Durante los últimos 200 años la decisión para elegir presidente de Colombia se ha hecho sobre personas pertenecientes al mismo redil, con solo cambios de nombres entre unas pocas familias, unas conservadoras, otras liberales; todo seguía igual, nada cualitativo ocurría y por eso el país no ha avanzado lo deseado, concentrándose el poder económico, político […]
Durante los últimos 200 años la decisión para elegir presidente de Colombia se ha hecho sobre personas pertenecientes al mismo redil, con solo cambios de nombres entre unas pocas familias, unas conservadoras, otras liberales; todo seguía igual, nada cualitativo ocurría y por eso el país no ha avanzado lo deseado, concentrándose el poder económico, político y militar en unas pocas castas, con la complicidad de algunos sectores sociales para los cuales la servidumbre es atávica.
Hoy, ante las posibilidades de un cambio real, estas castas se han agrupado en forma escatológica para defender sus feudos, con el apoyo de sus esclavos mentales. El próximo domingo la cosa no será de estos apellidos entre sí, sino entre estos y la ciudadanía; la oportunidad está servida, desde 1948 esta opción no se daba, tuvimos que esperar que transcurrieran tres generaciones. El país espera cambios sustanciales igual que la sociedad que está en cuidados intensivos; el 17/06/18 tendremos que decidir entre la ética y la corrupción, entre un caduco modelo socio-económico pre moderno y excluyente y otro antropocéntrico e integrador. Ahora que entramos al club de la ODCE Colombia necesita alejarse del pasado inicuo e iniciar prácticas democráticas que la sitúen en la modernidad y competitividad internacional. Muchos colombianos están confundidos y manipulados tal que no pueden ver ni escuchar la verdad; la desinformación y la mentira han sido la cátedra en esta campaña; nos acostumbramos a la guerra y hoy, silenciados los fusiles de las FARC, para el sector adverso a Petro, la guerra debe seguir, así sea sin fusiles porque las guerras son un negocio y ocultan la verdad. Por eso se dice que en una guerra la primera víctima es la verdad. De los dos aspirantes a la presidencia el único que es capaz de dar estos saltos cualitativos es Gustavo Petro; sus propuestas, que hacen la diferencia con el pasado y con sus oponentes, le han merecido el elogio de la comunidad internacional, la pensante.
Votar por Petro es un renacer patrio, es un resarcir de los valores, es garantizar la plenitud de los derechos y de las oportunidades; gracias a la CPC de 1991 que hicieron los guerrilleros del M-19, somos un país laico, abierto a todos los credos religiosos y políticos decentes. Arriba el telón, “que se abran las mil escuelas y florezcan las mil flores”.
Durante los últimos 200 años la decisión para elegir presidente de Colombia se ha hecho sobre personas pertenecientes al mismo redil, con solo cambios de nombres entre unas pocas familias, unas conservadoras, otras liberales; todo seguía igual, nada cualitativo ocurría y por eso el país no ha avanzado lo deseado, concentrándose el poder económico, político […]
Durante los últimos 200 años la decisión para elegir presidente de Colombia se ha hecho sobre personas pertenecientes al mismo redil, con solo cambios de nombres entre unas pocas familias, unas conservadoras, otras liberales; todo seguía igual, nada cualitativo ocurría y por eso el país no ha avanzado lo deseado, concentrándose el poder económico, político y militar en unas pocas castas, con la complicidad de algunos sectores sociales para los cuales la servidumbre es atávica.
Hoy, ante las posibilidades de un cambio real, estas castas se han agrupado en forma escatológica para defender sus feudos, con el apoyo de sus esclavos mentales. El próximo domingo la cosa no será de estos apellidos entre sí, sino entre estos y la ciudadanía; la oportunidad está servida, desde 1948 esta opción no se daba, tuvimos que esperar que transcurrieran tres generaciones. El país espera cambios sustanciales igual que la sociedad que está en cuidados intensivos; el 17/06/18 tendremos que decidir entre la ética y la corrupción, entre un caduco modelo socio-económico pre moderno y excluyente y otro antropocéntrico e integrador. Ahora que entramos al club de la ODCE Colombia necesita alejarse del pasado inicuo e iniciar prácticas democráticas que la sitúen en la modernidad y competitividad internacional. Muchos colombianos están confundidos y manipulados tal que no pueden ver ni escuchar la verdad; la desinformación y la mentira han sido la cátedra en esta campaña; nos acostumbramos a la guerra y hoy, silenciados los fusiles de las FARC, para el sector adverso a Petro, la guerra debe seguir, así sea sin fusiles porque las guerras son un negocio y ocultan la verdad. Por eso se dice que en una guerra la primera víctima es la verdad. De los dos aspirantes a la presidencia el único que es capaz de dar estos saltos cualitativos es Gustavo Petro; sus propuestas, que hacen la diferencia con el pasado y con sus oponentes, le han merecido el elogio de la comunidad internacional, la pensante.
Votar por Petro es un renacer patrio, es un resarcir de los valores, es garantizar la plenitud de los derechos y de las oportunidades; gracias a la CPC de 1991 que hicieron los guerrilleros del M-19, somos un país laico, abierto a todos los credos religiosos y políticos decentes. Arriba el telón, “que se abran las mil escuelas y florezcan las mil flores”.