Ataviado con sombrero de paja, jeans y camisa blanca, instalado en un asiento, aparece un denominado “año viejo”en la carrera 14 del barrio 12 de Octubre de Valledupar. Este fue elaborado con esmero y dedicación por Herminia Flórez, quien todos los años acostumbra seguir una tradición heredada de sus abuelos.
“Junto con mis hijos lo rellenamos de papel, retazos de tela y pólvora. Lo más emocionante es cuando llega la media noche del 31 de diciembre y lo encendemos. Previamente cada uno de los integrantes de la familia le coloca al interior de su vestimenta papeles donde escriben esos hechos negativos que quieren dejar atrás”, comentó la mujer de 55 años, quien se muestra orgullosa de su obra, la cual es curioseada por grandes y chicos que pasan por el lugar.
Así como ella muchas personas en la ciudad, el resto del país y en muchos lugares del mundo suelen construir un año viejo que es incinerado, pretendiendo alejar con él todas las penas, fracasos y sufrimientos del año que termina. Aunque anteriormente eran más frecuentes verlos por las calles, terrazas y parques, la tradición con algo de timidez aún se conserva.
“La práctica de quemar los años viejos es muy antigua. Al parecer llegó al continente suramericano desde Europa, junto con la venida de los conquistadores y empezó a adaptarse en algunos países de América Latina.Ciertas fuentes establecen que esta práctica fue desarrollada por católicos españoles que entre los años 700 y 1400, durante la colonización de la Península Ibérica a manos de los árabes, elaboraban monigotes para festejar el día de San José el 19 de marzo en Valencia”, rememoró el historiador Thomas Darío Gutiérrez Hinojosa.
Significado
El ritual, según Gutiérrez Hinojosa, hace parte de las celebraciones de fin de año o Nochevieja, donde los muñecos pueden representar los acontecimientos o personajes más significativos, sobre todo negativos, del año transcurrido, y su incineración es un ritual de purificación para alejar la mala suerte y de transición puesto que también se celebra la llegada del nuevo año.
En muchos lugares, después de la quema, se lee un “testamento”, en el cual el “difunto” con lenguaje irónico o satírico hace recuento de los sucesos y da recomendaciones a sus protagonistas.
Para el seminarista Carlos Daza, como ritual de fuego representa la supresión de lo pasado para permitir una regeneración del tiempo y de las energías, indicando que la quema de un muñeco es común en muchas culturas y aun con transposición de fechas y de épocas tiene similares significados.
Costumbre en Colombia
-En el sur, como Nariño y Putumayo, usualmente cada familia coloca un muñeco relleno de aserrín o papel en la parte exterior de la casa, lo sientan en una silla junto a una mesa donde hay una botella de licor. A veces los barrios se organizan y forman una escena más compleja que se exhibe sobre una tarima. Hay concursos de años viejos en las principales ciudades. Estas escenas suelen representar acontecimientos políticos, nacionales o internacionales, con humor, sarcasmo o cinismo.
-En los departamentos de Cauca, Huila y Tolima al muñeco se le llama Taitapuro, que es una deidad indígena.
-En la región nororiental andina colombiana y específicamente en el departamento de Santander se les denomina carranchos o carrancios.
-En los departamentos de la Costa Caribe como Atlántico, Bolívar, Magdalena, La Guajira, Córdoba y Sucre también acostumbran la quema del año viejo. Precisamente un compositor colombiano nacido en el departamento de Bolívar, Crescencio Salcedo es el autor de la canción ‘El año viejo’ popularizada en la voz del mexicano Tony Camargo y que es casi un himno de Nochevieja en Latinoamérica.
Por Annelise Barriga Ramírez
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