Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 2 septiembre, 2013

Fiesta Vallenata

La discriminación de la música vallenata en este valle de acordeones, fue de grandes connotaciones. El rechazo era total, los músicos, los únicos espacios que tenían para mostrar sus obras, eran los patios de las viviendas pobres, y los bares, incluido el famoso, Café la Bolsa, donde se escenificaban duelos entre los épicos acordeoneros que lucharon buscando un lugar, contra esta brutal exclusión.

Por Celso Guerra

La discriminación de la música vallenata en este valle de acordeones, fue de grandes connotaciones. El rechazo era total, los músicos, los únicos espacios que tenían para mostrar sus obras, eran los patios de las viviendas pobres, y los bares, incluido el famoso, Café la Bolsa, donde se escenificaban duelos entre los épicos acordeoneros que lucharon buscando un lugar, contra  esta brutal exclusión.

Esta segregación de que fue objeto la música vallenata, alcanzó las ondas hertzianas de las pocas emisoras de radio que tenía el valle. Los dueños de estas eran foráneos y no sentían ninguna motivación para incluirlas en la programación.

Imperaban los programas radiales dedicados a otras facetas musicales procedentes de otras regiones del país y del mundo. Era común escuchar a los locutores de la  época, también foráneos, hablar con mucho conocimiento de, boleros, rancheras, salsa, baladas, porros, bambucos y hasta rock and roll, inclusive, le dedicaban una  hora diaria, a la obra de la cubana Sonora Matancera.

Los radiofónicos locales se abstenían de implementar programa de música vallenata, porque  estábamos embelesados, con las orquestas venezolanas y colombianas del litoral costeño, los audiencia no exigía vallenatos, a los  únicos artistas que se atrevían a programar las emisoras y  los sitios que promovían  eventos bailables, era a Alfredo Gutiérrez, Aníbal Velásquez y los Corraleros de Majagual, ellos  tenían el mercado cautivo.

Pero tanta infamia contra la música vallenata no podía seguir imperando. En 1967, las ondas sonoras de Radio Guatapurí, se llenaron de acordeón con  el primer programa de música vallenata que surcó cielo de Valledupar y Colombiano, al que su mentor, el histórico director artístico de esta estación radial, don Régulo Pineda Dávila, quien era un excelente publicista y muy hábil para poner nombres sonoros, lo llamó Fiesta Vallenata, programa de media hora que él dirigía a partir de las  11:30 a.m.

Esta apertura causó mucha sensación y alegría entre los seguidores de la música de Luis E. Martínez, Alejo Durán, Colacho, Escalona, Landero, para mencionar algunos íconos. Los oyentes se encargaron que este espacio fuese el de mayor sintonía de la época, para dolor y amargura de locutores, de El Banco y Barranquilla y algún despistado vallenato, fuertes opositores, a que esta música se promulgara, a la cual llamaban cínicamente ‘Yuca’. 

La influencia  del programa ‘Fiesta vallenata’, fue tan grande en la divulgación de estos valores, que una de las disqueras que mayor lucro ha tenido con la música del valle, usurpó y bautizó con este nombre, al álbum más vendido de la música vallenata, que salía a la venta anualmente, con músicos de la talla de Oñate, Zuleta, Diomedes, Zabaleta.

Antes de este éxito se crearon otros programas con excelentes resultados, como “Trilogía Musical Vallenata”, hoy  “Clásicos Del Vallenato”.

PD: Senador Félix Valera, agradezco la  exaltación del Congreso de Colombia, por investigación y divulgación del folclor, es un desagravio a los  juglares, que  en tiempos pretéritos sufrieron muchos por  este estigma, inclusive por un viejo colega suyo, de rancia extirpe vallenata.

Columnista
2 septiembre, 2013

Fiesta Vallenata

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

La discriminación de la música vallenata en este valle de acordeones, fue de grandes connotaciones. El rechazo era total, los músicos, los únicos espacios que tenían para mostrar sus obras, eran los patios de las viviendas pobres, y los bares, incluido el famoso, Café la Bolsa, donde se escenificaban duelos entre los épicos acordeoneros que lucharon buscando un lugar, contra esta brutal exclusión.


Por Celso Guerra

La discriminación de la música vallenata en este valle de acordeones, fue de grandes connotaciones. El rechazo era total, los músicos, los únicos espacios que tenían para mostrar sus obras, eran los patios de las viviendas pobres, y los bares, incluido el famoso, Café la Bolsa, donde se escenificaban duelos entre los épicos acordeoneros que lucharon buscando un lugar, contra  esta brutal exclusión.

Esta segregación de que fue objeto la música vallenata, alcanzó las ondas hertzianas de las pocas emisoras de radio que tenía el valle. Los dueños de estas eran foráneos y no sentían ninguna motivación para incluirlas en la programación.

Imperaban los programas radiales dedicados a otras facetas musicales procedentes de otras regiones del país y del mundo. Era común escuchar a los locutores de la  época, también foráneos, hablar con mucho conocimiento de, boleros, rancheras, salsa, baladas, porros, bambucos y hasta rock and roll, inclusive, le dedicaban una  hora diaria, a la obra de la cubana Sonora Matancera.

Los radiofónicos locales se abstenían de implementar programa de música vallenata, porque  estábamos embelesados, con las orquestas venezolanas y colombianas del litoral costeño, los audiencia no exigía vallenatos, a los  únicos artistas que se atrevían a programar las emisoras y  los sitios que promovían  eventos bailables, era a Alfredo Gutiérrez, Aníbal Velásquez y los Corraleros de Majagual, ellos  tenían el mercado cautivo.

Pero tanta infamia contra la música vallenata no podía seguir imperando. En 1967, las ondas sonoras de Radio Guatapurí, se llenaron de acordeón con  el primer programa de música vallenata que surcó cielo de Valledupar y Colombiano, al que su mentor, el histórico director artístico de esta estación radial, don Régulo Pineda Dávila, quien era un excelente publicista y muy hábil para poner nombres sonoros, lo llamó Fiesta Vallenata, programa de media hora que él dirigía a partir de las  11:30 a.m.

Esta apertura causó mucha sensación y alegría entre los seguidores de la música de Luis E. Martínez, Alejo Durán, Colacho, Escalona, Landero, para mencionar algunos íconos. Los oyentes se encargaron que este espacio fuese el de mayor sintonía de la época, para dolor y amargura de locutores, de El Banco y Barranquilla y algún despistado vallenato, fuertes opositores, a que esta música se promulgara, a la cual llamaban cínicamente ‘Yuca’. 

La influencia  del programa ‘Fiesta vallenata’, fue tan grande en la divulgación de estos valores, que una de las disqueras que mayor lucro ha tenido con la música del valle, usurpó y bautizó con este nombre, al álbum más vendido de la música vallenata, que salía a la venta anualmente, con músicos de la talla de Oñate, Zuleta, Diomedes, Zabaleta.

Antes de este éxito se crearon otros programas con excelentes resultados, como “Trilogía Musical Vallenata”, hoy  “Clásicos Del Vallenato”.

PD: Senador Félix Valera, agradezco la  exaltación del Congreso de Colombia, por investigación y divulgación del folclor, es un desagravio a los  juglares, que  en tiempos pretéritos sufrieron muchos por  este estigma, inclusive por un viejo colega suyo, de rancia extirpe vallenata.