El nobel Gabriel García Márquez dio en el clavo, según cuenta Julio Rojas Buendía, a la sazón rey del Festival Vallenato en 1983, año en que Gabito ofició como jurado. Finalizado el evento, Márquez llamó a Rojas desde su residencia en Méjico y le comentó las razones por la cual se habían inclinado a su […]
El nobel Gabriel García Márquez dio en el clavo, según cuenta Julio Rojas Buendía, a la sazón rey del Festival Vallenato en 1983, año en que Gabito ofició como jurado. Finalizado el evento, Márquez llamó a Rojas desde su residencia en Méjico y le comentó las razones por la cual se habían inclinado a su favor en la competencia festivalera: “No hallaban diferencia entre un estilo y otro, todos los acordeoneros se oían igual, según Gabo, “Julio marcó la diferencia”.
Eso es lo que viene ocurriendo desde que la figura del juglar terminó su ciclo por sustracción de materia en el Festival Vallenato. Antes sí habían 20 acordeoneros eran 20 estilos en la ejecución del acordeón, todos tenían su impronta, eran originales en su interpretación, canto y composición.
Hoy se inscriben al Festival Vallenato 90 o más acordeoneros profesionales, la mayoría se oyen igual, la diferencia entre uno y otro lo marca la velocidad que le imprimen el digitar del fuelle, se olvidaron de la melodía, dizque esta figura es para las casetas, así lo sentenció el jurado que descalificó a Juan Rois.
Todos ejecutan el acordeón como ‘El Pollo Vallenato’, Luis E Martínez, sin tener la prestancia y categoría de este gladiador musical, tras meses de ensayos para competir en el Valle, se saben el papel de memoria, quedan mecanizados, robotizados, no hay lugar a la inventiva, mucho menos a la creatividad, son tan protuberantes que ganan con canciones y arreglos musicales de los históricos.
Las generaciones posteriores los recordarán por haber sido reyes vallenatos, más no por dejarles una o más canciones de su autoría o interpretación, las emisoras de radio se ven en calzas prietas al no contar con material fonográfico del nuevo monarca, para hacerle una reseña de su historial al finalizar su año de reinado, se pierden en la manigua del olvido porque otro rey ocupará su lugar.
Si por el lado de los acordeoneros llueve, por el de los compositores no escampa. El concurso de canción inédita se ha vuelto monotemático, facilista, parece que se hubieran agotado los temas, que la musa se hubiera secado, los compositores esperan el homenajeado para, a partir de esa base, hacer la canción con la cual participarán, es como especie de un pie forzado o canto por encargo, ¿y si no hubiera homenajeado, como ocurría antes, se acabaría la inspiración para participar?
La composición fresca espontanea se acabó, no se debe esperar la proximidad del Festival para hacer una o varias canciones, el o los homenajeados tienen todos los merecimientos para hacerles, no una, sino varias, pero no hay derecho que el ciento por ciento, con algunas poquísimas excepciones, vayan en esa dirección, dando la impresión de agotamiento.
Devolvámosle la picaresca, el sentimiento, el romanticismo, la protesta, el sentido parrandero o de cualquier índole, al concurso de la canción inédita, que de este escenario vuelvan a brotar crónicas musicales de carácter universal, para que vuelvan a ser grabados y tengan trascendencia en el mundo. Arriba mi folclor.
El nobel Gabriel García Márquez dio en el clavo, según cuenta Julio Rojas Buendía, a la sazón rey del Festival Vallenato en 1983, año en que Gabito ofició como jurado. Finalizado el evento, Márquez llamó a Rojas desde su residencia en Méjico y le comentó las razones por la cual se habían inclinado a su […]
El nobel Gabriel García Márquez dio en el clavo, según cuenta Julio Rojas Buendía, a la sazón rey del Festival Vallenato en 1983, año en que Gabito ofició como jurado. Finalizado el evento, Márquez llamó a Rojas desde su residencia en Méjico y le comentó las razones por la cual se habían inclinado a su favor en la competencia festivalera: “No hallaban diferencia entre un estilo y otro, todos los acordeoneros se oían igual, según Gabo, “Julio marcó la diferencia”.
Eso es lo que viene ocurriendo desde que la figura del juglar terminó su ciclo por sustracción de materia en el Festival Vallenato. Antes sí habían 20 acordeoneros eran 20 estilos en la ejecución del acordeón, todos tenían su impronta, eran originales en su interpretación, canto y composición.
Hoy se inscriben al Festival Vallenato 90 o más acordeoneros profesionales, la mayoría se oyen igual, la diferencia entre uno y otro lo marca la velocidad que le imprimen el digitar del fuelle, se olvidaron de la melodía, dizque esta figura es para las casetas, así lo sentenció el jurado que descalificó a Juan Rois.
Todos ejecutan el acordeón como ‘El Pollo Vallenato’, Luis E Martínez, sin tener la prestancia y categoría de este gladiador musical, tras meses de ensayos para competir en el Valle, se saben el papel de memoria, quedan mecanizados, robotizados, no hay lugar a la inventiva, mucho menos a la creatividad, son tan protuberantes que ganan con canciones y arreglos musicales de los históricos.
Las generaciones posteriores los recordarán por haber sido reyes vallenatos, más no por dejarles una o más canciones de su autoría o interpretación, las emisoras de radio se ven en calzas prietas al no contar con material fonográfico del nuevo monarca, para hacerle una reseña de su historial al finalizar su año de reinado, se pierden en la manigua del olvido porque otro rey ocupará su lugar.
Si por el lado de los acordeoneros llueve, por el de los compositores no escampa. El concurso de canción inédita se ha vuelto monotemático, facilista, parece que se hubieran agotado los temas, que la musa se hubiera secado, los compositores esperan el homenajeado para, a partir de esa base, hacer la canción con la cual participarán, es como especie de un pie forzado o canto por encargo, ¿y si no hubiera homenajeado, como ocurría antes, se acabaría la inspiración para participar?
La composición fresca espontanea se acabó, no se debe esperar la proximidad del Festival para hacer una o varias canciones, el o los homenajeados tienen todos los merecimientos para hacerles, no una, sino varias, pero no hay derecho que el ciento por ciento, con algunas poquísimas excepciones, vayan en esa dirección, dando la impresión de agotamiento.
Devolvámosle la picaresca, el sentimiento, el romanticismo, la protesta, el sentido parrandero o de cualquier índole, al concurso de la canción inédita, que de este escenario vuelvan a brotar crónicas musicales de carácter universal, para que vuelvan a ser grabados y tengan trascendencia en el mundo. Arriba mi folclor.