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Columnista - 21 abril, 2015

Gozar y no sufrir la lectura

Esta semana de celebraciones en torno al 23 de abril, día del idioma, abundarán los homenajes a Gabriel García Márquez, nuestro gran escritor universalmente caribeño, quien supo interpretar el alma colombiana en cada uno de sus textos. En sus cuentos, crónicas, guiones de cine, ensayos y novelas asistimos a la más clara muestra de una […]

Esta semana de celebraciones en torno al 23 de abril, día del idioma, abundarán los homenajes a Gabriel García Márquez, nuestro gran escritor universalmente caribeño, quien supo interpretar el alma colombiana en cada uno de sus textos. En sus cuentos, crónicas, guiones de cine, ensayos y novelas asistimos a la más clara muestra de una escritura poética que reelaboró nuestra cotidiana manera de decir las cosas, llevándolas a su máximo esplendor estético desde el lenguaje del encantamiento, la alegría y la nostalgia.

La partida de Gabo hace un año, nos pone a preguntarnos qué tan difundida está su obra entre las nuevas generaciones que cada día se alejan de la lectura. Pese a que en las aulas de clase se asumió el reto de aumentar el nivel de lecturabilidad, equivocadamente se asumió una estrategia impositiva que ha terminado por desencantar a nuestros estudiantes quienes hoy ven en el leer una actividad tediosa, aburridora y poco útil, debido a la forma como muchos maestros la enfocan.

Hace unas semanas me llamó una joven para pedirme que le ayudara a sacar el tiempo, el espacio y los personajes de un cuento de Edgar Alan Poe, que por supuesto ella no hubiera leído, porque no le parecía importante. Su maestra solo se lo asignó sin hacer ningún tipo de reseña o presentación que acercara a la estudiante al texto. No pude ayudarla porque pensé que mi solidaridad pondría en riesgo la aventura de descubrir las bondades de la narración, entonces procedí a hablarle de él buscando motivarla para abordar el cuento.

Le mostré algunos aspectos interesantes del relato y se comprometió a leerlo. A lo que sí me negué rotundamente fue a ayudarla en su tarea de hacer estadística de la literatura sacando los personajes, tiempo y espacio que no pasan de ser una anticuada forma de inventariar el contenido de los textos literarios, si éstas no se usan para decodificar el mensaje que el autor construyó a partir de su modo particular de interpretar el mundo.

Otro estudiante me pidió que le ayudara a identificar las metáforas, las hipérboles, los personajes principales y secundarios de Cien Años de soledad. Le pregunté si había leído la novela y me contestó rotundamente que no. Me confesó además que no la leería jamás, porque un libro lleno de todas esas cosas que el profesor dejaba para sacarlas, debía ser aburridor, por eso buscaba a alguien quien pudiera ayudarlo a resolver su problema.

Desde la aulas se está haciendo de la lectura un acto aburridor, porque no se muestra cómo los textos literarios son mundos fascinantes en los que podemos encontrar más que metáforas y símiles, porque involucran historias de vida asociadas a la cultura, historia, política y al amor entre otros temas.
Necesitamos reavivar el amor por la lectura desde las aulas de clases, pero para eso es necesario que mostremos pasión por los libros, por las buenas historias. Solo viendo nuestra motivación al hablar de ellos, nuestros estudiantes podrán despertar el interés por saber el motivo de nuestra profunda fascinación por esa historia que ponemos a leer.
@Oscararizadaza

Columnista
21 abril, 2015

Gozar y no sufrir la lectura

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

Esta semana de celebraciones en torno al 23 de abril, día del idioma, abundarán los homenajes a Gabriel García Márquez, nuestro gran escritor universalmente caribeño, quien supo interpretar el alma colombiana en cada uno de sus textos. En sus cuentos, crónicas, guiones de cine, ensayos y novelas asistimos a la más clara muestra de una […]


Esta semana de celebraciones en torno al 23 de abril, día del idioma, abundarán los homenajes a Gabriel García Márquez, nuestro gran escritor universalmente caribeño, quien supo interpretar el alma colombiana en cada uno de sus textos. En sus cuentos, crónicas, guiones de cine, ensayos y novelas asistimos a la más clara muestra de una escritura poética que reelaboró nuestra cotidiana manera de decir las cosas, llevándolas a su máximo esplendor estético desde el lenguaje del encantamiento, la alegría y la nostalgia.

La partida de Gabo hace un año, nos pone a preguntarnos qué tan difundida está su obra entre las nuevas generaciones que cada día se alejan de la lectura. Pese a que en las aulas de clase se asumió el reto de aumentar el nivel de lecturabilidad, equivocadamente se asumió una estrategia impositiva que ha terminado por desencantar a nuestros estudiantes quienes hoy ven en el leer una actividad tediosa, aburridora y poco útil, debido a la forma como muchos maestros la enfocan.

Hace unas semanas me llamó una joven para pedirme que le ayudara a sacar el tiempo, el espacio y los personajes de un cuento de Edgar Alan Poe, que por supuesto ella no hubiera leído, porque no le parecía importante. Su maestra solo se lo asignó sin hacer ningún tipo de reseña o presentación que acercara a la estudiante al texto. No pude ayudarla porque pensé que mi solidaridad pondría en riesgo la aventura de descubrir las bondades de la narración, entonces procedí a hablarle de él buscando motivarla para abordar el cuento.

Le mostré algunos aspectos interesantes del relato y se comprometió a leerlo. A lo que sí me negué rotundamente fue a ayudarla en su tarea de hacer estadística de la literatura sacando los personajes, tiempo y espacio que no pasan de ser una anticuada forma de inventariar el contenido de los textos literarios, si éstas no se usan para decodificar el mensaje que el autor construyó a partir de su modo particular de interpretar el mundo.

Otro estudiante me pidió que le ayudara a identificar las metáforas, las hipérboles, los personajes principales y secundarios de Cien Años de soledad. Le pregunté si había leído la novela y me contestó rotundamente que no. Me confesó además que no la leería jamás, porque un libro lleno de todas esas cosas que el profesor dejaba para sacarlas, debía ser aburridor, por eso buscaba a alguien quien pudiera ayudarlo a resolver su problema.

Desde la aulas se está haciendo de la lectura un acto aburridor, porque no se muestra cómo los textos literarios son mundos fascinantes en los que podemos encontrar más que metáforas y símiles, porque involucran historias de vida asociadas a la cultura, historia, política y al amor entre otros temas.
Necesitamos reavivar el amor por la lectura desde las aulas de clases, pero para eso es necesario que mostremos pasión por los libros, por las buenas historias. Solo viendo nuestra motivación al hablar de ellos, nuestros estudiantes podrán despertar el interés por saber el motivo de nuestra profunda fascinación por esa historia que ponemos a leer.
@Oscararizadaza