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Columnista - 22 agosto, 2019

Galán murió en vano

No soy politólogo ni sociólogo para hacer un análisis sobre la trayectoria política de Galán pero busco la lógica de las cosas; sé que sufriré reproches de quiénes lo han sacralizado. Galán tenía una inteligencia pre clara y un carisma abrazador, que con su estilo de presentar sus ideas las hacía ver novedosas sin salirse […]

No soy politólogo ni sociólogo para hacer un análisis sobre la trayectoria política de Galán pero busco la lógica de las cosas; sé que sufriré reproches de quiénes lo han sacralizado. Galán tenía una inteligencia pre clara y un carisma abrazador, que con su estilo de presentar sus ideas las hacía ver novedosas sin salirse de los lugares comunes de la política tradicional; su juventud impactaba.

Habló de la descentralización e integración latinoamericana, de la corrupción y el clientelismo, de la transparencia, la justicia social y la libertad; de la reconciliación y del desarrollo económico y social; de la modernización de las instituciones y tenía claro que la educación era la base de los cambios sociopolíticos. Pero Galán nunca planteó un nuevo modelo económico, fue un liberal ético que ni siquiera bebió en las canteras de López Pumarejo.

Su posición frente a la minería que se iniciaba, versó sobre la naturaleza leonina del contrato de la Nación con el Cerrejón, pero no sobre las consecuencias que esta actividad tendría sobre la economía y el medio ambiente. Tampoco lo hizo sobre la estructura feudal del país, ecuación sine qua non al hablar de Colombia. Galán no murió por sus tesis contra el Establecimiento como le pasó a otros candidatos presidenciales, nunca fue su enemigo, a él pertenecía; murió por una mala definición del problema colombiano, centrándose en el narcotráfico así como lo han venido haciendo, por encargo, nuestros gobernantes y políticos.

A él no lo mató el Estado aunque dentro de este hubiese cómplices; sus tesis sobre la moral pública no germinaron, en cambio sí, las de sus asesinos que hoy hacen parte del Estado. El narcotráfico es una externalidad que opera transversalmente en la vida social, política y económica de Colombia pero no es el problema central, es derivado, y ningún Estado por sí solo podrá combatirlo; este fenómeno lo que ha hecho es enmascarar los verdaderos problemas, es un sofisma de distracción que ha permeado todas las capas de la sociedad sin dejar de ser externalidad.

Cuando definimos mal un problema, la formulación de las soluciones es equivocada y Galán se equivocó igual que otros anteriores y posteriores a él, que cayeron en esa trampa conceptual y el problema sigue igual; son muchas las víctimas que ha dejado este fenómeno comercial de la sociedad de consumo y las que faltan. Como diría Clinton, “el problema es la economía, estúpido”. El narcotráfico obedece a las leyes del mercado y mientras haya compradores habrá oferta; para analizarlo, la carga de la prueba recaerá sobre los principales países consumidores del mundo desarrollado.

El quid es que en este mundo, en especial los EE.UU, nos han vendido este problema como si fuera nuestro y el mayor de todos, una buena escena para Pilatos. Y la verdad, somos más víctimas que victimarios; solo hay que ver cómo nuestros bosques son deforestados y envenenadas nuestras fuentes hídricas con los precursores químicos que nos mandan aforados las narco mafias.

También ponemos los muertos y las cárceles. Bien por recordar la inmolación innecesaria de Galán, esperanza ética de Colombia, pero ahora tenemos que definir nuestro problema y formular las soluciones adecuadas. Colombia no puede seguir siendo el cementerio de los viciosos del mundo ni de los nuestros.

Columnista
22 agosto, 2019

Galán murió en vano

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

No soy politólogo ni sociólogo para hacer un análisis sobre la trayectoria política de Galán pero busco la lógica de las cosas; sé que sufriré reproches de quiénes lo han sacralizado. Galán tenía una inteligencia pre clara y un carisma abrazador, que con su estilo de presentar sus ideas las hacía ver novedosas sin salirse […]


No soy politólogo ni sociólogo para hacer un análisis sobre la trayectoria política de Galán pero busco la lógica de las cosas; sé que sufriré reproches de quiénes lo han sacralizado. Galán tenía una inteligencia pre clara y un carisma abrazador, que con su estilo de presentar sus ideas las hacía ver novedosas sin salirse de los lugares comunes de la política tradicional; su juventud impactaba.

Habló de la descentralización e integración latinoamericana, de la corrupción y el clientelismo, de la transparencia, la justicia social y la libertad; de la reconciliación y del desarrollo económico y social; de la modernización de las instituciones y tenía claro que la educación era la base de los cambios sociopolíticos. Pero Galán nunca planteó un nuevo modelo económico, fue un liberal ético que ni siquiera bebió en las canteras de López Pumarejo.

Su posición frente a la minería que se iniciaba, versó sobre la naturaleza leonina del contrato de la Nación con el Cerrejón, pero no sobre las consecuencias que esta actividad tendría sobre la economía y el medio ambiente. Tampoco lo hizo sobre la estructura feudal del país, ecuación sine qua non al hablar de Colombia. Galán no murió por sus tesis contra el Establecimiento como le pasó a otros candidatos presidenciales, nunca fue su enemigo, a él pertenecía; murió por una mala definición del problema colombiano, centrándose en el narcotráfico así como lo han venido haciendo, por encargo, nuestros gobernantes y políticos.

A él no lo mató el Estado aunque dentro de este hubiese cómplices; sus tesis sobre la moral pública no germinaron, en cambio sí, las de sus asesinos que hoy hacen parte del Estado. El narcotráfico es una externalidad que opera transversalmente en la vida social, política y económica de Colombia pero no es el problema central, es derivado, y ningún Estado por sí solo podrá combatirlo; este fenómeno lo que ha hecho es enmascarar los verdaderos problemas, es un sofisma de distracción que ha permeado todas las capas de la sociedad sin dejar de ser externalidad.

Cuando definimos mal un problema, la formulación de las soluciones es equivocada y Galán se equivocó igual que otros anteriores y posteriores a él, que cayeron en esa trampa conceptual y el problema sigue igual; son muchas las víctimas que ha dejado este fenómeno comercial de la sociedad de consumo y las que faltan. Como diría Clinton, “el problema es la economía, estúpido”. El narcotráfico obedece a las leyes del mercado y mientras haya compradores habrá oferta; para analizarlo, la carga de la prueba recaerá sobre los principales países consumidores del mundo desarrollado.

El quid es que en este mundo, en especial los EE.UU, nos han vendido este problema como si fuera nuestro y el mayor de todos, una buena escena para Pilatos. Y la verdad, somos más víctimas que victimarios; solo hay que ver cómo nuestros bosques son deforestados y envenenadas nuestras fuentes hídricas con los precursores químicos que nos mandan aforados las narco mafias.

También ponemos los muertos y las cárceles. Bien por recordar la inmolación innecesaria de Galán, esperanza ética de Colombia, pero ahora tenemos que definir nuestro problema y formular las soluciones adecuadas. Colombia no puede seguir siendo el cementerio de los viciosos del mundo ni de los nuestros.