En mi larga trayectoria trabajando en el poder judicial recuerdo solo pocas, pero muy pocas veces, en que el Tribunal Superior revocara las decisiones de los jueces con quien trabajé; lo mismo sucedía respecto al Tribunal y la Corte Suprema. Revocarle una sentencia a Benjamín Armenta López o a Efraín Córdoba Castilla, no era usual, […]
En mi larga trayectoria trabajando en el poder judicial recuerdo solo pocas, pero muy pocas veces, en que el Tribunal Superior revocara las decisiones de los jueces con quien trabajé; lo mismo sucedía respecto al Tribunal y la Corte Suprema. Revocarle una sentencia a Benjamín Armenta López o a Efraín Córdoba Castilla, no era usual, era excepcional, por el cuidado y estudio, sobre el proceso, que de las pruebas hacían en materia penal y en civil; Jorge Saade no se quedaba atrás, lo mismo que en laboral Alfonso Gutiérrez Céspedes se respetaba.
Ahora no, ahora a los jueces les importa un comino que le revoquen sus decisiones, no les importa, es como si nada. Conozco dos casos, uno de un juez y otro de un magistrado que tuvieron la desfachatez de decirles a los demandantes, después de fallarles en contra, que ellos podían ayudarlos ante el superior para que le revocaran su propia decisión y claro, sin su ayuda se las revocaron pero dos o cinco años después.
¿Cuánto daño no les hicieron a esas personas en todo ese tiempo? Por lo anterior, las instancias superiores deberían sancionar a esos jueces que fallan irresponsablemente, desde una suspensión a la destitución. Otra cosa que debe analizarse en las tantas reformas a la justicia es la conducta de aquellos funcionarios judiciales especializados en dejar vencer términos y prescribir los negocios a su cargo. Con notas marginales que lleven hasta la destitución se acaban estas prácticas corruptas. Todavía más, no hay razón para que jueces y magistrados sean docentes varias horas diarias, tiempo que le quitan a sus oficios y que se reflejan en los bajos rendimientos en sus trabajos.
Ser profesor o maestro requiere de mucha responsabilidad y dedicación, tanto como la de ser juez, y si se hacen las dos cosas al mismo tiempo se falla en ambas. Esas son las reformas que hay que hacer y no estar pendiente de nuevos tribunales, fiscalías, aumentar edades y tiempo indefinidos, lo que hay que imponer son rígidos requisitos para llegar a la cúspide de la Rama Judicial, como que para ser magistrado de altas cortes se debe haber desempeñado como magistrado de tribunales regionales. En fin, hay tanta tela por cortar, para conseguir acabar con la corrupción judicial, pero por algo hay que comenzar y ahí están estas inquietudes.
ADENDA: Cómo me han dolido los decesos del doctor Esteban Cuello Gutiérrez y el señor Carlos Vidal Romero, ambos ciudadanos ejemplares que dedicaron su vida al desarrollo y progreso de esta ciudad y que con seguridad su presencia hará mucha falta. Sus vidas son ejemplo a seguir porque difícilmente nacerán otros dos seres de calidades iguales; ellos son íconos de la pulcritud, honradez y comportamientos sociales, políticos y familiares, a quienes próximamente les dedicaré mis comentarios en otra columna. Descansen en paz Esteban y Carlitos.
ADENDA: Sigue el caos vehicular en el centro de la ciudad y los agentes de tránsito brillan por su ausencia a pesar de que se les ve en los lugares menos adecuados prestando ningún servicio. ¿Cuándo se arreglarán los semáforos y se comenzarán a instalar nuevos en puntos críticos de la ciudad, que los piden a gritos?
En mi larga trayectoria trabajando en el poder judicial recuerdo solo pocas, pero muy pocas veces, en que el Tribunal Superior revocara las decisiones de los jueces con quien trabajé; lo mismo sucedía respecto al Tribunal y la Corte Suprema. Revocarle una sentencia a Benjamín Armenta López o a Efraín Córdoba Castilla, no era usual, […]
En mi larga trayectoria trabajando en el poder judicial recuerdo solo pocas, pero muy pocas veces, en que el Tribunal Superior revocara las decisiones de los jueces con quien trabajé; lo mismo sucedía respecto al Tribunal y la Corte Suprema. Revocarle una sentencia a Benjamín Armenta López o a Efraín Córdoba Castilla, no era usual, era excepcional, por el cuidado y estudio, sobre el proceso, que de las pruebas hacían en materia penal y en civil; Jorge Saade no se quedaba atrás, lo mismo que en laboral Alfonso Gutiérrez Céspedes se respetaba.
Ahora no, ahora a los jueces les importa un comino que le revoquen sus decisiones, no les importa, es como si nada. Conozco dos casos, uno de un juez y otro de un magistrado que tuvieron la desfachatez de decirles a los demandantes, después de fallarles en contra, que ellos podían ayudarlos ante el superior para que le revocaran su propia decisión y claro, sin su ayuda se las revocaron pero dos o cinco años después.
¿Cuánto daño no les hicieron a esas personas en todo ese tiempo? Por lo anterior, las instancias superiores deberían sancionar a esos jueces que fallan irresponsablemente, desde una suspensión a la destitución. Otra cosa que debe analizarse en las tantas reformas a la justicia es la conducta de aquellos funcionarios judiciales especializados en dejar vencer términos y prescribir los negocios a su cargo. Con notas marginales que lleven hasta la destitución se acaban estas prácticas corruptas. Todavía más, no hay razón para que jueces y magistrados sean docentes varias horas diarias, tiempo que le quitan a sus oficios y que se reflejan en los bajos rendimientos en sus trabajos.
Ser profesor o maestro requiere de mucha responsabilidad y dedicación, tanto como la de ser juez, y si se hacen las dos cosas al mismo tiempo se falla en ambas. Esas son las reformas que hay que hacer y no estar pendiente de nuevos tribunales, fiscalías, aumentar edades y tiempo indefinidos, lo que hay que imponer son rígidos requisitos para llegar a la cúspide de la Rama Judicial, como que para ser magistrado de altas cortes se debe haber desempeñado como magistrado de tribunales regionales. En fin, hay tanta tela por cortar, para conseguir acabar con la corrupción judicial, pero por algo hay que comenzar y ahí están estas inquietudes.
ADENDA: Cómo me han dolido los decesos del doctor Esteban Cuello Gutiérrez y el señor Carlos Vidal Romero, ambos ciudadanos ejemplares que dedicaron su vida al desarrollo y progreso de esta ciudad y que con seguridad su presencia hará mucha falta. Sus vidas son ejemplo a seguir porque difícilmente nacerán otros dos seres de calidades iguales; ellos son íconos de la pulcritud, honradez y comportamientos sociales, políticos y familiares, a quienes próximamente les dedicaré mis comentarios en otra columna. Descansen en paz Esteban y Carlitos.
ADENDA: Sigue el caos vehicular en el centro de la ciudad y los agentes de tránsito brillan por su ausencia a pesar de que se les ve en los lugares menos adecuados prestando ningún servicio. ¿Cuándo se arreglarán los semáforos y se comenzarán a instalar nuevos en puntos críticos de la ciudad, que los piden a gritos?