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Columnista - 14 diciembre, 2010

Homenaje a lo romántico

BITÁCORA Por: Oscar Ariza Cada vez que al interior del folclor vallenato  se producen cambios que rompen con  paradigmas, se generan reacciones a favor y otras que se niegan a reconocer que todo lo vivo evoluciona, mirando la innovación como un atentado a la tradición  o a la pureza del folclor. Así ocurrió en los […]

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BITÁCORA

Por: Oscar Ariza

Cada vez que al interior del folclor vallenato  se producen cambios que rompen con  paradigmas, se generan reacciones a favor y otras que se niegan a reconocer que todo lo vivo evoluciona, mirando la innovación como un atentado a la tradición  o a la pureza del folclor. Así ocurrió en los años sesenta cuando Gustavo Gutiérrez Cabello se atrevió a presentar una nueva forma de hacer música vallenata desde el formato romántico, marcando un hito en la composición vallenata.

Pese a las críticas y reproches, su propuesta demostró tanta coherencia que en pocos años influyó en las posteriores generaciones de compositores y hoy en festivales como el Nacional de Compositores, en San Juan del Cesar, se le reconoció el valioso aporte que hizo a esta música que sin él, quizás no hubiese trascendido de la misma forma con que ha pasado de lo local a lo global.

De los aires que hasta ese momento habían predominado: merengue, puya, son y paseo, este último sufrió transformaciones a causa de las innovaciones que le hizo. Así, Gutiérrez Cabello se constituyó en un importante agente estructurador de cambios en la música vallenata. En 1963 incursionó desde la marginalidad al campo musical, pero gracias a su estilo de componer y a las reestructuraciones que hizo, logró impactar en el público consumidor de música.

Imprimió a sus canciones una tendencia moderna proyectada hacia la elaboración estética en cuanto al lenguaje; un mayor uso de reiteraciones y figuras que no sólo enaltecían a la mujer desde una perspectiva sentimental impregnada de romanticismo, sino que la convertían en tema principal. Esta ruptura que se estableció entre el paseo tradicional y el moderno, transformó significativamente a este género, convirtiéndose a partir de ese momento en un aire musical comercial.

Todas estas innovaciones lo ubicaron en una posición privilegiada, pero también generaron discursos contrarios al de él, como  las reacciones de compositores tradicionales, especialmente los acordeoneros compositores quienes en uso de su reconocimiento musical adoptaron una posición tajante de rechazo, con el argumento de que las composiciones de Gutiérrez Cabello no encajaban en el vallenato. Fue tan grande la reacción, que los programadores de radio opinaban que sus canciones no hacían mérito para difundirse como vallenatos, según lo afirma en sus investigaciones Julio Oñate Martínez.

Contrario a esto, sus canciones comenzaron a expandirse dentro de la música vallenata por el impacto romántico que surtió en los oyentes. En 1969 ganó en Valledupar el primer concurso de canción inédita, por este motivo se posicionó  más cerca del centro del campo ocupado por creadores como Escalona, Leandro Díaz y otros compositores acordeoneros. Esto complementado con las grabaciones que las principales agrupaciones vallenatas  hicieron de sus canciones, fue fortaleciendo su posición frente a los otros autores consagrados.

Así las cosas con Gustavo Gutiérrez, otros compositores siguieron su manera de componer, entre ellos Rafael Manjarrez y Hernando Marín, distinguidos por la versatilidad que mostraron en las composiciones. Por influencia de Gutiérrez estos dos y muchos otros, hicieron que sus proyectos estéticos estuvieran vinculados con el desamor o el despecho; un tópico constante en la música vallenata, pero también con nuevas formas de narrar,  en las que quien enuncia, no participa de los hechos, convirtiéndose  sólo en testigos que dan cuenta de lo que sucede, a diferencia de otros autores como Emiliano Zuleta Baquero, José Barros e  Isaac Carrillo entre otros, cuya forma de narrar es testimonial.

De manera que no es casualidad ni capricho de alguien que  Gustavo Gutiérrez, Rafael Manjarrez y Hernando Marín, precisamente, hayan sido los compositores homenajeados en la 34 versión del Festival Nacional de compositores de música vallenata en  San Juan del Cesar. Este homenaje es un reconocimiento al arrojo que tuvieron de revolucionar el concepto de narrar y poetizar el vallenato que, a partir de ellos, adquirió una forma de describir más elaborada cuya intención es contar a través de otro tipo de voz que relate con estructuras narrativas más definidas.

Los festivales son los encargados de conservar la tradición, pero también de validar los cambios que en primera instancia aprueba la gente desde el afecto cuando escucha las canciones en las parrandas y los discos compactos, para luego convertirlos en nuevos paradigmas, más allá de cualquier pretensión fundamentalista de negar que el vallenato es una música dinámica en constante renovación.

[email protected]

Columnista
14 diciembre, 2010

Homenaje a lo romántico

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

BITÁCORA Por: Oscar Ariza Cada vez que al interior del folclor vallenato  se producen cambios que rompen con  paradigmas, se generan reacciones a favor y otras que se niegan a reconocer que todo lo vivo evoluciona, mirando la innovación como un atentado a la tradición  o a la pureza del folclor. Así ocurrió en los […]


BITÁCORA

Por: Oscar Ariza

Cada vez que al interior del folclor vallenato  se producen cambios que rompen con  paradigmas, se generan reacciones a favor y otras que se niegan a reconocer que todo lo vivo evoluciona, mirando la innovación como un atentado a la tradición  o a la pureza del folclor. Así ocurrió en los años sesenta cuando Gustavo Gutiérrez Cabello se atrevió a presentar una nueva forma de hacer música vallenata desde el formato romántico, marcando un hito en la composición vallenata.

Pese a las críticas y reproches, su propuesta demostró tanta coherencia que en pocos años influyó en las posteriores generaciones de compositores y hoy en festivales como el Nacional de Compositores, en San Juan del Cesar, se le reconoció el valioso aporte que hizo a esta música que sin él, quizás no hubiese trascendido de la misma forma con que ha pasado de lo local a lo global.

De los aires que hasta ese momento habían predominado: merengue, puya, son y paseo, este último sufrió transformaciones a causa de las innovaciones que le hizo. Así, Gutiérrez Cabello se constituyó en un importante agente estructurador de cambios en la música vallenata. En 1963 incursionó desde la marginalidad al campo musical, pero gracias a su estilo de componer y a las reestructuraciones que hizo, logró impactar en el público consumidor de música.

Imprimió a sus canciones una tendencia moderna proyectada hacia la elaboración estética en cuanto al lenguaje; un mayor uso de reiteraciones y figuras que no sólo enaltecían a la mujer desde una perspectiva sentimental impregnada de romanticismo, sino que la convertían en tema principal. Esta ruptura que se estableció entre el paseo tradicional y el moderno, transformó significativamente a este género, convirtiéndose a partir de ese momento en un aire musical comercial.

Todas estas innovaciones lo ubicaron en una posición privilegiada, pero también generaron discursos contrarios al de él, como  las reacciones de compositores tradicionales, especialmente los acordeoneros compositores quienes en uso de su reconocimiento musical adoptaron una posición tajante de rechazo, con el argumento de que las composiciones de Gutiérrez Cabello no encajaban en el vallenato. Fue tan grande la reacción, que los programadores de radio opinaban que sus canciones no hacían mérito para difundirse como vallenatos, según lo afirma en sus investigaciones Julio Oñate Martínez.

Contrario a esto, sus canciones comenzaron a expandirse dentro de la música vallenata por el impacto romántico que surtió en los oyentes. En 1969 ganó en Valledupar el primer concurso de canción inédita, por este motivo se posicionó  más cerca del centro del campo ocupado por creadores como Escalona, Leandro Díaz y otros compositores acordeoneros. Esto complementado con las grabaciones que las principales agrupaciones vallenatas  hicieron de sus canciones, fue fortaleciendo su posición frente a los otros autores consagrados.

Así las cosas con Gustavo Gutiérrez, otros compositores siguieron su manera de componer, entre ellos Rafael Manjarrez y Hernando Marín, distinguidos por la versatilidad que mostraron en las composiciones. Por influencia de Gutiérrez estos dos y muchos otros, hicieron que sus proyectos estéticos estuvieran vinculados con el desamor o el despecho; un tópico constante en la música vallenata, pero también con nuevas formas de narrar,  en las que quien enuncia, no participa de los hechos, convirtiéndose  sólo en testigos que dan cuenta de lo que sucede, a diferencia de otros autores como Emiliano Zuleta Baquero, José Barros e  Isaac Carrillo entre otros, cuya forma de narrar es testimonial.

De manera que no es casualidad ni capricho de alguien que  Gustavo Gutiérrez, Rafael Manjarrez y Hernando Marín, precisamente, hayan sido los compositores homenajeados en la 34 versión del Festival Nacional de compositores de música vallenata en  San Juan del Cesar. Este homenaje es un reconocimiento al arrojo que tuvieron de revolucionar el concepto de narrar y poetizar el vallenato que, a partir de ellos, adquirió una forma de describir más elaborada cuya intención es contar a través de otro tipo de voz que relate con estructuras narrativas más definidas.

Los festivales son los encargados de conservar la tradición, pero también de validar los cambios que en primera instancia aprueba la gente desde el afecto cuando escucha las canciones en las parrandas y los discos compactos, para luego convertirlos en nuevos paradigmas, más allá de cualquier pretensión fundamentalista de negar que el vallenato es una música dinámica en constante renovación.

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