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Columnista - 11 julio, 2023

Grande Kajuma…

«Qué belleza guardan aquellos que no encuentran su lugar entre tanta gente; no es soledad, es un privilegio no encajar». Alejandra Pizarnik

«Qué belleza guardan aquellos que no encuentran su lugar entre tanta gente; no es soledad, es un privilegio no encajar». Alejandra Pizarnik

Murió el maestro Kajuma, Carlos Julio Márquez, su nombre de pila, y fue despedido como él quería, entre cantos, poemas, cuentos, jolgorio y los amigos alrededor de su ataúd, refiriendo anécdotas y recordando sus principales características.  

Llegué a eso de las 9.40 de la mañana al recinto de la casa de la cultura, la información dada la noche anterior era que su cuerpo estaría en cámara ardiente, como se dice coloquialmente en estos casos, cuando el cuerpo es llevado a un sitio de características especiales para rendirle tributo y exaltar lo que fue en vida.

Caras conocidas algunas, saludé y me dirigí hasta el ataúd y allí vi a Kajuma, tal cual como era, vestido de negro y con sus impecables ‘Ray-Ban’ era de coquetería fina y así viajó a la eternidad.

Dialogué con varios amigos, el ataúd estaba adornado con sendos ramos de flores, parco en su color que desde luego contrastaba con sus obras coloridas que adornaban el recinto, colocadas de manera estratégica, montadas en bastidor; otras recostadas sobre la pared alrededor del lugar. 

Faltaba algo, no podía ser normal, que todos estuviésemos ensimismados, cada uno en su dolor y pegados de manera general al celular.

Hasta que llegó Baldot, su alumno, el boxeador pintor, con una caja de música y en sus manos, coloridos recipientes con los cuales le dieron un cambio total al contexto. Su última obra la pintaron sus amigos.

Los colores comenzaron a caer y a darle gracias a la muerte; así pasó de gris, a un matiz vistoso; tal cual cómo vivió Kajuma.

Bracho recordó que, vecino a su casa, Kajuma se deleitaba pintando, escuchando la canción ‘Al oscuro metí la mano, al oscuro metí los pies, al oscuro hice mil líos, al oscuro los desaté’

Luego llegó Darío Leguizamón, muy cercano a los afectos del maestro, a ‘Mamar Gallo’ y nos hizo un recorrido por una serie de anécdotas que antecedieron al contenido de un libro ilustrado con pinturas del maestro Kajuma y que quedaron para la posteridad con esas célebres frases que en la jerga del costeño son de fácil recordación.

Y para no dejar pasar la ocasión y deleitar al maestro, quisimos compartir unos poemas, en décimas, que escribí en ese escenario y que desde luego quedarán para la historia que se empieza a escribir sobre un personaje mágico, de características especiales.

“En duda está la verdad, entre la vida y la muerte, hoy este cuerpo inerte, transita en sinceridad. 

Algazara… hilaridad, hasta el confín de la tierra, su grandeza hoy se aferra, al festival del talento, y con mucho sentimiento, solo su cuerpo se entierra.

Elogios muy merecidos, pintando están su partida, y en la infame despedida, del corazón son nacidos.

Los que hoy quedamos vivos, sentimos pronto su ocaso, poco tiempo por si acaso, y eterno fuera Kajuma, al disiparse la bruma, ya todos vamos de paso.

La muerte es una estación, de la vida la premura, esto digo con altura, sin lugar a pretensión.

Pues resulta la ocasión, entre colores de amor, darle un adiós al pintor, al hombre reconocido, con grandeza lo vivido, buen artista, buen señor” Grande Kajuma… Sólo Eso.

Columnista
11 julio, 2023

Grande Kajuma…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

«Qué belleza guardan aquellos que no encuentran su lugar entre tanta gente; no es soledad, es un privilegio no encajar». Alejandra Pizarnik


«Qué belleza guardan aquellos que no encuentran su lugar entre tanta gente; no es soledad, es un privilegio no encajar». Alejandra Pizarnik

Murió el maestro Kajuma, Carlos Julio Márquez, su nombre de pila, y fue despedido como él quería, entre cantos, poemas, cuentos, jolgorio y los amigos alrededor de su ataúd, refiriendo anécdotas y recordando sus principales características.  

Llegué a eso de las 9.40 de la mañana al recinto de la casa de la cultura, la información dada la noche anterior era que su cuerpo estaría en cámara ardiente, como se dice coloquialmente en estos casos, cuando el cuerpo es llevado a un sitio de características especiales para rendirle tributo y exaltar lo que fue en vida.

Caras conocidas algunas, saludé y me dirigí hasta el ataúd y allí vi a Kajuma, tal cual como era, vestido de negro y con sus impecables ‘Ray-Ban’ era de coquetería fina y así viajó a la eternidad.

Dialogué con varios amigos, el ataúd estaba adornado con sendos ramos de flores, parco en su color que desde luego contrastaba con sus obras coloridas que adornaban el recinto, colocadas de manera estratégica, montadas en bastidor; otras recostadas sobre la pared alrededor del lugar. 

Faltaba algo, no podía ser normal, que todos estuviésemos ensimismados, cada uno en su dolor y pegados de manera general al celular.

Hasta que llegó Baldot, su alumno, el boxeador pintor, con una caja de música y en sus manos, coloridos recipientes con los cuales le dieron un cambio total al contexto. Su última obra la pintaron sus amigos.

Los colores comenzaron a caer y a darle gracias a la muerte; así pasó de gris, a un matiz vistoso; tal cual cómo vivió Kajuma.

Bracho recordó que, vecino a su casa, Kajuma se deleitaba pintando, escuchando la canción ‘Al oscuro metí la mano, al oscuro metí los pies, al oscuro hice mil líos, al oscuro los desaté’

Luego llegó Darío Leguizamón, muy cercano a los afectos del maestro, a ‘Mamar Gallo’ y nos hizo un recorrido por una serie de anécdotas que antecedieron al contenido de un libro ilustrado con pinturas del maestro Kajuma y que quedaron para la posteridad con esas célebres frases que en la jerga del costeño son de fácil recordación.

Y para no dejar pasar la ocasión y deleitar al maestro, quisimos compartir unos poemas, en décimas, que escribí en ese escenario y que desde luego quedarán para la historia que se empieza a escribir sobre un personaje mágico, de características especiales.

“En duda está la verdad, entre la vida y la muerte, hoy este cuerpo inerte, transita en sinceridad. 

Algazara… hilaridad, hasta el confín de la tierra, su grandeza hoy se aferra, al festival del talento, y con mucho sentimiento, solo su cuerpo se entierra.

Elogios muy merecidos, pintando están su partida, y en la infame despedida, del corazón son nacidos.

Los que hoy quedamos vivos, sentimos pronto su ocaso, poco tiempo por si acaso, y eterno fuera Kajuma, al disiparse la bruma, ya todos vamos de paso.

La muerte es una estación, de la vida la premura, esto digo con altura, sin lugar a pretensión.

Pues resulta la ocasión, entre colores de amor, darle un adiós al pintor, al hombre reconocido, con grandeza lo vivido, buen artista, buen señor” Grande Kajuma… Sólo Eso.