Hoy recuerda Alfredo Gutiérrez aquel 20 de enero cuando tuvo su feliz encuentro con Chico Cervantes. ¡Nos Fuimos!
La ciudad cordial de Magangué festejaba, en décadas anteriores, su tradicional carnaval, durante las fiestas del once de noviembre, según la vieja costumbre en el departamento de Bolívar.
A la residencia de la señora María Moreno, quien brindaba un modesto hospedaje a visitantes de la región, llegó hacia mediados de los años cincuenta un adolecente que, con un destartalado acordeoncito de dos hileras, asombraba a todos por su destreza al ejecutarlo, se llamaba Alfredo Gutiérrez y fácilmente entabló una gran camaradería con José Francisco Cervantes, el hijo de Doña Mary.
Años más tarde, cuando ya Alfredo lideraba los corraleros de Majagual, le tocó alternar en el teatro de Sincelejo para el veinte de enero con Los Caribeños, un grupo de música tropical. El director era “Chico”, el hijo de Doña Mary, cuya energía en la animación musical y las diabluras que hacía con el cencerro (clave) lo estaban necesitando Los corraleros. Alfredo lo invitó a Cartagena, lo presentó ante Toño Fuentes, el propietario de la disquera con el mismo nombre y éste, impresionado por el malabarismo musical del magangueleño, lo vinculó de inmediato a la Fania Corralera.
Todavía “Chico” no se había craneado el ¡Nos Fuimos!, característico grito con el que este grupo remataba al final de cada tema musical y que llegó a identificar el sonido corralero del primer lustro de los años sesenta.
A partir del tercer L.P, de la gente del Sincelejano barrio Majagual, “Chico cervantes” se convirtió en el motor del grupo con su frenético cencerro, instrumento que podía convertir en un bombardino, pues con un increíble juego de pulmón, manos y boca arrancaba sonidos y acordes idénticos a los de este enroscado instrumento de pistones, émbolos y boquilla. Era una verdadera sensación en la tarima.
Cuando Alfredo dejó Los corraleros en 1966, “Chico”, por tener contrato de exclusividad con Fuentes, se quedó con esta empresa, pero a mediados del sesenta emigró al sello Sonolux, de Medellín y ya mucho más maduro musicalmente organizó su conjunto internacional, donde se destacó en forma brillante como director, cantante, arreglista y compositor, obteniendo así sus mayores logros artísticos.
Es un verdadero clásico de la música costeña su porro “Nostalgia Campesina” que, bajo su dirección, vocalizó el atanquero Alberto Fernández, igualmente Brisa y Mar de su cosecha y ubicándose en el movimiento salsero que en esos años cautivó a todo el mundo latino, con su elenco arregló y dirigió ese temazo caribeño Tienes que Quererme, vocalizado por su autor Jesús M. Leal, su bajista de entonces.
El conjunto internacional pasó a llamarse La Nueva Banda y, en ritmo de salsa, disparó El Candao y Cosa Linda, páginas del folclor panameño de obligada audición en los estaderos de música afrocaribeña.
Años más adelante regresó a Fuentes y con el acordeón de su viejo amigo de siempre, Alfredo Gutiérrez, produjo un par de L.P con vallenatos tradicionales del negro Alejandro Duran. La trampa, Palmito, La pega pega, La lengua y La ola del vallenato, canciones que aún se escuchan con la frescura de siempre.
De aquellos irremplazables corraleros originales aún, gracias al todopoderoso, nos acompañan Alfredo Gutiérrez y César Castro, las otras inolvidables estrellas que perduran en el sentimiento popular, ese que tanto disfrutó de sus grandes virtudes artísticas.
Hoy recuerda Alfredo Gutiérrez aquel 20 de enero cuando tuvo su feliz encuentro con Chico Cervantes.
¡Nos Fuimos!
Por Julio C. Oñate Martínez
Hoy recuerda Alfredo Gutiérrez aquel 20 de enero cuando tuvo su feliz encuentro con Chico Cervantes. ¡Nos Fuimos!
La ciudad cordial de Magangué festejaba, en décadas anteriores, su tradicional carnaval, durante las fiestas del once de noviembre, según la vieja costumbre en el departamento de Bolívar.
A la residencia de la señora María Moreno, quien brindaba un modesto hospedaje a visitantes de la región, llegó hacia mediados de los años cincuenta un adolecente que, con un destartalado acordeoncito de dos hileras, asombraba a todos por su destreza al ejecutarlo, se llamaba Alfredo Gutiérrez y fácilmente entabló una gran camaradería con José Francisco Cervantes, el hijo de Doña Mary.
Años más tarde, cuando ya Alfredo lideraba los corraleros de Majagual, le tocó alternar en el teatro de Sincelejo para el veinte de enero con Los Caribeños, un grupo de música tropical. El director era “Chico”, el hijo de Doña Mary, cuya energía en la animación musical y las diabluras que hacía con el cencerro (clave) lo estaban necesitando Los corraleros. Alfredo lo invitó a Cartagena, lo presentó ante Toño Fuentes, el propietario de la disquera con el mismo nombre y éste, impresionado por el malabarismo musical del magangueleño, lo vinculó de inmediato a la Fania Corralera.
Todavía “Chico” no se había craneado el ¡Nos Fuimos!, característico grito con el que este grupo remataba al final de cada tema musical y que llegó a identificar el sonido corralero del primer lustro de los años sesenta.
A partir del tercer L.P, de la gente del Sincelejano barrio Majagual, “Chico cervantes” se convirtió en el motor del grupo con su frenético cencerro, instrumento que podía convertir en un bombardino, pues con un increíble juego de pulmón, manos y boca arrancaba sonidos y acordes idénticos a los de este enroscado instrumento de pistones, émbolos y boquilla. Era una verdadera sensación en la tarima.
Cuando Alfredo dejó Los corraleros en 1966, “Chico”, por tener contrato de exclusividad con Fuentes, se quedó con esta empresa, pero a mediados del sesenta emigró al sello Sonolux, de Medellín y ya mucho más maduro musicalmente organizó su conjunto internacional, donde se destacó en forma brillante como director, cantante, arreglista y compositor, obteniendo así sus mayores logros artísticos.
Es un verdadero clásico de la música costeña su porro “Nostalgia Campesina” que, bajo su dirección, vocalizó el atanquero Alberto Fernández, igualmente Brisa y Mar de su cosecha y ubicándose en el movimiento salsero que en esos años cautivó a todo el mundo latino, con su elenco arregló y dirigió ese temazo caribeño Tienes que Quererme, vocalizado por su autor Jesús M. Leal, su bajista de entonces.
El conjunto internacional pasó a llamarse La Nueva Banda y, en ritmo de salsa, disparó El Candao y Cosa Linda, páginas del folclor panameño de obligada audición en los estaderos de música afrocaribeña.
Años más adelante regresó a Fuentes y con el acordeón de su viejo amigo de siempre, Alfredo Gutiérrez, produjo un par de L.P con vallenatos tradicionales del negro Alejandro Duran. La trampa, Palmito, La pega pega, La lengua y La ola del vallenato, canciones que aún se escuchan con la frescura de siempre.
De aquellos irremplazables corraleros originales aún, gracias al todopoderoso, nos acompañan Alfredo Gutiérrez y César Castro, las otras inolvidables estrellas que perduran en el sentimiento popular, ese que tanto disfrutó de sus grandes virtudes artísticas.
Hoy recuerda Alfredo Gutiérrez aquel 20 de enero cuando tuvo su feliz encuentro con Chico Cervantes.
¡Nos Fuimos!
Por Julio C. Oñate Martínez