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Columnista - 1 abril, 2024

Idiotilandia

Está haciendo carrera una peligrosa tendencia en el mundo occidental que consiste en darle reconocimiento y visibilidad a una nueva cultura a la que han bautizado los críticos como “los sin talento” y no es otra diferente que una nueva generación que se levanta y a fuerza de ‘likes’ aparecen en las portadas con títulos […]

Está haciendo carrera una peligrosa tendencia en el mundo occidental que consiste en darle reconocimiento y visibilidad a una nueva cultura a la que han bautizado los críticos como “los sin talento” y no es otra diferente que una nueva generación que se levanta y a fuerza de ‘likes’ aparecen en las portadas con títulos como “fulano hace tal cosa y las redes estallan”, “zutano es grabado diciendo tal vaina y se vuelve tendencia” o “pareja se vuelve viral por no sé qué cosas” y así nos llenan a cada instante de anuncios de este tipo incluso hasta los medios informativos más serios del mundo; y esto es una muestra que lo que se viene es bastante preocupante porque los que vaticinan que el mundo se va a acabar con acontecimientos apocalípticos están equivocados, el mundo se va a acabar en medio de una crisis de estupidez masiva.

Hasta el siglo pasado el talento era producto de horas y horas de práctica, de esfuerzo y de sacrificios para completar una obra, una canción, un descubrimiento, una investigación o cualquier aporte  extraordinario y que podía trascender en el tiempo como, y como su nombre lo indica, más allá de lo ordinario, no en vano hoy aún se escucha la música clásica, se adaptan obras literarias al cine y cada vez el mundo admira lo que se creó con el arte, la pintura, la literatura, la ingeniería o la arquitectura de hace quince siglos lo que indica que eso que llamamos talento le es cada vez más esquivo a los humanos.

Cuando usted contempla dos de las obras más impresionantes del artista Miguel Ángel como son ‘La piedad del Vaticano’ o el ‘David’ del mismo autor, o se sumerge en una obra magistral como ‘Cien años de soledad’ de Gabriel García Márquez o se deleita con la dulzura de las obras de Vivaldi, particularmente ‘Las cuatro estaciones’, perfectamente usted está al frente de obras hechas por humanos pero que son irrepetibles e insuperables por la simple razón que son producto del talento, inspiración o iluminación para ir más allá de lo natural, en otras palabras la inteligencia humana al servicio de la creación.

¿Pero qué nos ha pasado desde entonces y por qué hemos llegado a este estado de postración tan lamentable? La respuesta puede encontrarse en diversas teorías, desde la llegada de la tecnología que atrofia cada vez más las redes neuronales y que se estimulan precisamente a través de la creatividad, o los que vaticinan que todo obedece a una agenda secreta que busca precisamente llevar al humano al estado más básico de inteligencia solo comparable con el primate, en palabras cortas, el próximo estado de inteligencia estará medido por aquellos que logren atarse sin ayuda los cordones de los zapatos o distinguir entre arriba y abajo o entre izquierdo o derecho. ¿Creen que exagero? El tiempo lo dirá.

No perdamos de vista que leer y escribir son una de las actividades donde mayor exigencia se le hace al cerebro que, como ya lo mencioné y según conclusiones de múltiples estudios de reconocidos neurólogos y neuro psiquiatras, estas dos actividades forman nuevas redes neuronales cada vez que lo hacemos y además permite que nos mantengamos sanos a nivel cerebral puesto que al someterlo a constantes choques de estrés por exceso de pantallas o para el caso de los niños a videojuegos, termina matando las neuronas, de ahí que los jóvenes entre los 12 y 18 años hoy tengan un pobre vocabulario o su capacidad para comunicarse verbalmente sea casi que nula en una gran mayoría puesto que prefieren hacerlo a través de mensajes de WhatsApp u otro medio.

La frivolidad, lo burdo, lo vulgar y lo detestable se adorna sutilmente con pomposos titulares o con la construcción de “tendencias” que terminan creando corrientes y estilos de vida que hacen apología a la estupidez; el problema, es que pareciera que el sistema los premia y los consiente puesto que cada vez les crea un mundo a su medida y se encarga de castigar severamente a quien no se adapte a este nuevo mundo y se ridiculiza al que piensa sometiéndolo al peor castigo de esta era, ocultando en la red sus opiniones.

La mejor muestra de la decadencia es que en 2016 el Nobel de literatura se lo otorgaron a un cantante de rock y en 2023 la revista Forbes declaró como “Rey del pop” al señor Bad Bunny, háganme el favor.

Eloy Gutiérrez Anaya

Columnista
1 abril, 2024

Idiotilandia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eloy Gutiérrez Anaya

Está haciendo carrera una peligrosa tendencia en el mundo occidental que consiste en darle reconocimiento y visibilidad a una nueva cultura a la que han bautizado los críticos como “los sin talento” y no es otra diferente que una nueva generación que se levanta y a fuerza de ‘likes’ aparecen en las portadas con títulos […]


Está haciendo carrera una peligrosa tendencia en el mundo occidental que consiste en darle reconocimiento y visibilidad a una nueva cultura a la que han bautizado los críticos como “los sin talento” y no es otra diferente que una nueva generación que se levanta y a fuerza de ‘likes’ aparecen en las portadas con títulos como “fulano hace tal cosa y las redes estallan”, “zutano es grabado diciendo tal vaina y se vuelve tendencia” o “pareja se vuelve viral por no sé qué cosas” y así nos llenan a cada instante de anuncios de este tipo incluso hasta los medios informativos más serios del mundo; y esto es una muestra que lo que se viene es bastante preocupante porque los que vaticinan que el mundo se va a acabar con acontecimientos apocalípticos están equivocados, el mundo se va a acabar en medio de una crisis de estupidez masiva.

Hasta el siglo pasado el talento era producto de horas y horas de práctica, de esfuerzo y de sacrificios para completar una obra, una canción, un descubrimiento, una investigación o cualquier aporte  extraordinario y que podía trascender en el tiempo como, y como su nombre lo indica, más allá de lo ordinario, no en vano hoy aún se escucha la música clásica, se adaptan obras literarias al cine y cada vez el mundo admira lo que se creó con el arte, la pintura, la literatura, la ingeniería o la arquitectura de hace quince siglos lo que indica que eso que llamamos talento le es cada vez más esquivo a los humanos.

Cuando usted contempla dos de las obras más impresionantes del artista Miguel Ángel como son ‘La piedad del Vaticano’ o el ‘David’ del mismo autor, o se sumerge en una obra magistral como ‘Cien años de soledad’ de Gabriel García Márquez o se deleita con la dulzura de las obras de Vivaldi, particularmente ‘Las cuatro estaciones’, perfectamente usted está al frente de obras hechas por humanos pero que son irrepetibles e insuperables por la simple razón que son producto del talento, inspiración o iluminación para ir más allá de lo natural, en otras palabras la inteligencia humana al servicio de la creación.

¿Pero qué nos ha pasado desde entonces y por qué hemos llegado a este estado de postración tan lamentable? La respuesta puede encontrarse en diversas teorías, desde la llegada de la tecnología que atrofia cada vez más las redes neuronales y que se estimulan precisamente a través de la creatividad, o los que vaticinan que todo obedece a una agenda secreta que busca precisamente llevar al humano al estado más básico de inteligencia solo comparable con el primate, en palabras cortas, el próximo estado de inteligencia estará medido por aquellos que logren atarse sin ayuda los cordones de los zapatos o distinguir entre arriba y abajo o entre izquierdo o derecho. ¿Creen que exagero? El tiempo lo dirá.

No perdamos de vista que leer y escribir son una de las actividades donde mayor exigencia se le hace al cerebro que, como ya lo mencioné y según conclusiones de múltiples estudios de reconocidos neurólogos y neuro psiquiatras, estas dos actividades forman nuevas redes neuronales cada vez que lo hacemos y además permite que nos mantengamos sanos a nivel cerebral puesto que al someterlo a constantes choques de estrés por exceso de pantallas o para el caso de los niños a videojuegos, termina matando las neuronas, de ahí que los jóvenes entre los 12 y 18 años hoy tengan un pobre vocabulario o su capacidad para comunicarse verbalmente sea casi que nula en una gran mayoría puesto que prefieren hacerlo a través de mensajes de WhatsApp u otro medio.

La frivolidad, lo burdo, lo vulgar y lo detestable se adorna sutilmente con pomposos titulares o con la construcción de “tendencias” que terminan creando corrientes y estilos de vida que hacen apología a la estupidez; el problema, es que pareciera que el sistema los premia y los consiente puesto que cada vez les crea un mundo a su medida y se encarga de castigar severamente a quien no se adapte a este nuevo mundo y se ridiculiza al que piensa sometiéndolo al peor castigo de esta era, ocultando en la red sus opiniones.

La mejor muestra de la decadencia es que en 2016 el Nobel de literatura se lo otorgaron a un cantante de rock y en 2023 la revista Forbes declaró como “Rey del pop” al señor Bad Bunny, háganme el favor.

Eloy Gutiérrez Anaya