La situación en que estamos viviendo debe permitirnos cambiar, de lo contrario tendremos que evocar aquella frase que sabiamente expresa: “Sólo los imbéciles no cambian cuando las circunstancias cambian”. No hay que adorar la vida cuando se le pierde miedo a la muerte, en tal sentido, debemos cuidarnos de la covid-19 para poder vivir, para […]
La situación en que estamos viviendo debe permitirnos cambiar, de lo contrario tendremos que evocar aquella frase que sabiamente expresa: “Sólo los imbéciles no cambian cuando las circunstancias cambian”.
No hay que adorar la vida cuando se le pierde miedo a la muerte, en tal sentido, debemos cuidarnos de la covid-19 para poder vivir, para ello, tenemos que actuar con la razón y sin querer posar como profeta de desgracias, hay que respetar el monstruo que nos asedia.
La anterior introducción radica en que pertenecemos a una generación a la cual le toca vivir en este planeta en el momento en que atraviesa una fuerte crisis ecológica.
Si bien es cierto que en el planeta Tierra ha vivido mucha gente, en cada época se ha comportado de una manera diferente. Últimamente en el siglo XXI parece que se hubiera aferrado a la idea de destruir a la raza humana y al planeta. Pero también es cierto que es factor común a muchas de las últimas generaciones la indolencia a veces por la ignorancia supina o crasa con que tratamos al medio que nos rodea. Los orígenes de esta indolencia se remontan hasta los orígenes culturales de nuestra sociedad occidental.
Ello quiere decir que aunque la culpa no es de la generación a la cual pertenecemos, sí recae sobre nosotros la responsabilidad en cuanto a la supervivencia de la especie humana. Podríamos con simpleza reducir esta indolencia a la creencia de que el planeta es un corredor que conduce a otro planeta y que, por lo tanto, todos nuestros residuos y basuras, evacuados por dicho corredor irían a parar allá. Desafortunadamente, así no es: Todos nuestros residuos y basuras se quedan con nosotros, porque el planeta no es un corredor, sino una esfera, con atracción hacia su centro y dentro de ella se dan los ciclos de todo lo vivo y no vivo en la Tierra.
Ciclos que se irán alternando a medida que nuestros residuos y basuras aumentan hasta cuando se rompan totalmente, obstaculizando las condiciones que hoy nos permiten una vida con ciertos inconvenientes, pero más o menos agradable.
Hay que decir también, que cuando el hombre a partir de la evolución de los primates adquiere una especial capacidad mental desarrolla mecanismos de equilibrio. Cuando comienza a fabricarse cosas y casas, va olvidando este conocimiento heredado de comportamientos con respecto a la naturaleza, va concentrando sus viviendas en sitios determinados, y cada vez más la producción de basuras y residuos es tan alta que ya la naturaleza no alcanza a eliminarlas y su acumulación es cada vez mayor, causando problemas al mismo hombre.
Podemos pensar en una casa en donde no se boten las basuras, sino que se vayan almacenando en los rincones, llegará un momento en donde la sanidad de la casa hará imposible que allí vivan humanos. Todo lo estamos contando, porque sin que nosotros lo hayamos decidido pertenecemos a la generación a la que le toca vivir en plena época de crisis ecológica y si no cambiamos, los problemas ambientales seguirán siendo muy graves y es muy probable que de la actitud de esta generación se desprenda el futuro de la humanidad para lo cual no cabe otra cosa que cada uno de nosotros convertirnos en líderes ecológicos para salvar el planeta.
La situación en que estamos viviendo debe permitirnos cambiar, de lo contrario tendremos que evocar aquella frase que sabiamente expresa: “Sólo los imbéciles no cambian cuando las circunstancias cambian”. No hay que adorar la vida cuando se le pierde miedo a la muerte, en tal sentido, debemos cuidarnos de la covid-19 para poder vivir, para […]
La situación en que estamos viviendo debe permitirnos cambiar, de lo contrario tendremos que evocar aquella frase que sabiamente expresa: “Sólo los imbéciles no cambian cuando las circunstancias cambian”.
No hay que adorar la vida cuando se le pierde miedo a la muerte, en tal sentido, debemos cuidarnos de la covid-19 para poder vivir, para ello, tenemos que actuar con la razón y sin querer posar como profeta de desgracias, hay que respetar el monstruo que nos asedia.
La anterior introducción radica en que pertenecemos a una generación a la cual le toca vivir en este planeta en el momento en que atraviesa una fuerte crisis ecológica.
Si bien es cierto que en el planeta Tierra ha vivido mucha gente, en cada época se ha comportado de una manera diferente. Últimamente en el siglo XXI parece que se hubiera aferrado a la idea de destruir a la raza humana y al planeta. Pero también es cierto que es factor común a muchas de las últimas generaciones la indolencia a veces por la ignorancia supina o crasa con que tratamos al medio que nos rodea. Los orígenes de esta indolencia se remontan hasta los orígenes culturales de nuestra sociedad occidental.
Ello quiere decir que aunque la culpa no es de la generación a la cual pertenecemos, sí recae sobre nosotros la responsabilidad en cuanto a la supervivencia de la especie humana. Podríamos con simpleza reducir esta indolencia a la creencia de que el planeta es un corredor que conduce a otro planeta y que, por lo tanto, todos nuestros residuos y basuras, evacuados por dicho corredor irían a parar allá. Desafortunadamente, así no es: Todos nuestros residuos y basuras se quedan con nosotros, porque el planeta no es un corredor, sino una esfera, con atracción hacia su centro y dentro de ella se dan los ciclos de todo lo vivo y no vivo en la Tierra.
Ciclos que se irán alternando a medida que nuestros residuos y basuras aumentan hasta cuando se rompan totalmente, obstaculizando las condiciones que hoy nos permiten una vida con ciertos inconvenientes, pero más o menos agradable.
Hay que decir también, que cuando el hombre a partir de la evolución de los primates adquiere una especial capacidad mental desarrolla mecanismos de equilibrio. Cuando comienza a fabricarse cosas y casas, va olvidando este conocimiento heredado de comportamientos con respecto a la naturaleza, va concentrando sus viviendas en sitios determinados, y cada vez más la producción de basuras y residuos es tan alta que ya la naturaleza no alcanza a eliminarlas y su acumulación es cada vez mayor, causando problemas al mismo hombre.
Podemos pensar en una casa en donde no se boten las basuras, sino que se vayan almacenando en los rincones, llegará un momento en donde la sanidad de la casa hará imposible que allí vivan humanos. Todo lo estamos contando, porque sin que nosotros lo hayamos decidido pertenecemos a la generación a la que le toca vivir en plena época de crisis ecológica y si no cambiamos, los problemas ambientales seguirán siendo muy graves y es muy probable que de la actitud de esta generación se desprenda el futuro de la humanidad para lo cual no cabe otra cosa que cada uno de nosotros convertirnos en líderes ecológicos para salvar el planeta.