merece todo.
“Soy lo suficientemente artista como para dibujar libremente sobre mi imaginación, que creo que es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginación rodea al mundo.”, dijo Albert Einstein el 26 de octubre de 1929 en una entrevista concedida al poeta y periodista George Sylvester Viereck. Esta máxima de sabiduría no enfrenta el conocimiento a la imaginación sino que afirma que no es posible conocimiento por fuera la imaginación humana. Imaginar la paz es el camino.
Los hechos son tozudos. El plebiscito mostró no ser el mejor camino para la paz. Una fortísima abstención y manipulación al electorado por sectores enemigos de un acuerdo de paz confirma que el camino del plebiscito no es el mejor para legitimarlo.
No se puede olvidar que el Presidente en su elección obtuvo un mandato para la paz y tampoco se puede olvidar que la democracia otorga representación política al Jefe de Estado para suscribir acuerdos de paz, lo dice la Carta Política.
La democracia no puede ser plebiscitaria porque le abre el camino a la dictadura de la mayoría. Advirtió Tocqueville, en “La democracia en América” en la que asegura que hay que evitar la dictadura de la mayoría y que esta constituye uno de los serios peligros de la democracia moderna. Y es que una mayoría no puede pasar por alto un derecho humano, y la paz lo es. Un acuerdo de paz por más imperfecto que sea es un escenario para la paz. Y, en la democracia existen órganos representativos para legitimarlo.
En su célebre discurso de 1819 que ofreció en el Ateneo de Paris acerca de “La libertad de los modernos comprada por la de los antiguos”, el sabio Benjamín Constant, identificó como la libertad de los modernos encuentra en la democracia representativa el freno a la arbitrariedad y la garantía para la libertad y la paz. En consecuencia, son los órganos de representación política del Estado moderno -que formando parte integral del sistema de frenos y de contrapesos- los que legitiman la democracia y la paz.
No es la voluntad plebiscitaria la que legitima la paz o un acuerdo de paz, son las instituciones legítimas del Estado Social y Democrático de Derecho las facultadas para ello. Y, el proceso de un acuerdo de paz no puede deslegitimar las instituciones y el sistema de frenos y de contrapesos. Es ante todo el parlamento la institución encargada de deliberar acerca de la paz a iniciativa del presidente de la República y entre estas instituciones decidir acerca de la legitimidad de la paz.
Al lado del parlamento están otros órganos representativos del Estado Social y Democrático de Derecho, como las asambleas departamentales, los concejos distritales y municipales y las comunas, los centros de deliberación para constituir una amplia base popular que legitime los acuerdos de paz y fortalezcan las instituciones. Es una oportunidad para legitimar los acuerdos de paz y nuestras instituciones democráticas, es una oportunidad para la imaginación política al servicio de la paz.