En la reciente Cumbre de la OPEP en Viena se acordó por parte de los 14 países que la integran reducir las cuotas de producción de crudos de todos ellos, tratando así de detener la caída de sus precios más allá de los US $50 el barril e impulsarlos al alza. Se trata de reducir […]
En la reciente Cumbre de la OPEP en Viena se acordó por parte de los 14 países que la integran reducir las cuotas de producción de crudos de todos ellos, tratando así de detener la caída de sus precios más allá de los US $50 el barril e impulsarlos al alza. Se trata de reducir su oferta en 1.2 millones de barriles diarios a partir de enero del año entrante y de esta manera contrarrestar la sobreoferta que ha empujado los precios a la baja desde mediados de 2014. Se excluyen de este compromiso Irán, Irak y Nigeria, cuya producción se ha visto afectada por la sanción que le impusieron al primero de ellos y por los conflictos que asolan a los otros dos. El sólo anuncio del acuerdo al que arribaron elevó los precios hasta alcanzar un nivel récord en lo corrido del año, de US $55 el barril de la referencia Brent, 15% más alto que a mediados de noviembre.
La gran incógnita es saber hasta donde este efecto sobre los precios es perdurable o, si acaso, es sólo flor de un día. El primer interrogante surge frente a la postura de los países productores que no hacen parte de la OPEP, empezando por Rusia, que es el principal productor del mundo con 11.21 millones de barriles de petróleo diarios. En vísperas de la Cumbre su Ministro de Energía Alexander Nóvak dijo que Rusia estaría dispuesta a congelar su producción, no sin antes llevarla al máximo de su potencial en casi 30 años, pero no a recortarla. Además, estuvo al margen de las deliberaciones de los socios de la OPEP y sigue sin comprometerse a recortar su producción, como se lo pidió y lo necesita la OPEP para tratar de lograr su cometido. Además, no es de buen augurio el hecho de que la producción de la propia OPEP se anotó un nuevo récord en noviembre, con un volumen de 34.19 millones de barriles, 370.000 barriles/día más que el mes anterior. Ello da para pensar que la sobreoferta va a continuar en 2017 y con ella la tendencia al alza de los precios del crudo. De hecho, después que tocaron techo, los precios rebotaron y están nuevamente a la baja.
Podemos, entonces colegir, que este paso dado por la OPEP no garantiza que se vaya a reequilibrar el mercado de los crudos y que con ello se vaya a revertir la tendencia a la baja de los precios. Es más, si llegara a tener algún efecto positivo, el tiro les puede salir por la culata, como ya sucedió en el pasado.
Y para rematar, la llegada de Trump a la Casa Blanca les dará un respiro a las petroleras, que tendrán en él al defensor que ha sido de su actividad, sin ambages.
Huelga decir que el “umbral” del dolor que sacaba del mercado al Shale oil por razones de costo de extracción de crudos de yacimientos no convencionales se redujo ostensiblemente, al punto que, según la firma de investigación Wood Mackenzie, los más eficientes pueden llegar a ser comerciales a un precio de US $20 el barril. La mayor producción proveniente de estos terminó por anular el efecto de un recorte en la producción en los yacimientos convencionales, máxime cuando ya en estos se ha empezado a utilizar también la técnica del fracking, aumentando la productividad y la producción de los campos petroleros en explotación.
Y si se mira el otro lado de la ecuación, el de la demanda, muy seguramente las razones para pensar que la decisión de la OPEP en el mediano y en el largo plazo puede resultar, además de tardía, inocua. A la ralentización del crecimiento de la economía global, sobre todo la de los países emergentes encabezados por China y la India, que son los mayores consumidores de crudo, se vino a sumar el menor consumo de este tanto por cuenta del ahorro y el uso más eficiente de la energía, como por la irrupción, con mucha fuerza, de las energías alternativas, sobre todo aquellas que son renovables y limpias.
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En la reciente Cumbre de la OPEP en Viena se acordó por parte de los 14 países que la integran reducir las cuotas de producción de crudos de todos ellos, tratando así de detener la caída de sus precios más allá de los US $50 el barril e impulsarlos al alza. Se trata de reducir […]
En la reciente Cumbre de la OPEP en Viena se acordó por parte de los 14 países que la integran reducir las cuotas de producción de crudos de todos ellos, tratando así de detener la caída de sus precios más allá de los US $50 el barril e impulsarlos al alza. Se trata de reducir su oferta en 1.2 millones de barriles diarios a partir de enero del año entrante y de esta manera contrarrestar la sobreoferta que ha empujado los precios a la baja desde mediados de 2014. Se excluyen de este compromiso Irán, Irak y Nigeria, cuya producción se ha visto afectada por la sanción que le impusieron al primero de ellos y por los conflictos que asolan a los otros dos. El sólo anuncio del acuerdo al que arribaron elevó los precios hasta alcanzar un nivel récord en lo corrido del año, de US $55 el barril de la referencia Brent, 15% más alto que a mediados de noviembre.
La gran incógnita es saber hasta donde este efecto sobre los precios es perdurable o, si acaso, es sólo flor de un día. El primer interrogante surge frente a la postura de los países productores que no hacen parte de la OPEP, empezando por Rusia, que es el principal productor del mundo con 11.21 millones de barriles de petróleo diarios. En vísperas de la Cumbre su Ministro de Energía Alexander Nóvak dijo que Rusia estaría dispuesta a congelar su producción, no sin antes llevarla al máximo de su potencial en casi 30 años, pero no a recortarla. Además, estuvo al margen de las deliberaciones de los socios de la OPEP y sigue sin comprometerse a recortar su producción, como se lo pidió y lo necesita la OPEP para tratar de lograr su cometido. Además, no es de buen augurio el hecho de que la producción de la propia OPEP se anotó un nuevo récord en noviembre, con un volumen de 34.19 millones de barriles, 370.000 barriles/día más que el mes anterior. Ello da para pensar que la sobreoferta va a continuar en 2017 y con ella la tendencia al alza de los precios del crudo. De hecho, después que tocaron techo, los precios rebotaron y están nuevamente a la baja.
Podemos, entonces colegir, que este paso dado por la OPEP no garantiza que se vaya a reequilibrar el mercado de los crudos y que con ello se vaya a revertir la tendencia a la baja de los precios. Es más, si llegara a tener algún efecto positivo, el tiro les puede salir por la culata, como ya sucedió en el pasado.
Y para rematar, la llegada de Trump a la Casa Blanca les dará un respiro a las petroleras, que tendrán en él al defensor que ha sido de su actividad, sin ambages.
Huelga decir que el “umbral” del dolor que sacaba del mercado al Shale oil por razones de costo de extracción de crudos de yacimientos no convencionales se redujo ostensiblemente, al punto que, según la firma de investigación Wood Mackenzie, los más eficientes pueden llegar a ser comerciales a un precio de US $20 el barril. La mayor producción proveniente de estos terminó por anular el efecto de un recorte en la producción en los yacimientos convencionales, máxime cuando ya en estos se ha empezado a utilizar también la técnica del fracking, aumentando la productividad y la producción de los campos petroleros en explotación.
Y si se mira el otro lado de la ecuación, el de la demanda, muy seguramente las razones para pensar que la decisión de la OPEP en el mediano y en el largo plazo puede resultar, además de tardía, inocua. A la ralentización del crecimiento de la economía global, sobre todo la de los países emergentes encabezados por China y la India, que son los mayores consumidores de crudo, se vino a sumar el menor consumo de este tanto por cuenta del ahorro y el uso más eficiente de la energía, como por la irrupción, con mucha fuerza, de las energías alternativas, sobre todo aquellas que son renovables y limpias.
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