Este filósofo alemán nace en Messkirch, 1889, y muere en Friburgo, 1976. Es considerado por muchos como el más importante filosofo del siglo XX. Su más influyente maestro fue Husserl. Hasta él, el tema principal de la filosofía desde Descartes había sido la teoría del conocimiento, pero con él resurge el interés por la ontología, […]
Este filósofo alemán nace en Messkirch, 1889, y muere en Friburgo, 1976. Es considerado por muchos como el más importante filosofo del siglo XX. Su más influyente maestro fue Husserl.
Hasta él, el tema principal de la filosofía desde Descartes había sido la teoría del conocimiento, pero con él resurge el interés por la ontología, la pregunta por el ser, como en la antigüedad griega. Por eso, Heidegger representa un punto de quiebre entre la teoría del conocimiento y la renovada ontología.
En la interpretación de su obra, se suelen distinguir dos momentos: el primer Heidegger y el segundo Heidegger. En el primero se aprecia una búsqueda por el Ser (con mayúscula), aquel que está en todas partes y nos concierne a todos, pero que no obstante, es inasible. Me corresponde decir aquí que Heidegger fue un estudioso de la teología católica y por consiguiente fue impregnado por su terminología.
A propósito, existe cierta similitud entre la filosofía y la religión, en el sentido de que ambas buscan el conocimiento del existente fundamental, aquélla por la vía de la razón y ésta, por la de la fe, no exenta, sin embargo, de razonamiento. Así, lo que busca el filósofo con la razón, lo encuentra el creyente por la fe.
El Ser que busca Heidegger en su magna obra ‘Ser y Tiempo’, es el Ser en sí mismo, por sí mismo, un Ser esencial, que comunica a los demás seres, a los entes, un ser particular. Este es un Ser filosófico, quizás análogo al Ser de la religión.
Lo que ilustro con el siguiente comentario: en la antigüedad Israelí hubo un personaje excepcional, Moisés, quien en las alturas del Monte Sinaí le preguntó a Alguien, en medio de las brumas del misterio, cuál era su nombre, habiendo recibido una respuesta radical: Yo Soy el que Soy. Es decir, el Supremo Ser. La Verdad. ¿Será éste Ser el mismo Ser en cuya búsqueda se empeñó afanosamente el antiguo estudiante de teología católica?
En el segundo Heidegger, la pregunta es por el ser ahí, el Da-sein, el hombre, arrojado a la vida, el que no es nada, que no es más que un proyecto abierto hacia el futuro, cuya única certeza es la muerte, su muerte, así llegue a ser un ser longevo. Dice: la muerte es la última posibilidad de ser, es la posibilidad de la imposibilidad de la posibilidad. Y esto le produce angustia, angustia existencial. Por estas afirmaciones, nuestro filósofo es pionero del movimiento filosófico denominado existencialismo.
Nota: Si visitas Pueblo Bello cuídate y cuida a los demás, pues la buena carretera provoca andar rápido.
Este filósofo alemán nace en Messkirch, 1889, y muere en Friburgo, 1976. Es considerado por muchos como el más importante filosofo del siglo XX. Su más influyente maestro fue Husserl. Hasta él, el tema principal de la filosofía desde Descartes había sido la teoría del conocimiento, pero con él resurge el interés por la ontología, […]
Este filósofo alemán nace en Messkirch, 1889, y muere en Friburgo, 1976. Es considerado por muchos como el más importante filosofo del siglo XX. Su más influyente maestro fue Husserl.
Hasta él, el tema principal de la filosofía desde Descartes había sido la teoría del conocimiento, pero con él resurge el interés por la ontología, la pregunta por el ser, como en la antigüedad griega. Por eso, Heidegger representa un punto de quiebre entre la teoría del conocimiento y la renovada ontología.
En la interpretación de su obra, se suelen distinguir dos momentos: el primer Heidegger y el segundo Heidegger. En el primero se aprecia una búsqueda por el Ser (con mayúscula), aquel que está en todas partes y nos concierne a todos, pero que no obstante, es inasible. Me corresponde decir aquí que Heidegger fue un estudioso de la teología católica y por consiguiente fue impregnado por su terminología.
A propósito, existe cierta similitud entre la filosofía y la religión, en el sentido de que ambas buscan el conocimiento del existente fundamental, aquélla por la vía de la razón y ésta, por la de la fe, no exenta, sin embargo, de razonamiento. Así, lo que busca el filósofo con la razón, lo encuentra el creyente por la fe.
El Ser que busca Heidegger en su magna obra ‘Ser y Tiempo’, es el Ser en sí mismo, por sí mismo, un Ser esencial, que comunica a los demás seres, a los entes, un ser particular. Este es un Ser filosófico, quizás análogo al Ser de la religión.
Lo que ilustro con el siguiente comentario: en la antigüedad Israelí hubo un personaje excepcional, Moisés, quien en las alturas del Monte Sinaí le preguntó a Alguien, en medio de las brumas del misterio, cuál era su nombre, habiendo recibido una respuesta radical: Yo Soy el que Soy. Es decir, el Supremo Ser. La Verdad. ¿Será éste Ser el mismo Ser en cuya búsqueda se empeñó afanosamente el antiguo estudiante de teología católica?
En el segundo Heidegger, la pregunta es por el ser ahí, el Da-sein, el hombre, arrojado a la vida, el que no es nada, que no es más que un proyecto abierto hacia el futuro, cuya única certeza es la muerte, su muerte, así llegue a ser un ser longevo. Dice: la muerte es la última posibilidad de ser, es la posibilidad de la imposibilidad de la posibilidad. Y esto le produce angustia, angustia existencial. Por estas afirmaciones, nuestro filósofo es pionero del movimiento filosófico denominado existencialismo.
Nota: Si visitas Pueblo Bello cuídate y cuida a los demás, pues la buena carretera provoca andar rápido.