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Columnista - 5 diciembre, 2018

Hay que darle el título a quien se lo merece

Por estos días los medios de comunicación empiezan a hacer balances de la gestión de los gobernantes y gerentes (directores) de las entidades públicas y privadas. Se habla de los mejores alcaldes y gobernadores, el mejor compositor y hasta de la mejor mamá y el mejor papá. Ahora es fácil montar este estudio e incluso, […]

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Por estos días los medios de comunicación empiezan a hacer balances de la gestión de los gobernantes y gerentes (directores) de las entidades públicas y privadas.

Se habla de los mejores alcaldes y gobernadores, el mejor compositor y hasta de la mejor mamá y el mejor papá. Ahora es fácil montar este estudio e incluso, esas mediciones sirven para corregir, reemplazar o recomponer cosas de las vidas pública y privadas.

Sin embargo, en este sentido, mis consejeros periodísticos Tíochiro y Tíonan nunca se han puesto de acuerdo. Uno afirma que no cree en las mediciones en lo público, porque todo funcionario elegido o designado en un cargo se posesiona con unas expectativas que tiene su entorno social, que es inherente a la función del Estado.

Porque el Estado es una organización política – jurídica, que integralmente representa la razón de ser de una sociedad. Colombia, en esta aplicación es un Estado social de Derecho.
A criterio de mis consejeros, todos los ciudadanos elegidos por votos se deben al Estado y son los representantes de esa sociedad que los elige para que lo represente en los asuntos institucionales. Por lo tanto, cada funcionario deberá cumplir cabalmente con las funciones constitucionales, de no hacerlo deberá ser sancionado por las instancias pertinentes.

Los elegidos deberían respetar las normas del Estado y cuidar sus bienes y demás. Entonces, ningún funcionario público debería hacer usufructo de las cosas públicas, so pena de ser investigado y sancionado.

Tíochiro sostiene que es inconcebible que un alcalde o gobernador haga las veces de súper héroe porque ordenó la pavimentación de una calle, construyó un puente, reparó una escuela, contrató la alimentación de los niños, abrió un camino en una vereda o incrementó políticas para recuperar la seguridad, la salud y el bienestar de la sociedad.

No es un súper héroe, no. Ese gobernante está cumpliendo con su deber y les da solución a las problemáticas de la sociedad. Sin embargo, en Colombia y no se escapa Valledupar ni Codazzi ni La Jagua de Ibirico, etc., los alcaldes inauguran obras con bombos y platillos, se creen unos reyes.

Inclusive, para las obras usan el dinero del Estado y la inauguran bautizándolas con los nombres de su papá, su esposa, uno de sus hijos, un hermano, etc. Además, cuando publicitan las obras sacan a relucir a sus familias y las destacan en vallas y pasacalles. Eso debería ser un delito.

Lo más justo, dice Tíonan, sería que, si un alcalde o gobernador va a bautizar una avenida, escuela, hospital o puente, con el nombre de uno de sus familiares, entonces debería hacer la obra con su propio dinero y no con plata del Estado.

Que hagan como hizo la familia Tapias, que construyó con sus propios recursos económicos una escuela en el barrio Villa Miriam de Valledupar y dicha institución educativa fue bautizada como “Daniel Tapias Pico” en honor al padre de la familia Tapias.

Ningún alcalde ni gobernador han seguido el ejemplo de los hermanos Tapias. No. Aquí en Valledupar usted encuentra una valla gigante con la foto del alcalde, su esposa y sus hijos, haciendo mención de la unidad familiar. Eso no es gallardía, eso es abuso de su poder dominante, como dirían los abogados.

También encuentra una escuela, un colegio y muchas instituciones públicas con nombres de personas que nunca han aportado un peso o un árbol en esas obras que llevan los nombres de los familiares de los gobernantes. ¡Por Dios! Hasta la próxima semana.

[email protected] @tiochiro.

Por Aquilino Cotes Zuleta

Columnista
5 diciembre, 2018

Hay que darle el título a quien se lo merece

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Por estos días los medios de comunicación empiezan a hacer balances de la gestión de los gobernantes y gerentes (directores) de las entidades públicas y privadas. Se habla de los mejores alcaldes y gobernadores, el mejor compositor y hasta de la mejor mamá y el mejor papá. Ahora es fácil montar este estudio e incluso, […]


Por estos días los medios de comunicación empiezan a hacer balances de la gestión de los gobernantes y gerentes (directores) de las entidades públicas y privadas.

Se habla de los mejores alcaldes y gobernadores, el mejor compositor y hasta de la mejor mamá y el mejor papá. Ahora es fácil montar este estudio e incluso, esas mediciones sirven para corregir, reemplazar o recomponer cosas de las vidas pública y privadas.

Sin embargo, en este sentido, mis consejeros periodísticos Tíochiro y Tíonan nunca se han puesto de acuerdo. Uno afirma que no cree en las mediciones en lo público, porque todo funcionario elegido o designado en un cargo se posesiona con unas expectativas que tiene su entorno social, que es inherente a la función del Estado.

Porque el Estado es una organización política – jurídica, que integralmente representa la razón de ser de una sociedad. Colombia, en esta aplicación es un Estado social de Derecho.
A criterio de mis consejeros, todos los ciudadanos elegidos por votos se deben al Estado y son los representantes de esa sociedad que los elige para que lo represente en los asuntos institucionales. Por lo tanto, cada funcionario deberá cumplir cabalmente con las funciones constitucionales, de no hacerlo deberá ser sancionado por las instancias pertinentes.

Los elegidos deberían respetar las normas del Estado y cuidar sus bienes y demás. Entonces, ningún funcionario público debería hacer usufructo de las cosas públicas, so pena de ser investigado y sancionado.

Tíochiro sostiene que es inconcebible que un alcalde o gobernador haga las veces de súper héroe porque ordenó la pavimentación de una calle, construyó un puente, reparó una escuela, contrató la alimentación de los niños, abrió un camino en una vereda o incrementó políticas para recuperar la seguridad, la salud y el bienestar de la sociedad.

No es un súper héroe, no. Ese gobernante está cumpliendo con su deber y les da solución a las problemáticas de la sociedad. Sin embargo, en Colombia y no se escapa Valledupar ni Codazzi ni La Jagua de Ibirico, etc., los alcaldes inauguran obras con bombos y platillos, se creen unos reyes.

Inclusive, para las obras usan el dinero del Estado y la inauguran bautizándolas con los nombres de su papá, su esposa, uno de sus hijos, un hermano, etc. Además, cuando publicitan las obras sacan a relucir a sus familias y las destacan en vallas y pasacalles. Eso debería ser un delito.

Lo más justo, dice Tíonan, sería que, si un alcalde o gobernador va a bautizar una avenida, escuela, hospital o puente, con el nombre de uno de sus familiares, entonces debería hacer la obra con su propio dinero y no con plata del Estado.

Que hagan como hizo la familia Tapias, que construyó con sus propios recursos económicos una escuela en el barrio Villa Miriam de Valledupar y dicha institución educativa fue bautizada como “Daniel Tapias Pico” en honor al padre de la familia Tapias.

Ningún alcalde ni gobernador han seguido el ejemplo de los hermanos Tapias. No. Aquí en Valledupar usted encuentra una valla gigante con la foto del alcalde, su esposa y sus hijos, haciendo mención de la unidad familiar. Eso no es gallardía, eso es abuso de su poder dominante, como dirían los abogados.

También encuentra una escuela, un colegio y muchas instituciones públicas con nombres de personas que nunca han aportado un peso o un árbol en esas obras que llevan los nombres de los familiares de los gobernantes. ¡Por Dios! Hasta la próxima semana.

[email protected] @tiochiro.

Por Aquilino Cotes Zuleta