El 3 de abril de 1973, Martín Cooper, ingeniero de la empresa Motorola estaba parado en la calle realizando una llamada por teléfono a su rival, un ingeniero de AT&T, y cuando este atendió le dijo: “sal a la ventana y mira desde donde te estoy llamando”.
El 3 de abril de 1973, Martín Cooper, ingeniero de la empresa Motorola estaba parado en la calle realizando una llamada por teléfono a su rival, un ingeniero de AT&T, y cuando este atendió le dijo: “sal a la ventana y mira desde donde te estoy llamando”; el ingeniero Cooper sostenía un dispositivo telefónico sin cable dando paso en ese momento al nacimiento del teléfono celular, hoy en manos de más de la mitad de la población mundial.
El 4 de febrero de 2004, cinco estudiantes universitarios liderados por un joven llamado Mark Zuckerberg desarrollaron una red social para interactuar con sus compañeros de universidad, dando paso al nacimiento de Facebook, transformando para siempre la forma como nos relacionamos los humanos, pasando de los estrechones de mano, los abrazos y las tradicionales visitas a casa de los amigos a mudarnos a vivir en una pantalla y haciendo hasta lo impensable para mantenernos activos y no desaparecer de las millones de publicaciones que se suben a la red cada segundo.
Por supuesto nada de esto hubiese sido posible si en el año 1983 el departamento de defensa de los Estados Unidos no hubiese desarrollado el protocolo TCP/IP – ARPANET lo que le dio paso a su red ArpaInternet y con el paso de los años simplemente internet.
Con este tipo de revolución se abría una ventana a un universo de información ilimitada, disponible las 24 horas del día, los 365 días del año, y en casi todos los idiomas del mundo; el desarrollo de los motores de búsqueda como Google desplazaron por siempre a las famosas enciclopedias, puesto que hoy se considera, para el común de la población, como una fuente de búsqueda infalible y confiable, sin embargo a pesar que la invasión de la tecnología vino para cambiar al mundo también tiene su lado oscuro y es precisamente el motivo central de estas líneas.
El ser humano es por naturaleza sociable, característica que también compartimos con los animales que viven en manada ya que dentro de este espacio encontramos seguridad, solidaridad, apoyo y por supuesto el reconocimiento, que es uno de los más importantes motivadores del ser humano al acercarse a la manada, sin embargo, a pesar de ello ¿Cómo pasamos entonces de abandonar la manada a pegarnos a una pantalla de teléfono por horas enteras? A pesar de que la OMS (Organización Mundial de la Salud) no ha reconocido la adicción a las redes sociales (Ciberadicción) como una enfermedad propiamente, serios estudios científicos adelantados por ejemplo por la Asociación Española de Neuroeconomía concluyen que las redes sociales son equiparables a la Ludopatía.
Y lo anterior tiene como sustento el hecho de que en el cerebro están presentes tres de las hormonas que participan en el comportamiento humano, la adrenalina, la dopamina y la serotonina; una vez se ingresa a las redes sociales se libera la adrenalina, hormona que está asociada a la agresividad pero al recibir un “like” a cualquiera de nuestras publicaciones se libera dopamina considerada la hormona de la felicidad y al ser estimulada constantemente se activa un campo denominado por los neurocientíficos como los “centros de recompensa” generando un efecto de adicción permanente pues pasamos de una ligera emoción como cuando celebramos un gol de nuestro equipo de fútbol a una invasión descontrolada sobre nuestro cerebro de esta hormona.
Pero con la pandemia llegó Tik Tok y la humanidad vio en esta red social la oportunidad perfecta para descargar todo el ocio que produjo el confinamiento, desde pequeñas rutinas de la cotidianidad en casa que identificaban lo que pasaba en cada hogar hasta talentos ocultos que fueron expuestos en la red; sin embargo la pandemia terminó y con ella los confinamientos pero ya estaba creada una nueva necesidad en el mercado, y es cuando aparecen los “creadores de contenidos” que con tal de buscar su recompensa (Like) y tras ella el reconocimiento social, hoy hemos llegado al extremo en donde por ganar seguidores no solo arriesgamos nuestra propia integridad sino la de los demás pero más peligroso aún, sobrepasamos la línea de la ética, el respeto y el pudor con tal de recibir esa descarga de droga.
Las redes sociales cambiaron la forma como nos relacionamos y trajeron consigo una verdadera descomposición social al desconectarnos de la realidad y llevándonos a vivir en función de estar conectados a una pantalla y desconectados de nuestros seres queridos.
Por Eloy Gutiérrez Anaya
El 3 de abril de 1973, Martín Cooper, ingeniero de la empresa Motorola estaba parado en la calle realizando una llamada por teléfono a su rival, un ingeniero de AT&T, y cuando este atendió le dijo: “sal a la ventana y mira desde donde te estoy llamando”.
El 3 de abril de 1973, Martín Cooper, ingeniero de la empresa Motorola estaba parado en la calle realizando una llamada por teléfono a su rival, un ingeniero de AT&T, y cuando este atendió le dijo: “sal a la ventana y mira desde donde te estoy llamando”; el ingeniero Cooper sostenía un dispositivo telefónico sin cable dando paso en ese momento al nacimiento del teléfono celular, hoy en manos de más de la mitad de la población mundial.
El 4 de febrero de 2004, cinco estudiantes universitarios liderados por un joven llamado Mark Zuckerberg desarrollaron una red social para interactuar con sus compañeros de universidad, dando paso al nacimiento de Facebook, transformando para siempre la forma como nos relacionamos los humanos, pasando de los estrechones de mano, los abrazos y las tradicionales visitas a casa de los amigos a mudarnos a vivir en una pantalla y haciendo hasta lo impensable para mantenernos activos y no desaparecer de las millones de publicaciones que se suben a la red cada segundo.
Por supuesto nada de esto hubiese sido posible si en el año 1983 el departamento de defensa de los Estados Unidos no hubiese desarrollado el protocolo TCP/IP – ARPANET lo que le dio paso a su red ArpaInternet y con el paso de los años simplemente internet.
Con este tipo de revolución se abría una ventana a un universo de información ilimitada, disponible las 24 horas del día, los 365 días del año, y en casi todos los idiomas del mundo; el desarrollo de los motores de búsqueda como Google desplazaron por siempre a las famosas enciclopedias, puesto que hoy se considera, para el común de la población, como una fuente de búsqueda infalible y confiable, sin embargo a pesar que la invasión de la tecnología vino para cambiar al mundo también tiene su lado oscuro y es precisamente el motivo central de estas líneas.
El ser humano es por naturaleza sociable, característica que también compartimos con los animales que viven en manada ya que dentro de este espacio encontramos seguridad, solidaridad, apoyo y por supuesto el reconocimiento, que es uno de los más importantes motivadores del ser humano al acercarse a la manada, sin embargo, a pesar de ello ¿Cómo pasamos entonces de abandonar la manada a pegarnos a una pantalla de teléfono por horas enteras? A pesar de que la OMS (Organización Mundial de la Salud) no ha reconocido la adicción a las redes sociales (Ciberadicción) como una enfermedad propiamente, serios estudios científicos adelantados por ejemplo por la Asociación Española de Neuroeconomía concluyen que las redes sociales son equiparables a la Ludopatía.
Y lo anterior tiene como sustento el hecho de que en el cerebro están presentes tres de las hormonas que participan en el comportamiento humano, la adrenalina, la dopamina y la serotonina; una vez se ingresa a las redes sociales se libera la adrenalina, hormona que está asociada a la agresividad pero al recibir un “like” a cualquiera de nuestras publicaciones se libera dopamina considerada la hormona de la felicidad y al ser estimulada constantemente se activa un campo denominado por los neurocientíficos como los “centros de recompensa” generando un efecto de adicción permanente pues pasamos de una ligera emoción como cuando celebramos un gol de nuestro equipo de fútbol a una invasión descontrolada sobre nuestro cerebro de esta hormona.
Pero con la pandemia llegó Tik Tok y la humanidad vio en esta red social la oportunidad perfecta para descargar todo el ocio que produjo el confinamiento, desde pequeñas rutinas de la cotidianidad en casa que identificaban lo que pasaba en cada hogar hasta talentos ocultos que fueron expuestos en la red; sin embargo la pandemia terminó y con ella los confinamientos pero ya estaba creada una nueva necesidad en el mercado, y es cuando aparecen los “creadores de contenidos” que con tal de buscar su recompensa (Like) y tras ella el reconocimiento social, hoy hemos llegado al extremo en donde por ganar seguidores no solo arriesgamos nuestra propia integridad sino la de los demás pero más peligroso aún, sobrepasamos la línea de la ética, el respeto y el pudor con tal de recibir esa descarga de droga.
Las redes sociales cambiaron la forma como nos relacionamos y trajeron consigo una verdadera descomposición social al desconectarnos de la realidad y llevándonos a vivir en función de estar conectados a una pantalla y desconectados de nuestros seres queridos.
Por Eloy Gutiérrez Anaya