La motivación de García Márquez por sumergirse en los orígenes del canto vallenato se afianza en la amistad con Rafael Escalona (1927- 2009).
El mundo literario conmemora los 10 años de la muerte del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez (1927- 2014), y disfruta de la lectura de la edición de su última novela ‘En agosto nos vemos’. Las provincias de Valledupar y La Guajira, amantes de la literatura y el canto vallenato, también le rinden homenaje por ser uno de los estudiosos y difusores de este género musical.
En esta reflexión de García Márquez resalta su conocimiento y afinidad con el género vallenato: «Mis influencias, sobre todo en Colombia, son extraliterarias. Creo que más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos. Te estoy hablando de hace muchos años, cuando el vallenato apenas era conocido en un rincón del Magdalena. Me llamaba la atención la forma como ellos contaban, como se relataba un hecho, una historia, con mucha naturalidad. Esos vallenatos narraban como mi abuela».
La motivación de García Márquez por sumergirse en los orígenes del canto vallenato se afianza en la amistad con Rafael Escalona (1927- 2009). La historia se inicia en 1948, cuando García Márquez era redactor de El Universal de Cartagena y su director Clemente Manuel Zabala escribe sobre las canciones de Abel Antonio Villa y Rafael Escalona, que ya se escuchaban en las grabaciones de Guillermo Buitrago. Las canciones de Escalona enamoraron desde el primer momento al joven redactor, quien en diciembre de 1949 llega por primera vez a la provincia vallenata, específicamente a la población de La Paz. Llega invitado por el escritor y médico, Manuel Zapata Olivella (1920- 2004), quien vivió en ese pueblo entre los años de 1949 y 1952. Los dos habían compartido meses antes el oficio periodístico en el diario cartagenero.
En una parranda, ofrecida por Zapata Olivella, García Márquez refrenda su admiración por las canciones de Escalona, quien no estuvo en la velada; pero tres meses después se conocen en Barranquilla, y en aquel encuentro nació para siempre una entrañable amistad entre el compositor y el escritor. Consuelo Araujo Noguera en su libro ‘Rafael Escalona: el hombre y el mito’ (1998), describe el encuentro (24 de marzo de 1950): “Rafael llamó por teléfono al joven redactor del periódico El Heraldo y le dijo que estaba en Barranquilla, en el Café Roma y quería saludarlo por recomendación de Manuel Zapata Olivella. En el Café fue el encuentro, García Márquez llegó feliz cantando ‘El hambre del Liceo’. La tertulia fue tan extensa y familiar, que resultaron siendo parientes”.
Días después, García Márquez viene a Valledupar y se aloja en la casa de los padres de Rafael, Clemente Escalona y Margarita Martínez. Las visitas fueron frecuentes: el pretexto, promocionar la ventas de libros, pero en realidad venía a consolidar la amistad con el compositor Rafael Escalona y viajar juntos por la ruta de los pueblos de sus ancestros maternos para sentir las revelaciones de cuentos, mitos y leyendas.
Por José Atuesta Mindiola
La motivación de García Márquez por sumergirse en los orígenes del canto vallenato se afianza en la amistad con Rafael Escalona (1927- 2009).
El mundo literario conmemora los 10 años de la muerte del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez (1927- 2014), y disfruta de la lectura de la edición de su última novela ‘En agosto nos vemos’. Las provincias de Valledupar y La Guajira, amantes de la literatura y el canto vallenato, también le rinden homenaje por ser uno de los estudiosos y difusores de este género musical.
En esta reflexión de García Márquez resalta su conocimiento y afinidad con el género vallenato: «Mis influencias, sobre todo en Colombia, son extraliterarias. Creo que más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos. Te estoy hablando de hace muchos años, cuando el vallenato apenas era conocido en un rincón del Magdalena. Me llamaba la atención la forma como ellos contaban, como se relataba un hecho, una historia, con mucha naturalidad. Esos vallenatos narraban como mi abuela».
La motivación de García Márquez por sumergirse en los orígenes del canto vallenato se afianza en la amistad con Rafael Escalona (1927- 2009). La historia se inicia en 1948, cuando García Márquez era redactor de El Universal de Cartagena y su director Clemente Manuel Zabala escribe sobre las canciones de Abel Antonio Villa y Rafael Escalona, que ya se escuchaban en las grabaciones de Guillermo Buitrago. Las canciones de Escalona enamoraron desde el primer momento al joven redactor, quien en diciembre de 1949 llega por primera vez a la provincia vallenata, específicamente a la población de La Paz. Llega invitado por el escritor y médico, Manuel Zapata Olivella (1920- 2004), quien vivió en ese pueblo entre los años de 1949 y 1952. Los dos habían compartido meses antes el oficio periodístico en el diario cartagenero.
En una parranda, ofrecida por Zapata Olivella, García Márquez refrenda su admiración por las canciones de Escalona, quien no estuvo en la velada; pero tres meses después se conocen en Barranquilla, y en aquel encuentro nació para siempre una entrañable amistad entre el compositor y el escritor. Consuelo Araujo Noguera en su libro ‘Rafael Escalona: el hombre y el mito’ (1998), describe el encuentro (24 de marzo de 1950): “Rafael llamó por teléfono al joven redactor del periódico El Heraldo y le dijo que estaba en Barranquilla, en el Café Roma y quería saludarlo por recomendación de Manuel Zapata Olivella. En el Café fue el encuentro, García Márquez llegó feliz cantando ‘El hambre del Liceo’. La tertulia fue tan extensa y familiar, que resultaron siendo parientes”.
Días después, García Márquez viene a Valledupar y se aloja en la casa de los padres de Rafael, Clemente Escalona y Margarita Martínez. Las visitas fueron frecuentes: el pretexto, promocionar la ventas de libros, pero en realidad venía a consolidar la amistad con el compositor Rafael Escalona y viajar juntos por la ruta de los pueblos de sus ancestros maternos para sentir las revelaciones de cuentos, mitos y leyendas.
Por José Atuesta Mindiola