Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 16 abril, 2020

Ideas, reclamos, comparaciones, festivales

Tengo  una rara, tal vez adicción, o quizás un síndrome- consultaré psicólogas- por las personas con  ideas distintitas, algunas geniales, otras utópicas, raras,  siempre abro las puertas a  esos seres que me hacen reír. Menos mal, en Valledupar a pesar de sus crisis, aún encontramos por montones. Desde la señora que registra cumpleaños como Mamicha, […]

Tengo  una rara, tal vez adicción, o quizás un síndrome- consultaré psicólogas- por las personas con  ideas distintitas, algunas geniales, otras utópicas, raras,  siempre abro las puertas a  esos seres que me hacen reír. Menos mal, en Valledupar a pesar de sus crisis, aún encontramos por montones. Desde la señora que registra cumpleaños como Mamicha, el solitario locutor que habla de las riquezas, carros y fincas de su hijo rico, el comentarista convencido que tiene miles de oyentes, el lector que no tiene un solo libro en su casa, ni en su oficina pero pregona cultura, la  señora añosa creyéndose de treinta en cosas de moda, hasta el señor de la carretilla que tiene el secreto para que la yuca que vende siempre salga buena. Son personajes que contarán con mi eterna admiración.

La psicología y yo tenemos unos amores aplazados e interrumpidos que en cualquier momento nos desquitaremos. Hikikomori, es un raro conjunto donde síntomas de reclusión y soledad de una persona  recluida voluntariamente en su casa  sin tener ningún tipo de actividad laboral, ni académica, ni social durante al menos seis meses puede estar sufriendo éste  síndrome, pero como el actual caso es obligatorio, reglado y sanitario, creo que el tema tiene otro contexto. Existe síndrome de Paris, que precisamente le da a los nipones que visitan esa ciudad, el síndrome de Lima, de Estocolmo, de Jerusalén, hasta el de Otelo con celosos que ven parejas en los sofás sin tener sofá en sus casas.

En Síndrome de Ekbom, las personas consideran que todo el tiempo están siendo infectadas por parásitos. Los parásitos imaginarios pueden estar sobre su piel, en el hogar, acechando  hoy por las cuestiones mismas del encierro con cántaros alcohol desde los trapos de la cocina, hasta en la madera del rallador de queso, es casi una obsesión. Ven parásitos por todas partes.

Otras, sufren de Paramnesia reduplicativa. En este caso aplicado a los mercados que el gobierno  viene repartiendo a los más vulnerables, donde incluso, algunos pescan en ríos revueltos y hacen su agosto en pleno abril. La persona que sufre paramnesia reduplicativa está en un determinado espacio físico, y cree que ese espacio también se encuentra duplicado en otro  espacio, para este ejemplo el saco, es el lugar.

No demoran en recibir el paquete salvador, cuando de inmediato, van a la tienda con su papelito a preguntar precios, algo que cuando es fiado nunca harían. Todo lo que se entregue como aparente regalo, lleva la consigna que ‘a caballo regalado no se le mira el diente’, y menos en estos tiempos que precisamente en casa, mover la quijada es lo elemental. Sabemos que el presupuesto invertido es recurso nacional, es decir de todos, sabemos que desde tiempos inmemoriales se roban una gran parte de todo, sabemos que el expresidente Turbay recomendó: “Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”, más tarde su hijo sería contralor general de la República. ¡Amnésicos! No nos faltan recursos, nos sobran ladrones, dice una caricatura de Quino.

Volvamos al saco, no al saqueo. Me cuenta una amiga, a manera de denuncia anónima, que su saco era rojo, mientras la de su vecina es amarillo, cuándo ella, escuchó que todos eran azules; no entiende porque le entregan tres kilos de sal, precisamente cuando su médico le tiene prohibió la sal, tampoco entiende cómo le entregan caraotas negras, como si fuera venezolana y de remate le dan avena refinada, si el mismo médico le recetó en hojuelas, finalmente arguye la señora la ausencia de  aguacates, plátanos maduros, frijoles rojos y panela, precisamente en tiempos de Semana Santa, cuándo debería contener pequeña porción de incienso para actividades religiosas internas. Ya estaba a punto de explicarle todo, escuchó la genialísima idea de un amigo de Patillal proponiendo un Festival Vallenato Virtual, FVV, es decir que usted gritara ¡ay ombe! en Valledupar, y desde el Urabá antioqueño le contestaran ¡juepajé!

Solo escuché a los vecinos gritar: amárrenlo. Aquí todos estamos locos, y para rematar encerrados.

Columnista
16 abril, 2020

Ideas, reclamos, comparaciones, festivales

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Tengo  una rara, tal vez adicción, o quizás un síndrome- consultaré psicólogas- por las personas con  ideas distintitas, algunas geniales, otras utópicas, raras,  siempre abro las puertas a  esos seres que me hacen reír. Menos mal, en Valledupar a pesar de sus crisis, aún encontramos por montones. Desde la señora que registra cumpleaños como Mamicha, […]


Tengo  una rara, tal vez adicción, o quizás un síndrome- consultaré psicólogas- por las personas con  ideas distintitas, algunas geniales, otras utópicas, raras,  siempre abro las puertas a  esos seres que me hacen reír. Menos mal, en Valledupar a pesar de sus crisis, aún encontramos por montones. Desde la señora que registra cumpleaños como Mamicha, el solitario locutor que habla de las riquezas, carros y fincas de su hijo rico, el comentarista convencido que tiene miles de oyentes, el lector que no tiene un solo libro en su casa, ni en su oficina pero pregona cultura, la  señora añosa creyéndose de treinta en cosas de moda, hasta el señor de la carretilla que tiene el secreto para que la yuca que vende siempre salga buena. Son personajes que contarán con mi eterna admiración.

La psicología y yo tenemos unos amores aplazados e interrumpidos que en cualquier momento nos desquitaremos. Hikikomori, es un raro conjunto donde síntomas de reclusión y soledad de una persona  recluida voluntariamente en su casa  sin tener ningún tipo de actividad laboral, ni académica, ni social durante al menos seis meses puede estar sufriendo éste  síndrome, pero como el actual caso es obligatorio, reglado y sanitario, creo que el tema tiene otro contexto. Existe síndrome de Paris, que precisamente le da a los nipones que visitan esa ciudad, el síndrome de Lima, de Estocolmo, de Jerusalén, hasta el de Otelo con celosos que ven parejas en los sofás sin tener sofá en sus casas.

En Síndrome de Ekbom, las personas consideran que todo el tiempo están siendo infectadas por parásitos. Los parásitos imaginarios pueden estar sobre su piel, en el hogar, acechando  hoy por las cuestiones mismas del encierro con cántaros alcohol desde los trapos de la cocina, hasta en la madera del rallador de queso, es casi una obsesión. Ven parásitos por todas partes.

Otras, sufren de Paramnesia reduplicativa. En este caso aplicado a los mercados que el gobierno  viene repartiendo a los más vulnerables, donde incluso, algunos pescan en ríos revueltos y hacen su agosto en pleno abril. La persona que sufre paramnesia reduplicativa está en un determinado espacio físico, y cree que ese espacio también se encuentra duplicado en otro  espacio, para este ejemplo el saco, es el lugar.

No demoran en recibir el paquete salvador, cuando de inmediato, van a la tienda con su papelito a preguntar precios, algo que cuando es fiado nunca harían. Todo lo que se entregue como aparente regalo, lleva la consigna que ‘a caballo regalado no se le mira el diente’, y menos en estos tiempos que precisamente en casa, mover la quijada es lo elemental. Sabemos que el presupuesto invertido es recurso nacional, es decir de todos, sabemos que desde tiempos inmemoriales se roban una gran parte de todo, sabemos que el expresidente Turbay recomendó: “Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”, más tarde su hijo sería contralor general de la República. ¡Amnésicos! No nos faltan recursos, nos sobran ladrones, dice una caricatura de Quino.

Volvamos al saco, no al saqueo. Me cuenta una amiga, a manera de denuncia anónima, que su saco era rojo, mientras la de su vecina es amarillo, cuándo ella, escuchó que todos eran azules; no entiende porque le entregan tres kilos de sal, precisamente cuando su médico le tiene prohibió la sal, tampoco entiende cómo le entregan caraotas negras, como si fuera venezolana y de remate le dan avena refinada, si el mismo médico le recetó en hojuelas, finalmente arguye la señora la ausencia de  aguacates, plátanos maduros, frijoles rojos y panela, precisamente en tiempos de Semana Santa, cuándo debería contener pequeña porción de incienso para actividades religiosas internas. Ya estaba a punto de explicarle todo, escuchó la genialísima idea de un amigo de Patillal proponiendo un Festival Vallenato Virtual, FVV, es decir que usted gritara ¡ay ombe! en Valledupar, y desde el Urabá antioqueño le contestaran ¡juepajé!

Solo escuché a los vecinos gritar: amárrenlo. Aquí todos estamos locos, y para rematar encerrados.