Este proceso fue único en el mundo pero fue pisoteado por los violentos.
Se tuvo que derramar mucha sangre en Aguachica para que toda una población se enfrentara a los violentos, tomando como escudo una urna en la que depositarían un voto popular para rechazar los actos de violencia.
Tuvieron que morir muchos ciudadanos que pensaban escalar en la política y quienes tuvieran ideas consolidadas en mantener vivas las esperanzas de cambiar la vieja costumbre de resolver los conflictos a través de las balas.
Aguachica vio partir hacia las sombras de la muerte a muchos hombres que se hicieron célebres en su accionar para rescatar la idiosincrasia de un pueblo que se hundía en la corrupción y se ahogaba en las penumbras de la desidia estatal.
La cifra de 527 personas asesinadas y 41 desaparecidas en 1992, puso a Aguachica en los primeros lugares de las estadísticas de muertes violentas a nivel nacional.
Las masacres y desapariciones, hacían de la segunda ciudad del Cesar, una localidad peligrosa para extraños y tenebrosa para quienes se resistían a compartir los ideales de quienes tenían el poder empuñando las armas.
El comienzo de los años noventa para Aguachica, fue la época más violenta en la historia de la ciudad, jamás se había visto tanta sangre como en los años 92, 93 y 94. En ese tiempo, las funerarias permanecían atestadas de cadáveres, la mayoría de ellos N.N.
El punto más álgido tocó fondo a comienzos de marzo de 1995, cuando un sicario masacró al reconocido cirujano José David Padilla Villafañe. Este crimen aparte de conmover a todo un pueblo que permaneció en duelo por ocho días, sirvió para comenzar un proceso no compartido por la guerrilla ni por los demás grupos armados al margen de la ley. La propuesta era realizar una ‘Consulta Popular por la Paz’ con toda la población que a través del voto sería la encargada de decir “fuera violentos y sí a la paz”.
La reacción de la sociedad civil se hizo sentir. Propuso una solución y lo consiguió a través de una iniciativa de Consulta Popular el 27 agosto de 1995, que culminó con un hecho único en el país: 12 mil votantes se manifestaron contra la violencia.
La consulta rechaza solamente las acciones violentas por parte de los actores armados, la consulta rompe la mayor parte del problema social y político en la región.
Aguachica quedó convencida que la única solución era la participación ciudadana masiva y la consulta popular como instrumento para frenar la guerra que atormentaba a la población en general.
Esta consulta permitió además, ligar la paz con el desarrollo municipal. Se dieron obras como el plan maestro de alcantarillado, el plan de vivienda, vías y reconstrucción de las mismas. También permitió la construcción de la seccional de la Universidad Popular del Cesar y de escuelas.
Con esta consulta Aguachica se sintió identificada de ser constructora de paz y de ser parte no combatiente en el conflicto armado. Todo se consiguió a través de una participación ciudadana apoyándose en los estudiantes de escuelas y colegios, juntas comunales, gremios, iglesias y políticos.
Los habitantes de Aguachica en el sur del Cesar luego del proceso de la consulta popular, continuaron trabajando para impulsar su estrategia de construcción de paz y vida con dignidad en un territorio libre y sin exclusiones a través de lo que en esa época se denominó ‘La Consulta Popular por la Paz’.
La propuesta ciudadana de Aguachica promovió la interlocución con la sociedad civil y con las instituciones gubernamentales buscando salidas a las problemáticas de violencia y desplazamiento que vivió el municipio.
En esta iniciativa se desarrollaron estrategias desde el ámbito social, político, ambiental y cultural para encontrar salidas que favorecieran la vida y mejores oportunidades para los habitantes del municipio.
El grupo de ciudadanos empeñados a no compartir la situación de violencia que vivía a Aguachica, estuvo conformado por 23 organizaciones que participan en la iniciativa de Consulta Popular por la Paz.
El punto de partida de esta experiencia fue el proceso de la consulta popular que se llevó a cabo en Aguachica el 27 de agosto de 1995, con la cual se rechazaban situaciones difíciles que se tenían en ese momento como: violencia generalizada, muertes, secuestros, persecuciones, desempleo, la presión para que sus habitantes se vincularan a grupos armados y la fuerte imposición para que se dedicaran al cultivo de la coca, lo que generó desplazamientos forzados de comunidad campesina a la cabecera municipal y hacia otros lugares del país.
El proceso de consulta popular arrancó acompañado por organismos internacionales que luego se retiraron de Aguachica. Sin embargo, la iniciativa de trabajo colectivo siguió viva y se fortaleció con el acompañamiento y la asesoría del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, a través del núcleo de pobladores, permitiendo que la gente volviera a soñar.
En 1995, los ciudadanos de Aguachica estrenaron la figura de la consulta popular, creada por la Carta Política de 1991. Convocados por su alcalde, Luis Fernando Rincón López, acudieron a las urnas para expresar su rechazo a los violentos y para exigirles que dejaran en paz al municipio.
Para ese momento, Aguachica, como los pueblos de todo el sur del Cesar, reportaba tasas de homicidios superiores a las del resto de Colombia: 130 por cada 100 mil habitantes, mientras la media nacional llegaba a 67. Los índices de secuestro triplicaban los de otras regiones del país.
El alcalde de esa época Luis Fernando Rincón, convocó al pueblo a raíz del asesinato del médico José David Padilla Villafañe, director en esa época del Hospital Regional de Aguachica.
El ejemplo de Aguachica inspiró a los promotores del Mandato de los Niños por la Paz en 1996, logrando más de dos millones de votos y del Mandato Ciudadano por la Paz en 1997, donde se alcanzaron 10 millones de votos, pero los violentos no dieron señas de haber escuchado el clamor de los aguachiquenses, puesto que el 15 de agosto del año 2000, presuntos paramilitares comandados por alias ‘Julio Palizada’, asesinaron a Luis Fernando Rincón López cuando participaba en una reunión política en inmediaciones del corregimiento de Buturama.
Por Alvaro Lora García
[email protected]
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Este proceso fue único en el mundo pero fue pisoteado por los violentos.
Se tuvo que derramar mucha sangre en Aguachica para que toda una población se enfrentara a los violentos, tomando como escudo una urna en la que depositarían un voto popular para rechazar los actos de violencia.
Tuvieron que morir muchos ciudadanos que pensaban escalar en la política y quienes tuvieran ideas consolidadas en mantener vivas las esperanzas de cambiar la vieja costumbre de resolver los conflictos a través de las balas.
Aguachica vio partir hacia las sombras de la muerte a muchos hombres que se hicieron célebres en su accionar para rescatar la idiosincrasia de un pueblo que se hundía en la corrupción y se ahogaba en las penumbras de la desidia estatal.
La cifra de 527 personas asesinadas y 41 desaparecidas en 1992, puso a Aguachica en los primeros lugares de las estadísticas de muertes violentas a nivel nacional.
Las masacres y desapariciones, hacían de la segunda ciudad del Cesar, una localidad peligrosa para extraños y tenebrosa para quienes se resistían a compartir los ideales de quienes tenían el poder empuñando las armas.
El comienzo de los años noventa para Aguachica, fue la época más violenta en la historia de la ciudad, jamás se había visto tanta sangre como en los años 92, 93 y 94. En ese tiempo, las funerarias permanecían atestadas de cadáveres, la mayoría de ellos N.N.
El punto más álgido tocó fondo a comienzos de marzo de 1995, cuando un sicario masacró al reconocido cirujano José David Padilla Villafañe. Este crimen aparte de conmover a todo un pueblo que permaneció en duelo por ocho días, sirvió para comenzar un proceso no compartido por la guerrilla ni por los demás grupos armados al margen de la ley. La propuesta era realizar una ‘Consulta Popular por la Paz’ con toda la población que a través del voto sería la encargada de decir “fuera violentos y sí a la paz”.
La reacción de la sociedad civil se hizo sentir. Propuso una solución y lo consiguió a través de una iniciativa de Consulta Popular el 27 agosto de 1995, que culminó con un hecho único en el país: 12 mil votantes se manifestaron contra la violencia.
La consulta rechaza solamente las acciones violentas por parte de los actores armados, la consulta rompe la mayor parte del problema social y político en la región.
Aguachica quedó convencida que la única solución era la participación ciudadana masiva y la consulta popular como instrumento para frenar la guerra que atormentaba a la población en general.
Esta consulta permitió además, ligar la paz con el desarrollo municipal. Se dieron obras como el plan maestro de alcantarillado, el plan de vivienda, vías y reconstrucción de las mismas. También permitió la construcción de la seccional de la Universidad Popular del Cesar y de escuelas.
Con esta consulta Aguachica se sintió identificada de ser constructora de paz y de ser parte no combatiente en el conflicto armado. Todo se consiguió a través de una participación ciudadana apoyándose en los estudiantes de escuelas y colegios, juntas comunales, gremios, iglesias y políticos.
Los habitantes de Aguachica en el sur del Cesar luego del proceso de la consulta popular, continuaron trabajando para impulsar su estrategia de construcción de paz y vida con dignidad en un territorio libre y sin exclusiones a través de lo que en esa época se denominó ‘La Consulta Popular por la Paz’.
La propuesta ciudadana de Aguachica promovió la interlocución con la sociedad civil y con las instituciones gubernamentales buscando salidas a las problemáticas de violencia y desplazamiento que vivió el municipio.
En esta iniciativa se desarrollaron estrategias desde el ámbito social, político, ambiental y cultural para encontrar salidas que favorecieran la vida y mejores oportunidades para los habitantes del municipio.
El grupo de ciudadanos empeñados a no compartir la situación de violencia que vivía a Aguachica, estuvo conformado por 23 organizaciones que participan en la iniciativa de Consulta Popular por la Paz.
El punto de partida de esta experiencia fue el proceso de la consulta popular que se llevó a cabo en Aguachica el 27 de agosto de 1995, con la cual se rechazaban situaciones difíciles que se tenían en ese momento como: violencia generalizada, muertes, secuestros, persecuciones, desempleo, la presión para que sus habitantes se vincularan a grupos armados y la fuerte imposición para que se dedicaran al cultivo de la coca, lo que generó desplazamientos forzados de comunidad campesina a la cabecera municipal y hacia otros lugares del país.
El proceso de consulta popular arrancó acompañado por organismos internacionales que luego se retiraron de Aguachica. Sin embargo, la iniciativa de trabajo colectivo siguió viva y se fortaleció con el acompañamiento y la asesoría del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, a través del núcleo de pobladores, permitiendo que la gente volviera a soñar.
En 1995, los ciudadanos de Aguachica estrenaron la figura de la consulta popular, creada por la Carta Política de 1991. Convocados por su alcalde, Luis Fernando Rincón López, acudieron a las urnas para expresar su rechazo a los violentos y para exigirles que dejaran en paz al municipio.
Para ese momento, Aguachica, como los pueblos de todo el sur del Cesar, reportaba tasas de homicidios superiores a las del resto de Colombia: 130 por cada 100 mil habitantes, mientras la media nacional llegaba a 67. Los índices de secuestro triplicaban los de otras regiones del país.
El alcalde de esa época Luis Fernando Rincón, convocó al pueblo a raíz del asesinato del médico José David Padilla Villafañe, director en esa época del Hospital Regional de Aguachica.
El ejemplo de Aguachica inspiró a los promotores del Mandato de los Niños por la Paz en 1996, logrando más de dos millones de votos y del Mandato Ciudadano por la Paz en 1997, donde se alcanzaron 10 millones de votos, pero los violentos no dieron señas de haber escuchado el clamor de los aguachiquenses, puesto que el 15 de agosto del año 2000, presuntos paramilitares comandados por alias ‘Julio Palizada’, asesinaron a Luis Fernando Rincón López cuando participaba en una reunión política en inmediaciones del corregimiento de Buturama.
Por Alvaro Lora García
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