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Columnista - 16 julio, 2021

¿Hasta cuándo?

“¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo tendré conflictos en mi alma, con angustias en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?:  Salmos 13:1-2.  Con los cuatro interrogantes de ¿hasta cuándo? se pone de manifiesto la naturaleza y profundidad de la […]

“¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo tendré conflictos en mi alma, con angustias en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?:  Salmos 13:1-2. 

Con los cuatro interrogantes de ¿hasta cuándo? se pone de manifiesto la naturaleza y profundidad de la crisis: me olvidarás para siempre, esconderás tu rostro de mí, tendré conflictos en mi alma con angustias en mi corazón y será enaltecido mi enemigo. Luego de articular las preguntas que le brindan al salmo sentido de urgencia e inmediatez, el salmista se dirige nuevamente al Señor para implorar su intervención: mira, responde y alumbra. Finalmente, termina confiando en la misericordia divina, se alegra por la salvación que el Señor le brinda y canta por el bien que Dios le ha hecho. 

Aterrizando el tema, la depresión que resulta de una situación aparentemente imposible se relaciona, a veces, con tener un concepto equivocado de Dios. Acaso, ¿había Dios olvidado realmente a David? ¿Se estaba escondiendo Dios de David? ¡Por supuesto que no! Sino que la gravedad de la situación había distorsionado la realidad y equivocado su concepto de Dios, al sentir que lo había abandonado. 

David, había creído una mentira y, en consecuencia, había perdido su enfoque. Su situación le pareció desesperada y la desesperanza es la base de todas las angustias. David, el autor del salmo, se allega al Señor en momentos de aflicción extrema y gran dificultad. 

Amados amigos: lo notable de David y rescatable de la historia fue que no se quedó en el hoyo de la depresión, sino que evaluó la situación y sacó su linaje como hijo de Dios. Se enfocó en lo que conocía de Dios y no en sus sentimientos negativos. Así, escribió desde el fondo de su alma: “Confío en tu misericordia y me alegro en tu salvación”

El enemigo de nuestras almas está empeñado en destruir el concepto que tengamos de Dios y el concepto que tengamos de nosotros mismos como hijos de Dios. Nada puede hacer en contra de la posición que tenemos en Cristo; pero, si logra que desconfiemos de ella, viviremos como si no lo fuera, aunque lo sea. 

Las lecciones que yo entresaco del texto son: la importancia de conocer a Dios y confiar en su bondad y la de conocer nuestra posición como sus hijos. En la tentación de Jesús en el desierto, el enemigo le tentó con esa misma premisa: si eres hijo de Dios… a lo que Jesús respondió: ¡Escrito está!

Hago oración para que, de cara a la dificultad, Dios nos ayude a enfocarnos siempre en quién es Él y quiénes somos nosotros en Cristo. Para que podamos decirle a la dificultad, al dolor, a la adversidad y a la enfermedad: “¡Espera en Dios; porque aún he de alabarle! ¡Salvación mía y Dios mío!”.

Un abrazo fraterno y solidario en Cristo.

Columnista
16 julio, 2021

¿Hasta cuándo?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo tendré conflictos en mi alma, con angustias en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?:  Salmos 13:1-2.  Con los cuatro interrogantes de ¿hasta cuándo? se pone de manifiesto la naturaleza y profundidad de la […]


“¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo tendré conflictos en mi alma, con angustias en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?:  Salmos 13:1-2. 

Con los cuatro interrogantes de ¿hasta cuándo? se pone de manifiesto la naturaleza y profundidad de la crisis: me olvidarás para siempre, esconderás tu rostro de mí, tendré conflictos en mi alma con angustias en mi corazón y será enaltecido mi enemigo. Luego de articular las preguntas que le brindan al salmo sentido de urgencia e inmediatez, el salmista se dirige nuevamente al Señor para implorar su intervención: mira, responde y alumbra. Finalmente, termina confiando en la misericordia divina, se alegra por la salvación que el Señor le brinda y canta por el bien que Dios le ha hecho. 

Aterrizando el tema, la depresión que resulta de una situación aparentemente imposible se relaciona, a veces, con tener un concepto equivocado de Dios. Acaso, ¿había Dios olvidado realmente a David? ¿Se estaba escondiendo Dios de David? ¡Por supuesto que no! Sino que la gravedad de la situación había distorsionado la realidad y equivocado su concepto de Dios, al sentir que lo había abandonado. 

David, había creído una mentira y, en consecuencia, había perdido su enfoque. Su situación le pareció desesperada y la desesperanza es la base de todas las angustias. David, el autor del salmo, se allega al Señor en momentos de aflicción extrema y gran dificultad. 

Amados amigos: lo notable de David y rescatable de la historia fue que no se quedó en el hoyo de la depresión, sino que evaluó la situación y sacó su linaje como hijo de Dios. Se enfocó en lo que conocía de Dios y no en sus sentimientos negativos. Así, escribió desde el fondo de su alma: “Confío en tu misericordia y me alegro en tu salvación”

El enemigo de nuestras almas está empeñado en destruir el concepto que tengamos de Dios y el concepto que tengamos de nosotros mismos como hijos de Dios. Nada puede hacer en contra de la posición que tenemos en Cristo; pero, si logra que desconfiemos de ella, viviremos como si no lo fuera, aunque lo sea. 

Las lecciones que yo entresaco del texto son: la importancia de conocer a Dios y confiar en su bondad y la de conocer nuestra posición como sus hijos. En la tentación de Jesús en el desierto, el enemigo le tentó con esa misma premisa: si eres hijo de Dios… a lo que Jesús respondió: ¡Escrito está!

Hago oración para que, de cara a la dificultad, Dios nos ayude a enfocarnos siempre en quién es Él y quiénes somos nosotros en Cristo. Para que podamos decirle a la dificultad, al dolor, a la adversidad y a la enfermedad: “¡Espera en Dios; porque aún he de alabarle! ¡Salvación mía y Dios mío!”.

Un abrazo fraterno y solidario en Cristo.