Hablaba en mi anterior columna sobre la fractura institucional de entidades encargadas de combatir y mitigar los efectos de la covid-19, cuando se conocieron hechos en que el gobernador del Cesar, en otra clara salida en falso y haciendo mal uso de su poder, burlaba el control policivo para entrar a la ciudad, al mejor […]
Hablaba en mi anterior columna sobre la fractura institucional de entidades encargadas de combatir y mitigar los efectos de la covid-19, cuando se conocieron hechos en que el gobernador del Cesar, en otra clara salida en falso y haciendo mal uso de su poder, burlaba el control policivo para entrar a la ciudad, al mejor estilo de los cuestionados casos de: “¿usted no sabe quién soy yo?”.
Después me entero que la pendenciera actitud del mandatario al parecer obedecía al latente divorcio que se cuece entre gobernador y alcalde de Valledupar, acabando el idilio político establecido desde la campaña electoral y que, por la sumisión del burgomaestre y las relaciones familiares, se esperaba no acabaría tan rápido para beneficio de la ciudad. Verdad o mentira el tiempo lo dirá.
En todo caso, la desautorización al cuerpo policial no fue amigable con el ‘Toque de queda’ decretado por la alcaldía, los aplausos fueron cómplices de la anarquía en el retén de ‘Los cauchos’ y los retadores trinos del doctor Monsalvo terminaron de desdibujar una restricción inspirada en la falta de cultura ciudadana, porque cuando colapse nuestro débil sistema de salud, nadie se acordará del caprichoso incumplimiento a las limitaciones individuales como mecanismo preventivo o de que no solo tenemos derechos, sino también deberes, los cuales igual hacen parte del contrato social que debe hacer cumplir un estado social de derecho.
Hoy el 70% del territorio cesarense está infectado con covid 19. Por eso es cuestionable la actitud del gobernador, quien, en vez de deslucir al alcalde, mejor debió calcular el tiempo que se gastaba en regresar de su finca y así entrar a la ciudad con la debida anticipación, dando ejemplo a una ciudadanía que lo considera un ícono a imitar, pero que con estas infortunadas apariciones puede derretirse como el ídolo de barro, que al desintegrarse solo deja un manchón de tierra estéril en el sitio que dominaba.
Con el deplorable hecho regional estrenamos la semana, la cual alcanzó el clímax del despropósito con el nefasto viernes del día sin IVA, impulsado por el gobierno nacional. Definitivamente el régimen Duque se especializó en los desgates políticos de las disposiciones económicas lesivas al pueblo colombiano. Esta vez las grandes superficies y el sistema bancario fueron los beneficiarios, contrariando las restricciones que dicen salvaguardarnos del alto índice de contagio de la covid-19. Al amparo de esta cuestionable medida se promovió la banalidad sobre lo fundamental en tiempos de pandemia.
Se pensó más en los grandes capitales que en la salud del pueblo manipulable, no se tuvo en cuenta que nuestro país es el segundo del continente con mayor crecimiento del virus, con el 75,2%, tampoco que cada día seis municipios nuevos entran a los infectados, alcanzando entre todos 44’537.797 habitantes o sea el 88,4% de la población del país, hecho que según los expertos nos expone a todos a adquirir el virus; se ignoró que los casos diarios están por encima de los 3.000, así mantengamos la mortalidad en 3,23%, pero que preocupantemente la tasa de mortalidad por cada millón de habitantes pasó de 9 muertes a 39 en un poco más de un mes o sea más de 100 muertos diarios.
Esto quiere decir que el panorama no es halagador, menos si el mismo gobierno o sus funcionarios arruinan con los pies lo que hacen con las manos. Entonces lo que menos necesitamos son medidas y actitudes que vayan en contra de lo que muchos gobiernos locales vienen haciendo, con todo el esfuerzo que constituye intentar cambiar positivamente para el momento la costumbre de los pueblos. No más fuego amigo por favor. Un abrazo. –
Hablaba en mi anterior columna sobre la fractura institucional de entidades encargadas de combatir y mitigar los efectos de la covid-19, cuando se conocieron hechos en que el gobernador del Cesar, en otra clara salida en falso y haciendo mal uso de su poder, burlaba el control policivo para entrar a la ciudad, al mejor […]
Hablaba en mi anterior columna sobre la fractura institucional de entidades encargadas de combatir y mitigar los efectos de la covid-19, cuando se conocieron hechos en que el gobernador del Cesar, en otra clara salida en falso y haciendo mal uso de su poder, burlaba el control policivo para entrar a la ciudad, al mejor estilo de los cuestionados casos de: “¿usted no sabe quién soy yo?”.
Después me entero que la pendenciera actitud del mandatario al parecer obedecía al latente divorcio que se cuece entre gobernador y alcalde de Valledupar, acabando el idilio político establecido desde la campaña electoral y que, por la sumisión del burgomaestre y las relaciones familiares, se esperaba no acabaría tan rápido para beneficio de la ciudad. Verdad o mentira el tiempo lo dirá.
En todo caso, la desautorización al cuerpo policial no fue amigable con el ‘Toque de queda’ decretado por la alcaldía, los aplausos fueron cómplices de la anarquía en el retén de ‘Los cauchos’ y los retadores trinos del doctor Monsalvo terminaron de desdibujar una restricción inspirada en la falta de cultura ciudadana, porque cuando colapse nuestro débil sistema de salud, nadie se acordará del caprichoso incumplimiento a las limitaciones individuales como mecanismo preventivo o de que no solo tenemos derechos, sino también deberes, los cuales igual hacen parte del contrato social que debe hacer cumplir un estado social de derecho.
Hoy el 70% del territorio cesarense está infectado con covid 19. Por eso es cuestionable la actitud del gobernador, quien, en vez de deslucir al alcalde, mejor debió calcular el tiempo que se gastaba en regresar de su finca y así entrar a la ciudad con la debida anticipación, dando ejemplo a una ciudadanía que lo considera un ícono a imitar, pero que con estas infortunadas apariciones puede derretirse como el ídolo de barro, que al desintegrarse solo deja un manchón de tierra estéril en el sitio que dominaba.
Con el deplorable hecho regional estrenamos la semana, la cual alcanzó el clímax del despropósito con el nefasto viernes del día sin IVA, impulsado por el gobierno nacional. Definitivamente el régimen Duque se especializó en los desgates políticos de las disposiciones económicas lesivas al pueblo colombiano. Esta vez las grandes superficies y el sistema bancario fueron los beneficiarios, contrariando las restricciones que dicen salvaguardarnos del alto índice de contagio de la covid-19. Al amparo de esta cuestionable medida se promovió la banalidad sobre lo fundamental en tiempos de pandemia.
Se pensó más en los grandes capitales que en la salud del pueblo manipulable, no se tuvo en cuenta que nuestro país es el segundo del continente con mayor crecimiento del virus, con el 75,2%, tampoco que cada día seis municipios nuevos entran a los infectados, alcanzando entre todos 44’537.797 habitantes o sea el 88,4% de la población del país, hecho que según los expertos nos expone a todos a adquirir el virus; se ignoró que los casos diarios están por encima de los 3.000, así mantengamos la mortalidad en 3,23%, pero que preocupantemente la tasa de mortalidad por cada millón de habitantes pasó de 9 muertes a 39 en un poco más de un mes o sea más de 100 muertos diarios.
Esto quiere decir que el panorama no es halagador, menos si el mismo gobierno o sus funcionarios arruinan con los pies lo que hacen con las manos. Entonces lo que menos necesitamos son medidas y actitudes que vayan en contra de lo que muchos gobiernos locales vienen haciendo, con todo el esfuerzo que constituye intentar cambiar positivamente para el momento la costumbre de los pueblos. No más fuego amigo por favor. Un abrazo. –