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Columnista - 24 febrero, 2019

Gloria al bravo pueblo

A la 1:30 de la tarde de hoy sábado 23 de febrero, día de la entrega de la ayuda humanitaria a Venezuela, un miembro de la guardia nacional abandonó las filas del ejército que reprimía a los propios venezolanos y se pasó de este lado de la frontera, la colombiana, donde estaban sus hermanos que […]

A la 1:30 de la tarde de hoy sábado 23 de febrero, día de la entrega de la ayuda humanitaria a Venezuela, un miembro de la guardia nacional abandonó las filas del ejército que reprimía a los propios venezolanos y se pasó de este lado de la frontera, la colombiana, donde estaban sus hermanos que lo escoltaron entre aplausos para que fuera a presentársele a Juan Guaidó. Un hombre, como los cuchilleros de Borges, reconoció su destino y su voluntad y cambió de bando. Luego a las 2:15 iban 19 y a las 3:05 en que empiezo a escribir esta columna reportaron un total de 23. Ayer cantaban los venezolanos, no importa de qué lado, hoy el asunto vuelve a ser el llanto inacabado en que ha vivido el vecino país desde hace ya varios años bajo el régimen de la llamada Revolución Bolivariana.

Hay que reconocer la valentía de Guaidó. Cuando llegó el viernes al concierto, salido de no se sabe se abrió en el cielo de la frontera una enorme luz de esperanza activa, no ya la de los sueños de las canciones, sino la de la decisión de presionar hasta las consecuencias que vemos en este momento, para la caída de Nicolás Maduro y el restablecimiento de una democracia que ya encontrará las maneras de ser mejor y más justa, porque el pueblo venezolano no ha llegado a las circunstancias actuales precisamente por haber sido gobernado antes de Chávez por una clase política ejemplar. No podrán repetir la historia de quitar a unos para poner a otros y para regresar a lo mismo, seguro no será ese su destino, algo ha cambiado ya sustancialmente.

Venezuela le grita a la Revolución que ya no quiere más Revolución ¿En dónde la Revolución triunfa si el pueblo que le da vida termina en el éxodo, hambriento, mendigo, lleno de miedo y separado entre los que se aman? ¿En dónde el bien común si no se puede pensar en nada distinto a conseguir la comida y los medicamentos que niega la cúpula de esa Revolución? ¿ En dónde una Revolución para el pueblo, si el pueblo grita que no quiere ya más de lo mismo? Esto lo podemos situar en otro escenario: el de la extrema derecha si se quiere, si se tratara de algún país fascista cuyo pueblo ya no quiere lo mismo para ver al final solo hombres, mujeres, ancianos y niños desolados, sin saber ya cómo más estar en el mundo ni si tienen cabida en él dignamente. Acaso solo si sobrepasamos las ideologías, cualquiera, podemos recuperar la libertad.

No se trata ya de romper todo tipo de relaciones con Colombia, señor Nicolás Maduro, ni de sus bravuconerías y ridiculeces. Se trata de que usted no le dio la talla al pueblo venezolano y lo redujo a la miseria, lo cual lo convierte en un miserable que debe abandonar la escena.

Columnista
24 febrero, 2019

Gloria al bravo pueblo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
María Angélica Pumarejo

A la 1:30 de la tarde de hoy sábado 23 de febrero, día de la entrega de la ayuda humanitaria a Venezuela, un miembro de la guardia nacional abandonó las filas del ejército que reprimía a los propios venezolanos y se pasó de este lado de la frontera, la colombiana, donde estaban sus hermanos que […]


A la 1:30 de la tarde de hoy sábado 23 de febrero, día de la entrega de la ayuda humanitaria a Venezuela, un miembro de la guardia nacional abandonó las filas del ejército que reprimía a los propios venezolanos y se pasó de este lado de la frontera, la colombiana, donde estaban sus hermanos que lo escoltaron entre aplausos para que fuera a presentársele a Juan Guaidó. Un hombre, como los cuchilleros de Borges, reconoció su destino y su voluntad y cambió de bando. Luego a las 2:15 iban 19 y a las 3:05 en que empiezo a escribir esta columna reportaron un total de 23. Ayer cantaban los venezolanos, no importa de qué lado, hoy el asunto vuelve a ser el llanto inacabado en que ha vivido el vecino país desde hace ya varios años bajo el régimen de la llamada Revolución Bolivariana.

Hay que reconocer la valentía de Guaidó. Cuando llegó el viernes al concierto, salido de no se sabe se abrió en el cielo de la frontera una enorme luz de esperanza activa, no ya la de los sueños de las canciones, sino la de la decisión de presionar hasta las consecuencias que vemos en este momento, para la caída de Nicolás Maduro y el restablecimiento de una democracia que ya encontrará las maneras de ser mejor y más justa, porque el pueblo venezolano no ha llegado a las circunstancias actuales precisamente por haber sido gobernado antes de Chávez por una clase política ejemplar. No podrán repetir la historia de quitar a unos para poner a otros y para regresar a lo mismo, seguro no será ese su destino, algo ha cambiado ya sustancialmente.

Venezuela le grita a la Revolución que ya no quiere más Revolución ¿En dónde la Revolución triunfa si el pueblo que le da vida termina en el éxodo, hambriento, mendigo, lleno de miedo y separado entre los que se aman? ¿En dónde el bien común si no se puede pensar en nada distinto a conseguir la comida y los medicamentos que niega la cúpula de esa Revolución? ¿ En dónde una Revolución para el pueblo, si el pueblo grita que no quiere ya más de lo mismo? Esto lo podemos situar en otro escenario: el de la extrema derecha si se quiere, si se tratara de algún país fascista cuyo pueblo ya no quiere lo mismo para ver al final solo hombres, mujeres, ancianos y niños desolados, sin saber ya cómo más estar en el mundo ni si tienen cabida en él dignamente. Acaso solo si sobrepasamos las ideologías, cualquiera, podemos recuperar la libertad.

No se trata ya de romper todo tipo de relaciones con Colombia, señor Nicolás Maduro, ni de sus bravuconerías y ridiculeces. Se trata de que usted no le dio la talla al pueblo venezolano y lo redujo a la miseria, lo cual lo convierte en un miserable que debe abandonar la escena.