BITÁCORA Por: Oscar Ariza Mientras muchas de las investigaciones sobre música vallenata en tiempos pasados se centraron en discusiones bizantinas e insuperables, elaborando argumentos chovinistas de defensa para establecer si el vallenato era originario del Cesar, la Guajira, Magdalena o Bolívar, o en discusiones actuales sobre si hay un quinto aire llamado vallenato lírico […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Mientras muchas de las investigaciones sobre música vallenata en tiempos pasados se centraron en discusiones bizantinas e insuperables, elaborando argumentos chovinistas de defensa para establecer si el vallenato era originario del Cesar, la Guajira, Magdalena o Bolívar, o en discusiones actuales sobre si hay un quinto aire llamado vallenato lírico o no, si es válida la nueva ola, si el parque de la leyenda vallenata debe pasar a la alcaldía o debe seguirlo manejando la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, nuestros juglares, aquellos que no tuvieron el privilegio de contar con ayudadores que los proyectaran en lo social, político o económico, para hacerle reconocimiento a su obra, porque quienes tenían el deber moral y cultural de prestarle ayuda se dedicaron a discutir cosas vanas para la cultura, esos juglares terminaron muriendo en la más vergonzosa miseria, llevándose consigo todo un tesoro cultural que habría podido hacer mayores aportes a la cultura vallenata y a la tradición oral, que los que particularmente hicieron desde sus propios esfuerzos; lo que demuestra que la cultura en Colombia está amenazada por los valores de cambio que hoy se imponen sobre un folclor que terminó por constituirse en una empresa cultural que establece privilegios para algunos y es indiferente e ignominiosa con otros.
Saldrán muchos a hacer un inventario abundante de los valores juglarescos que se han rescatado y las ayudas que se han brindado, pero los olvidos y las exclusiones han sido mayores, pues los fundamentalismos regionales y locales terminan siendo una terrible herramienta de exclusión y discriminación.
Máximo Movil es uno de esos juglares vallenatos que a pesar de su talento murieron en la más cruel indiferencia social, en una miseria incompatible con la riqueza musical que poseía y que cada día amenaza con olvidarse, sino empezamos a estudiar su obra y sus aportes como compositor a la música vallenata, pero sobre todo a rescatar esa obra inédita como una forma de resarcir el daño que se le produjo al no protegerlo brindándole las mínimas condiciones que merece un ser humano para subsistir con dignidad.
Razón tenía Máximo Movil, para insistir en la necesidad de luchar por salir de la montaña en la que se encontraba confinado a la soledad y la pobreza, pues además de todo el sufrimiento que le causó ser huérfano y maltratado en su infancia, tuvo que sufrir el destino de ser indio en un país que se jacta de anunciar su pluriculturalidad y multiracismo, pero en sus estructuras sociales internas discrimina y veta a quienes sólo en el papel tienen derechos reconocidos ante la ley.
Hoy, muchos años después de su muerte, seguimos en deuda con este talentoso compositor llamado cariñosamente el Indio de Oro, quien a pesar de ser iletrado alcanzó a mostrar gran maestría en la composición musical vallenata, principalmente de merengues; ritmo en el que se proyectó como toda una autoridad, por la manera de demostrar que estaba vigente para cualquier contienda musical; así lo reflejan canciones como: Gallo de riña, El firme y Penas de mi tierra, además de otras canciones que han pasado a la historia, tal es el caso de la mujer conforme, está de fiesta mi pueblo, Así es como vivo yo, Mensaje aventurero, La Vecina y En realidad me quiso entre otras.
Durante dos décadas las canciones de Máximo Movil se mantuvieron con fuerza dentro del campo musical; sus temas fueron grabados por Alfredo Gutiérrez, Los Hermanos Zuleta, Los Betos, Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Silvio Brito y Elías Rosado y Carlos Vives entre otros. Hasta el año pasado Diomedes volvió a grabarle “Que me mate el dolor”.
Hoy muchas de sus canciones inéditas reposan en manos de particulares quienes las grababan en las parrandas, sin que se haya podido consolidar un corpus que permita recuperar su repertorio anónimo e inédito hasta ahora, para que no quede en el olvido, para rescatar sus narraciones vueltas canto, como el mejor homenaje que se le pueda hacer a su talento natural.
[email protected] Twitter: @Oscararizadaza
BITÁCORA Por: Oscar Ariza Mientras muchas de las investigaciones sobre música vallenata en tiempos pasados se centraron en discusiones bizantinas e insuperables, elaborando argumentos chovinistas de defensa para establecer si el vallenato era originario del Cesar, la Guajira, Magdalena o Bolívar, o en discusiones actuales sobre si hay un quinto aire llamado vallenato lírico […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Mientras muchas de las investigaciones sobre música vallenata en tiempos pasados se centraron en discusiones bizantinas e insuperables, elaborando argumentos chovinistas de defensa para establecer si el vallenato era originario del Cesar, la Guajira, Magdalena o Bolívar, o en discusiones actuales sobre si hay un quinto aire llamado vallenato lírico o no, si es válida la nueva ola, si el parque de la leyenda vallenata debe pasar a la alcaldía o debe seguirlo manejando la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, nuestros juglares, aquellos que no tuvieron el privilegio de contar con ayudadores que los proyectaran en lo social, político o económico, para hacerle reconocimiento a su obra, porque quienes tenían el deber moral y cultural de prestarle ayuda se dedicaron a discutir cosas vanas para la cultura, esos juglares terminaron muriendo en la más vergonzosa miseria, llevándose consigo todo un tesoro cultural que habría podido hacer mayores aportes a la cultura vallenata y a la tradición oral, que los que particularmente hicieron desde sus propios esfuerzos; lo que demuestra que la cultura en Colombia está amenazada por los valores de cambio que hoy se imponen sobre un folclor que terminó por constituirse en una empresa cultural que establece privilegios para algunos y es indiferente e ignominiosa con otros.
Saldrán muchos a hacer un inventario abundante de los valores juglarescos que se han rescatado y las ayudas que se han brindado, pero los olvidos y las exclusiones han sido mayores, pues los fundamentalismos regionales y locales terminan siendo una terrible herramienta de exclusión y discriminación.
Máximo Movil es uno de esos juglares vallenatos que a pesar de su talento murieron en la más cruel indiferencia social, en una miseria incompatible con la riqueza musical que poseía y que cada día amenaza con olvidarse, sino empezamos a estudiar su obra y sus aportes como compositor a la música vallenata, pero sobre todo a rescatar esa obra inédita como una forma de resarcir el daño que se le produjo al no protegerlo brindándole las mínimas condiciones que merece un ser humano para subsistir con dignidad.
Razón tenía Máximo Movil, para insistir en la necesidad de luchar por salir de la montaña en la que se encontraba confinado a la soledad y la pobreza, pues además de todo el sufrimiento que le causó ser huérfano y maltratado en su infancia, tuvo que sufrir el destino de ser indio en un país que se jacta de anunciar su pluriculturalidad y multiracismo, pero en sus estructuras sociales internas discrimina y veta a quienes sólo en el papel tienen derechos reconocidos ante la ley.
Hoy, muchos años después de su muerte, seguimos en deuda con este talentoso compositor llamado cariñosamente el Indio de Oro, quien a pesar de ser iletrado alcanzó a mostrar gran maestría en la composición musical vallenata, principalmente de merengues; ritmo en el que se proyectó como toda una autoridad, por la manera de demostrar que estaba vigente para cualquier contienda musical; así lo reflejan canciones como: Gallo de riña, El firme y Penas de mi tierra, además de otras canciones que han pasado a la historia, tal es el caso de la mujer conforme, está de fiesta mi pueblo, Así es como vivo yo, Mensaje aventurero, La Vecina y En realidad me quiso entre otras.
Durante dos décadas las canciones de Máximo Movil se mantuvieron con fuerza dentro del campo musical; sus temas fueron grabados por Alfredo Gutiérrez, Los Hermanos Zuleta, Los Betos, Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Silvio Brito y Elías Rosado y Carlos Vives entre otros. Hasta el año pasado Diomedes volvió a grabarle “Que me mate el dolor”.
Hoy muchas de sus canciones inéditas reposan en manos de particulares quienes las grababan en las parrandas, sin que se haya podido consolidar un corpus que permita recuperar su repertorio anónimo e inédito hasta ahora, para que no quede en el olvido, para rescatar sus narraciones vueltas canto, como el mejor homenaje que se le pueda hacer a su talento natural.
[email protected] Twitter: @Oscararizadaza